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lunes, septiembre 16, 2024
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Mariachis mantienen tradición

Como muchas ciudades del país, Tijuana se distingue por sus agrupaciones de música ranchera. Los Mariachis han formado parte de la oferta recreativa de esta ciudad por más de medio siglo. No sólo se desempeñan en restaurantes o sitios como hoteles de cinco estrellas. También amenizan actos públicos y celebraciones populares, además de interpretar canciones a solicitud en plena vía pública, o cubrir rondas agendadas, entre las que destacan las serenatas, que resultan ser solicitadas en días ordinarios, o conmemorativos como el 14 de febrero. Incluso llegan a tocar en eventos compartidos, siendo éste el caso del aniversario de Tijuana, fecha en que a lo largo y ancho de la ciudad distintas agrupaciones entonan “Las Mañanitas” simultáneamente, en punto de las once de la mañana el 11 de julio. Estos músicos cuentan con sede oficial en la esquina de Revolución y Primera, donde confluyen en busca de clientela. Ahí está erigida la Plaza de Santa Cecilia, que desde 1980 ha constituido un foro público, en el que pueden promoverse alrededor de las mesas dispuestas a lo largo de la explanada, donde suelen complacer con su repertorio a los visitantes, o pactan presentaciones a domicilio. De las rondas a las tandas Pero la historia no se remonta a la instauración de ese espacio. Anteriormente, los Mariachis disponían de su principal fuente de empleo en establecimientos gastronómicos. Entre los años treinta y los setenta, en algunos restaurantes la clientela podía llegar acompañada de mariachi para que amenizara su permanencia en el sitio. Jesús María López, representante de La Vuelta del Rodeo, uno de los lugares con mayor tradición de música mexicana en Tijuana, refirió a este semanario: “Los mismos clientes traían a su mariachi”, para que tocara en el área de mesas, pues “no había ningún entarimado”. Fue hasta 1976, de acuerdo a la entrevistada, que el lugar se acondicionó con templete y tocó por primera vez una agrupación como variedad oficial de la casa. “…fueron los Hermanos Torres, el señor Emilio Torres los traía”. La misma modalidad, a decir de un residente de esta ciudad, aplicaba en el restaurante Carnitas Uruapan, que por años estuvo ubicado a la entrada de la delegación La Mesa. A partir de la década del ochenta, diversos negocios contrataron Mariachis para que tocaran por tandas en sus instalaciones como una forma de complacer a los comensales. Entonces muchos intérpretes tuvieron trabajo seguro, sin la necesidad de andar por la calle en busca de clientela. Además de sueldo, en esos restaurantes se les daba de comer. “Y si la gente nos contrataba podíamos ir a tocar fuera”, reveló un músico consultado, miembro del Mariachi 2000.            Un día como cualquier otro Andrés Ernesto luce su traje impecable, las botonaduras bien afianzadas, el moño correctamente anudado. No lleva sombrero, este accesorio no es de uso diario, se reserva para cuando el cliente lo exige. Andrés Ernesto es trompetista. Su instrumento plateado, da la impresión de haber sido recién frotado. Él es oriundo de Guadalajara, Jalisco y lleva décadas desempeñándose en Tijuana como integrante de una agrupación de música ranchera, conocida actualmente como Mariachi 2000. En la confluencia de Revolución y Coahuila, a media calle, sobre el camellón, está a punto de ir a cumplir con una contratación. Sus compañeros comienzan a congregarse en esa sección de la vialidad. Andrés Ernesto todavía se da tiempo para pactar la cobertura de otro evento (para ese mismo día) a solicitud de los ocupantes de un vehículo con placas de Sonora. El trompetista esgrime su tarifa: mil 800 pesos por hora. Los solicitantes regatean. La ronda a ofrecer queda acordada en mil 500 pesos. Un