Una vez que -minutos antes- el diputado federal Jaime Bonilla Valdez cancelara su presencia en el Grupo Político Tijuana, el sábado 21 de febrero, un joven integrante de la vieja agrupación se encargó de difundir a los pocos medios de comunicación ahí presentes, que en lo inmediato llegaría otro invitado. Se refería al priista Carlos Barboza Castillo, a quien se tenía contemplado para la siguiente semana, en la próxima sesión. El caso es que esa mañana se le llamó de urgencia para que supliera al ausente diputado. “Qué pena”, diría Barboza, enterado de la falta de Bonilla. Luego, con dedicatoria, atizó: “Aquí está la ventaja de ser un priista comprometido”. Barboza ha querido, pero no ha podido ser diputado, nuevamente, por su partido el PRI. En 2012, era el abanderado para la diputación federal del Distrito 4, pero fue reemplazado para cumplir con la cuota de género. Sin más, Barboza se quedó bailando. En 2014 quiso ser dirigente estatal del PRI, y, de nuevo, no fue respaldado. Quizá y por esto, el priista dedicaría su plática del sábado a “un mecanismo novedoso en la región”: los candidatos independientes. El ex diputado local cuestionó “al sistema de representación” en México, a “los monopolios de los partidos políticos” y a la clase política en general por estar “en proceso de agotamiento”. En pocas palabras, se congratuló de la figura de candidato independiente que, por cierto, ha estudiado a profundidad. Quienes así quisieron, sospecharon que el mensaje Carlos escondía un amague, de ser nuevamente rezagado por su partido. En una de esas, se les va por la libre.