En los de-efes, el pasado fin de semana Porfirio Muñoz Ledo, ex dirigente nacional del PRD, compartía la mesa de un restaurant en Polanco con el senador panista Jorge Luis Preciado Rodríguez. Su plática se limitó entre ellos y un tercer acompañante. El varias veces legislador por los partidos de izquierda no se miraba incómodo frente al coordinador del grupo parlamentario del PAN en el Senado. Martinis, cigarrillos y otros tragos de por medio. Luego de varios minutos, y antes que los platos de comida llegaran a la mesa, un corpulento hombre con pinta de guardaespaldas entró al sitio y se apersonó a la mesa de los políticos. Muy de cerca lo seguía una señorita de no más de 25 años. La mujer caminó hasta llegar a la mesa y ser presentada. Joven, curvilínea, natural el pelo y el maquillaje, tacones altos seguidos de piernas enfundadas en leggings. Cuerpo que no podría pasar desapercibido, joven, difícil no verla. El hombre le indicó donde sentase, justo al lado derecho de Muñoz Ledo, quien inició la conversación hacia la fémina invitada. Un cuadro común en el Distrito Federal, dicen los comensales, entre los alimentos y gustos de los políticos.