Era el último toro de la tarde. Le correspondía lidiarlo al joven matador Juan Pablo Sánchez. Después de las tres orejas que había cortado el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza, el torero de Aguascalientes no la tenía fácil. Ya había fallado con la espada en el primero de su lote. Entusiasmado, con una Plaza Monumental albergando en más de la mitad de sus espacios a la afición taurina, el compromiso para el chaval torero era mayúsculo. Serio, sereno, recargó sus manos y la mandíbula sobre el burladero, en espera de que su toro de la ganadería de Pozo Hondo saliera por la puerta de toriles. Pero antes un monosabio anunciaría el nombre del astado. Sobre una madera, pintado a mano el peso y el mote: “Xolo”, se leía claramente, lo cual despertó rechifla y abucheos de los más de diez mil participantes de la Fiesta Brava el domingo 12 de abril. En uno de los palcos de sol, Jorge Hank Rhon escuchó la inconformidad de los aficionados, brava, de mezclar futbol con arte taurino. Acompañado de una ex porrista de su equipo de balompié y otros familiares políticos, el del Hipódromo hubo de atestiguar, aparte de la estruendosa rechifla, cómo muchos aficionados abandonaron la Monumental de Playas de Tijuana. La tarde que pintó de antología con el rejoneo de Pablo Hermoso, terminó en abucheos y gradas vacías ante el toro “Xolo”. Lo peor, el matador Juan Pablo Sánchez poco pudo hacer, aunque el Juez le regaló una oreja. Ya antes del desazón había inundado el palco de Hank, cuando el segundo espada de la tarde, Federico Pizarro, decidió brindarle el primero de su lidia. Cuando después del discurso el torero le aventó su Montera, Hank la “roló” por los ocupantes de su espacio, entre ellos una que, quitada la pena, se colocó la Montera en su cabecita. Villamelones, pues.