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jueves, octubre 3, 2024
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Dieron cátedra legendaria

“Tijuana fue, sin lugar a dudas, nuestro mejor concierto en esta gira, uno de los mejores que haya brindado con esta cuadrilla y en mi vida de recuerdos musicales. Tenía que ser así y así fue”, destacó Andrés Calamaro “El Salmón” en su cuenta de Facebook, donde el cantautor argentino ha ido desnudando todos los rincones de un rockstar, de la gira de ese personaje que es, el humano que aún se sorprende y maravilla por una luna llena, la densidad de una brisa que cubrió la noche y el murmullo del océano. Sincerado, Calamaro brindó un diálogo franco y espontáneo, por momentos crítico y otro tanto poético. Puntual, a las 8:30 pm inició su espectáculo dando vida a “Paloma”, cuyos arreglos extrajo de “Honestidad Brutal”, álbum que publicó en 1999. Ganado por la nostalgia, recordó a The Rolling Stones enfundando los riffs de “Gimme Shelter”, y posteriormente acarició la interpretación de “Stand by Me”, del gran Ben E. King. Colgándose una eléctrica o acústica, o sentándose frente a un Rhodes, “El Salmón” nadó entre aplausos eufóricos, miradas de admiración y múltiples coros celestiales que cubrieron su segundo concierto en Tijuana. De sombrero e inspirado, el argentino rindió tributo a la música con la conciencia pura, deleitó y fue encantado la noche del sábado 8 de noviembre, fecha en la que culminó un viaje junto a Enrique Bunbury. Pantallas de leds, sonido y luces por doquier cargaron de energía esa pequeña cajita de música insertada en el inmueble taurino, donde el alma cantó y otras miles le siguieron al paso de los versos de “Cuando No Estás”, expuesta luego del diálogo: “Como dijo Juan Gabriel, las primeras canciones son de los primeros 25 años, y las de ahora son de los siguientes 25 años”, apuntó Calamaro, quien fue escoltado por cinco músicos. Una atmosfera roja cubrió lo que la neblina permitió para dar lugar a “Para Siempre”, que por última vez fue escuchada en ese vagón del tren que lo llevó a recorrer de punta a punta la República Mexicana. A corazón abierto, Andrés regaló “Plástico Fino”, “Los Aviones” y “Maradona”, abriéndose camino entre tonos amarillos y tributando al astro del futbol argentino, para continuar con “Tuyo Siempre”, con la que Calamaro apartó unos segundos para enfatizar dos que tres anotaciones más: “Hoy se acaba esta gira que fue de menos a más, estamos dando el último concierto, y el mejor. El mundo debería llamarse México, para que en la mesa no falten las tortillas, la salsa picante y el tequila. ¡Viva México!”, señaló el ex cantante de Los Abuelos de la Nada y Los Rodríguez, quien en medio de una nube, brindó por el arte de los dedos, pese a los instrumentos empapados con los que esa noche dibujó “Mil Horas”. “La grabó La Sonora Dinamita, pero la escribí yo, y gracias a ella tengo un plato de fideo en la mesa”, puntualizó el músico, escritor y productor de 53 años de edad, quien parafraseó líneas de “La Vuelta de Martín Fierro”, escrita en 1879, previo a interpretar “Mil Horas”, ante la algarabía de los tijuanenses, a quienes recetó el tequila como la cura de todas las enfermedades: “Siempre llego por la mañana y me tomo uno, dos, tres, cuatro tequilas, también como salsa picante y no me enfermo, y cuando me cuido sí me enfermo”, relató el argentino para entonar “Mi enfermedad”. Posteriormente dijo haber reivindicado el orgullo latinoamericano cantando los bohemios y recitando poemas de Carlos Gardel, continuando el encuentro con un mágico momento, en el que los asistentes acompañaron de pie los versos de “Flaca”. A contraluz, Andrés Calamaro insertó “Alta Suciedad” al programa, para despedirse con “Los Chicos”, tema que dedicó al fallecido músico Gustavo Cerati, y que revistió con poderosas guitarras, dando vida a “Música Ligera” entre líneas iluminadas, lágrimas sobre las mejillas, la pasión en la piel y una guerra de nombres: los que vitoreaban a Calamaro por dejar parte de su corazón en el Norte de México, y los que pedían a Bunbury a gritos, con quien el argentino comparte nominación al Grammy Latino en la categoría Mejor Canción Rock, por “Cuando No Estás”, desprendida del álbum “Bohemio”, que lo lleva a medirse con el guatemalteco Ricardo Arjona en la categoría Mejor Álbum Cantautor en ceremonia a celebrarse el próximo 20 de noviembre en Las Vegas, Nevada. Un retrato anunciado A diferencia de Calamaro, Enrique Bunbury apareció con un show más elaborado, escenográficamente hablando, un intro orquestal que avivó tanto a sus seguidores en solitario, como a los silenciados héroes. Aclamado, el español comenzó con su último recital en Tijuana, bajando de un platillo volador, y entre televisores apilados a su espalda, coloreó el tema “Despierta”, seguido por “El Club de los Imposibles”. Ataviado en ropa de cuero, Bunbury dejó escapar su primer “buenas noches”, el cual fue respondido al grito de “Enriqueee” desde las gradas, y