día como cualquier otro para este ensamble rítmico: dos compromisos de trabajo en una misma jornada, a mitad de semana. Suerte con la que no corren otros músicos que se dedican a lo mismo: Cerca del lugar en que el Mariachi 2000 suele hacerse de clientela, metros arriba, a la altura del Arco Monumental de Tijuana, en la Plaza de Santa Cecilia, donde pululan mariachis, conjuntos norteños y tríos, dos intérpretes del género ranchero se encuentran a la espera de una oportunidad para ofrecer su repertorio. Con el traje percudido, desprovistos de chaleco y moño, cumplen simplemente con su horario laboral. Uno viste la camisa desabotonada, abertura por la que se asoma una playera atirantada con estampado multicolor. Su cabellera muestra grasientos mechones. Se llama Florentino. Toca la trompeta. Lleva años como mariachi. Experiencia que no le garantiza ser contratado todos los días. “No hay trabajo”, dijo en referencia a cuántas veces al día, en promedio, se le solicita tocar. Puede transcurrir toda una faena diaria sin que sea requerido –revelación tras la cual esbozó media sonrisa. Eso sí, Florentino coincide con algunos colegas suyos (consultados), en que los mejores días para trabajar son el fin de semana: trecho en el que normalmente acude a amenizar eventos a colonias como Libertad, Altamira y Francisco Villa –según recapituló. De modo que esa esquina representativa de la zona centro donde está enclavada la Plaza de Santa Cecilia, con todo y sus altibajos a propósito de clientes potenciales, no deja de ser para el entrevistado, un oportuno escaparate para convenir trabajos. Sede oficial Los Mariachis ocupan la Plaza de Santa Cecilia por tandas. Mañana, tarde, noche y madrugada. “Son diferentes turnos, las 24 horas del día”, manifestó José Luis, guitarrista cofundador del Mariachi Azteca; en alusión a la oferta que sostienen a diario “catorce grupos”, alternadamente, en esa plataforma pública, única en la ciudad. A la mayoría de los músicos se les puede ver en continua actividad, si no es pactando la cobertura de un evento, es congregándose para ir a cumplir con una, o de plano tocando en la acera, aunque sea para clientes que llegan en auto y desde el vehículo, sobre la avenida Revolución, solicitan el tema de su elección, como lo hicieron los ocupantes de una camioneta con placas fronterizas, quienes llegaron a escuchar “Las Mañanitas”.       De los ejecutantes que convergen ahí, algunos vienen directamente de Guadalajara (tierra de mariachis) como Jorge Rafael, quien toca la vihuela y desde hace quince años forma parte del Mariachi Internacional, o el trompetista Andrés Ernesto, quien en los años setenta llegó con su padre del municipio tapatío; según comentaron ambos, por separado. Cualquier día de la semana es común escuchar en la plaza temas como “El Rey”, “Cielito Lindo”, “El Son de la Negra”, en voz de los charros cantores. La explanada debe su nombre a Cecilia de Roma, santa patrona de los músicos, y fue fundada en 1980, un día 22 de noviembre, fecha en que se conmemora el aniversario luctuoso de la mártir romana y que constituye el día internacional del músico. Cuenta con templete, cantinas y fondas. Ahí, los mariachis cobran cien pesos por tema. Tratándose de solicitudes a domicilio, Jorge Rafael comentó que sus compañeros y él han ido a cubrir eventos al Florido e incluso a Rosarito. El día más fructífero para los cancionistas del sitio es el 10 de mayo (conmemorativo de las madres). Esa fecha, “no hay descanso, corremos por un lado y por el otro”, sostuvo José Luis (integrante desde hace 16 años del Mariachi Azteca), quien consideró que el día del padre, el 25 de diciembre (Navidad) y el 24 de febrero (en que se conmemora la bandera de México) también son fechas redituables. Mario Leyva, representante del ensamble Los Reyes, coincidió con su colega José Luis, en que esos días del