“Estamos mal pero vamos bien”, frase que en los noventas pronunció el controvertido expresidente argentino Carlos Menem parece resumir el contenido de los discursos relacionados con la política económica del gobierno mexicano encabezado por el licenciado Enrique Peña Nieto. A finales del año 2014, los mexicanos, particularmente los norteños y entre ellos los bajacalifornianos, encararon una pesadilla, la economía -por naturaleza geográfica- binacional debía enfrentarse al incremento del dólar frente al peso. En las casas de cambio en Tijuana pasó de 13.80 a casi a los 15 pesos por dólar, después medio se estabilizó en los 14.25, y en los bancos a 15.05 por dólar. El futuro, al menos en México, no pinta mejor. Ahora, los especialistas declaran desde el centro del país que, tras el recorte presupuestal del gobierno federal y después que -a mediados del 2015- suban las tasas en Estados Unidos, se podría generar mayor volatilidad, de tal suerte que el dólar puede llegar a los 15.80 o 16 pesos. De por sí, el que pasó no fue un buen año para Baja California. El gobierno federal del licenciado Peña y sus compinches prometió durante todo el 2014 la entrega de millones de pesos en recursos (procedentes de los impuestos que genera el estado, nada regalado, vaya), pero esos dineros llegaron hasta octubre y diciembre, así que ni obras ni grandes apoyos durante 10 meses, y la economía bajacaliforniana estancada. Luego la reforma hacendaria y los controles con los que según el gobierno pretende, sin éxito, bloquear el movimiento del dinero de los miembros del crimen organizado, y el panorama se oscurece más. Al final, durante todo el 2014, en la práctica los constructores no construyeron, los vendedores de casas no vendieron nada, los de autos tampoco, y la lista de sectores afectados se hizo eterna, mientras los mexicanos con un peso aún en la bolsa prefirieron dejarlo ahí, bien guardado ante una economía inmóvil. Con incrementos de sueldos irrisorios (porque la economía esta contraída) y el aumento descontrolado de precios, incluidos en productos de la canasta básica, el ciudadano común simplemente no sabe cuánto necesitará para sobrevivir la siguiente semana. Y ante la incertidumbre también deja de gastar en todo lo que no sea indispensable, adjetivo que por cierto cada vez se vuelve más extenso. Así toda posible inversión, pequeña o grande, se cancela. De poco o nada sirvieron en 2014 las reformas estructurales aprobadas y repetidas como si se tratara de un trastorno obsesivo-compulsivo del Presidente Enrique Peña y cada uno de sus funcionarios. Ante el escenario actual todo indica que ninguno de estos proyectos financieros será de mucha utilidad en el 2015. Para empezar, porque mientras el Presidente había prometido que con las reformas aprobadas el crecimiento de la economía de México sería del 6 por ciento anual, el crecimiento estimado por el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, para este 2015 fue apenas del 3.2 por ciento. El mismo que hizo para 2014 y el cual en la realidad fue de apenas 2 por ciento. Sin embargo, en enero de 2015 los “hacedores” del gobierno federal siguieron vendiendo el discurso de la salvación a través de las reformas transformadoras, particularmente la referente al sector energético. De hecho, la última semana de enero, las notas promovidas en los canales de televisión y medios impresos se refirieron a las grandes inversiones que harían Petróleos Mexicanos y la Compañía de Luz y Fuerza. Para el viernes 30 de enero el panorama cambió, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, lo dejó bien claro: esos sectores que se han anunciado como los que rescatarán la economía mexicana, tendrían los principales recortes. La razón, el precio del petróleo se fue a pique -60 por ciento menos en los últimos 6 meses-y las ganancias que la administración peñista tenía programado tener para 2015, serán realmente entre 40 y 30 por ciento menores, acorde a los precios actuales. Y, para colmo, el seguro que había comprado el gobierno federal, por si bajaban los precios del petróleo, no sirvió porque según las condiciones la aseguradora cubría la pérdida siempre y cuando el precio del crudo no fuera mayor de 70 o menor de 60 dólares por barril; desde diciembre el costo del barril de crudo está entre los 40 y 50 dólares. En ese contexto, Videgaray anunció el Ajuste Preventivo del Gasto Público para 2015, se dejarán de invertir 124 mil 300 millones de pesos que se tenían programados: 62 mil millones en PEMEX, 10 mil millones en la CFE, también se verá afectado el Programa de Desarrollo de Zonas Prioritarias, el de pensiones para adultos mayores y la entrega de televisiones digitales. También tendrán afectaciones serias los presupuestos de la Secretaría de Educación, la de Comunicaciones y Transportes (obras), CONAGUA y el ISSSTE, entre otros. Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, lo dijo sin tapujos: La baja de los precios del petróleo permanecerá años no meses, y los efectos continuarán de 2015 hasta 2016. Entonces, si continuamos sin estabilidad, con limitadísima inversión, restringido financiamiento y sin crecimiento, si el número de pobres sigue aumentando en el país, mientras la supuesta mejoría no llega a la mesa de todos los mexicanos y, aun así, el Presidente Peña y su secretario de Hacienda Videgaray insisten en que seguimos en el camino, entonces, definitivamente estaremos mal y no nos irá nada bien.