Hace semanas, Marina Calderón Guillén, regidora por el Partido Movimiento Ciudadano en Tecate, confesó a quien escribe esta columna lo enfurecida que se sentía por los abusos policiacos y la corrupción en la corporación. La candidata fracasada a una diputación federal, narró que se concentraba en diferentes casos de abuso de autoridad, complicidad de funcionarios. Los estaba documentando para exigir cuentas, además, pidió la renuncia de Bartolomé Canto Lam, director de Seguridad Pública, y hasta con la Gendarmería de la Policía Federal había ido para señalar a los municipales. En resumidas palabras, era de las pocas voces que desde el Cabildo señalaba lo que los ciudadanos saben y padecen. Con el tiempo, quién sabe por cuál misterioso motivo, Calderón cambió de opinión. Antes había prometido colaborar con ZETA para publicar los casos aún no salidos a la luz, ahora ya no expresa tanta irritación. Cuando reporteros de este medio la buscaron, su actitud fue otra: no tenía tiempo, no tenía datos, no contestaba el celular, ya no tenía la información que dijo tener. Así se maneja la indignación política.
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