año son los más retributivos. Integrantes del Mariachi 2000 por su parte, agregaron que el día de San Valentín (14 de febrero), igualmente, es favorable para ellos. De los primeros músicos en hacer uso del inmueble, desde que el entonces gobernador Roberto de la Madrid y la primera dama Elena V. De la Madrid lo inauguraron, fue Guadalupe Cuevas, reconocido impulsor de la música vernácula en Tijuana, quien fungió como Secretario de la Federación Única de Filarmónicos; posteriormente, en 1982, gestionó la montura de la imagen de Santa Cecilia al fondo del estrado. “Ellos recibieron la plaza –rememoró Andrés Ernesto– cuando don Guadalupe era el secretario del sindicato de mariachis”.      De modo que como Garibaldi en la Ciudad de México o la Plaza de los Mariachis en Guadalajara, Jalisco; en Tijuana, B. C., los músicos charros hacen uso de la Plaza de Santa Cecilia (y todos los días 22 de noviembre, le tocan “Las Mañanitas” a la venerable patrona). Época de apogeo No hace muchos años aún, el oficio de mariachi era más lucrativo en esta localidad fronteriza. Para muchas agrupaciones, los establecimientos de comida constituían un espacio seguro donde hacer gala de su talento; allí se les proporcionaba alimentación y salario. La Vuelta del Rodeo, Le Drug Store, Carnitas Uruapan, El Rancho Grande, Guadalajara Grill, Cómo que no. En su mayor parte extintos. En esos negocios, numerosos mariachis trabajaron formalmente entre las décadas de los ochenta y noventa. “Nos daban de comer y un sueldo por estar ahí”, evocó Andrés Ernesto. A todo músico que tocara de planta se le proporcionaba alimento e ingresos. Un intérprete de nombre Juan refirió que actualmente, en ningún restaurante se brinda retribución económica a un Mariachi, con todo y que a partir de la década del 2000, el número de integrantes por agrupación se redujo de once a siete, como estrategia para seguir siendo contratados, en un contexto de crisis financiera.    Tras los atentados a las Torres gemelas de Nueva York, en 2001 –a decir del interpelado–, los restaurantes dejaron de ser fuente de empleo para los mariachis en Tijuana. Donde normalmente había música vernácula se tuvo que dejar de contratar intérpretes. Supuestamente, el pago por una hora de canciones en vivo, previo al acto terrorista, era de alrededor de 3 mil 500 pesos y hoy viene siendo inferior a 2 mil. Ahora, lo conducente es probar suerte en la Plaza de Santa Cecilia para ver si los contratan; pues, de acuerdo a los propios entrevistados, solamente un restaurant en la ciudad sigue operando como foro exclusivo para determinados ensambles, aunque con una compensación mínima de por medio. Trabajo de planta El mariachi tomó su lugar. Se escuchó un campanazo. “¿Listos, listos?”, el director Saúl Rosas, a cargo de la vihuela, verificó que todo estuviera en orden para tocar. Sonaron instrumentos a modo de introducción y… “Qué bonito amor / qué bonito cielo / qué bonita luna…” …Dora Luz Aldana, integrante de la agrupación, cantó con enjundia… Una típica escena en el restaurante “La Vuelta…”, con músicos de planta: vocalista, violinistas, trompetistas y guitarristas; en este caso, los integrantes del Mariachi California, fundado en 1972. En el establecimiento, ubicado en Calle Once esquina con Revolución, todos los días hay música mexicana en vivo. Tres agrupaciones están a cargo de amenizar el ambiente. Cada una cubre una parte de la semana. Hora tras hora, los músicos suben al templete y ejecutan tres canciones. El Mariachi California empezó a trabajar ahí desde la década del ochenta. Últimamente lo hacía los lunes y martes. A partir de este año fue sustituido por el ensamble Águila del Sol. ZETA buscó una entrevista con el director del Mariachi California, vihuelista Saúl Rosas, para conocer su visión del género ranchero. El músico oriundo de Autlán de la Grana, Jalisco, sin