El jueves 7 de agosto se dio a conocer la última cifra alarmante del INEGI: la inflación en México llegó a un 4.07 por ciento en julio a tasa anual. Por supuesto que ese número representa su mayor nivel desde febrero de este año, a un mes después de haberse implementado la lacerante reforma fiscal de Enrique Peña Nieto. Un día antes, miércoles 6, el propio Instituto Nacional de Estadística y Geografía había anunciado que la confianza del consumidor cayó 2.5%. Sin embargo, el mismo jueves 7 de agosto, en el marco de un evento que organizó el Banco Latinoamericano de Comercio Exterior, Agustín Carstens, gobernador del Banco Central, declaró que desde tiempo atrás, el índice de precios está controlado, teniendo en cuenta un objetivo de 3% de inflación, mismo que se alcanzará el año entrante. “Ahorita estamos cercanos al 4 por ciento por algunos choques en precios agropecuarios, pero nosotros en la Junta (de Gobierno) esperamos que converjamos rápidamente al 3 por ciento a inicios del año entrante”, estimó el titular de BANXICO. La explicación de Carstens a este comportamiento negativo de la economía, es que México no ha terminado de absorber el impacto de la Reforma Hacendaria que asignó más impuestos al consumo. En la misma reunión, el directivo destacó que la macroeconomía mexicana sigue sólida, lo cual permitirá que el peso soporte el proceso de normalización de políticas monetarias de los países desarrollados.