el “Tijuanaa” desde el templete iluminado con luces a ras del suelo: “Es un inmenso placer estar con ustedes esta noche. Venimos a ofrecer un pequeño muestrario de ‘Palosanto’, canciones del pasado más lejano, y del pasado más inmediato”, apuntó el ex Héroe del Silencio. Al acto se sumaron “Los Inmortales”, “Hay muy Poca Gente”, este último extraído del disco “Hellville de Luxe”, el quinto álbum del cantante zaragozano que inyectó energía pura y pasión a los bajacalifornianos, quienes se deleitaron con el ayer y hoy del ícono del rock castellano. “Ódiame” saltó al estrado con un breve saludo: “Tijuana, ¿estamos todos? Es verdad”, enunció, para luego interpretar  “Más Alto que Nosotros solo el Cielo” y “El Extranjero”, y ante la monumental ovación, hincarse por largos segundos mientras escuchaba su nombre repetirse en la plaza de toros, y ante la estampa, entregarse agradecido de forma colosal, entre el brío de una velada legendaria. Rindiendo cátedra, Enrique se pintó de morado y naranja para establecer los versos de “Deshacer el Mundo” y “El Rescate”. Casi igual a su última presentación en la esquina de Latinoamérica, el ibérico retrató el programa de aquella ocasión, pese a las fallas técnicas que impidieron la continuidad del concierto, interrumpiendo la secuencia anunciada por varios minutos. “Nos disculparán, la neblina ha estropeado el equipo, el generador, ahora mismo vamos a ver si se puede arreglar, tocaremos, si no se puede, nos iremos a bañar a la playa”, comentó quien al paso de unos segundos volvió detrás del micrófono, para advertir: “No se pongan el bañador todavía”. A la noche se agregaron “Los Habitantes”, “El Hombre Delgado que No Flaqueará Jamás” y “Que Tengas Suertecita”, así como los mensajes en las pantallas pidiendo justicia por lo acontecido en Ayotzinapa, Guerrero. “Gracias por su paciencia, por no abandonarnos. Nos gustaría que nos acompañaran y que con sus celulares ilumináramos las playas de Tijuana, que nos vean desde San Diego”, dijo el intérprete como antesala a “De Todo el Mundo”, “Sí” y “Lady Blue”, canción con la que cerró el ciclo en solitario, para dar paso a los duetos junto a Andrés Calamaro. El último mano a mano, de ensueño “Qué buen invento es el tequila”, fueron las primeras frases en el regreso de Andrés Calamaro sobre el escenario, quien portaba un sarape original de Chavela Vargas que utilizó en el segmento preparado para el cierre del concierto y de la gira, el más emocionante de la velada, quizá el más libre, inspirado, y celebrado en su paso por cada ciudad a la que llegó el mano a mano. “Sin Documentos” en la voz de Bunbury, y “Maldito Duende” en la de Calamaro, dieron pie a un episodio nostálgico, bohemio y pasional. Cautivado, Andrés soltó su admiración: “Chavela Vargas, con la ranchera hacia la poesía a la máxima y mínima expresión”, para dar paso a un pequeño y emotivo tributo a Gustavo Cerati, con ambos cantantes interpretando “Crimen”, para la que ondearon una camiseta de la selección de futbol de Argentina. Con la estampa del rostro de Cerati sobre la pantalla de leds, el público vivió un momento a flor de piel, dejando huella en las mejillas de lágrimas escapadas hacia el horizonte. Ante ese retrato, Enrique y Andrés se fueron despidiendo con temas de sus antiguas bandas, de sus carreras en solitario, de la historia del rock, del México tradicional, a lo que se sumó el tango “Confesión”, de Carlos Gardel; “Estadio Azteca”, del propio Calamaro; “Apuesta por el Rock and Roll” e “Infinito” de Bunbury, además de un repertorio de José Alfredo Jiménez. El adiós en las redes La nostalgia de una gira juntos, invadió las redes sociales, donde tanto Andrés Calamaro como Enrique Bunbury, mostraron su mutua admiración. “El cierre con Enrique prometía tango, emoción, crimen y rancheras. Y celebramos mayor comunicación, inspiración y afecto plural que nunca. Fue el cierre soñado de una gira… subió conmigo el poncho de Chavela y una pared de personas disfrutó con nosotros  -y a la par de nosotros- el ‘hasta siempre’ de una gira que fue de menos a más, que terminó como tenía que terminar, por todo lo alto, cantando juntos, compenetrados, arriesgando en las interpretaciones y empapados de la pasión del respetable de Tijuana que fue el mejor”, mencionó Calamaro. Por su parte, Bunbury hizo lo propio: “He tenido el privilegio de cantar con Andrés, la voz de oro de la música en nuestro idioma. Autor por encima de los géneros, por encima de las modas. Por encima de las opiniones, tweets y comentarios a pie de página. Por encima de la prensa, alabe o ignore. Un ícono, una leyenda, una realidad, un hecho irrefutable y comprobable empíricamente. Yo, permítanme fanfarronear un poco, he cantado, he cenado, he charlado y he aprendido, durante este mes de gira mexicana, con uno de los más grandes. Uno de los que escriben la historia… mientras otros la transcriben o transforman”.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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