mayor preámbulo accedió. A continuación, el registro de dicho encuentro: — ¿Qué es lo que hace que el mariachi prevalezca? “Bueno –responde Don Saúl– no se puede concebir un país como México sin música de mariachi, que es la tradicional. He tenido oportunidad de ir a muchos países…y la música de mariachi está muy presente, no puede desaparecer”. El entrevistado habla de frente. Propiamente sentado. Pese a ser un hombre de edad, no muestra signos de agotamiento. Sobre la importancia de Tijuana como ciudad con tradición musical ranchera, reconoce que la cantidad de agrupaciones existentes aquí, no es cualquiera. Pero “los mejores grupos –admite sin vacilar– están en la ciudad de México”. Y, por otro lado, Los Ángeles, California ocupa un lugar preponderante “por el número impresionante de Mariachis” que concentra, sentencia. — ¿Ha tocado en Los Ángeles? “Sí –asevera– Yo trabajé en un teatro que se llamaba el Million Dollar (en los años ochenta). Ya desapareció.” — ¿Dónde aprendió a tocar? “En Jalisco, con una familia mía que tenía un mariachi”. A propósito de su experiencia profesional en esta ciudad, dice haber acompañado cada 16 de septiembre durante siete años a Vicente Fernández, como variedad estelar en el extinto Flamingos. “Y a toda la gama de artistas hasta que desapareció el lugar” –no duda en agregar. Esa experiencia le fue provechosa: “Aquí perfeccioné mi trabajo porque en el Flamingos era exigente acompañar a los artistas (Amalia Mendoza, Lola Beltrán, Juan Gabriel –a solicitud expresa, el entrevistado precia).” El centro nocturno y de espectáculos tuvo su periodo de apogeo en los años setenta. Después de un extenso recorrido por el mundo de la música, con abundantes contratos, ensayos, presentaciones y viajes de por medio, Saúl Rosas observa que lo que le ha permitido desempeñarse a ese ritmo y seguir desempeñándose como mariachi es su abstención al alcohol y al cigarro. “Es una de mis virtudes –no disimula cierto orgullo al revelarlo–, no tomo ni fumo. Así llegué a los 83 años”. —En dado caso, qué ha cambiado, profesionalmente hablando, en todo este tiempo, desde la época en que arribó a Tijuana. “El gusto del público, la música clásica y semiclásica (‘Bodas de Luis Alonso’, ‘Poeta y campesino’, ‘Caballería ligera’), casi no las piden. Hay una; aunque parezca increíble, es la que más se pide: ‘El mariachi loco’. No hay una fiesta en la que no la toquemos”. Se declara músico hasta el último día de su vida: “La música, si la dejo me muero, me muero de tristeza”, palabras que expresa visiblemente convencido. La representante de La Vuelta del Rodeo, Jesús María López, explicó que aunque los Mariachis que ahí se presentan, no perciben sueldo, mientras no ocupan el escenario pueden tocar en el área de mesas y cobrar por canción. “Aparte, reciben propinas allá arriba (en el estrado)”. Lo que el restaurante continúa proveyéndoles es sustento alimenticio “y un área para que estudien” las piezas a interpretar. A ese establecimiento, además de los ensambles que laboran de planta, a decir de la entrevistada, acuden estudiantes de escuelas de Chula Vista a poner en práctica sus conocimientos musicales y el Mariachi de casa los acompaña; también, cuando se encuentran de paso por la ciudad, asisten miembros de Mariachis tales como el Vargas de Tecalitlán, Los Camperos y Sol de México, en calidad de clientes entusiastas, a escuchar a los intérpretes locales.  El restaurante obtuvo un reconocimiento, en el marco de las celebraciones por el 125 aniversario de Tijuana. De manos de Karim Chalita Rodríguez, delegado de la zona Centro, la condecoración fue otorgada con motivo de los años de fundación del local; establecido en 1934, con venta de “tostadas y menudo” a cargo del señor Arnulfo Navarro.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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