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martes, octubre 1, 2024
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No se acaba de ir

En Estados Unidos, y en tratándose de presidentes, hay tres cosas que se espera de ellos una vez concluido su periodo: que escriban sus memorias, que inauguren su biblioteca pública, y tomar uno de dos caminos: o dedicarse a ayudar al mundo a través del altruismo y las causas sociales -no gubernamentales-, o que se retiren a su hogar en su ciudad natal a descansar. En México lo que queremos los mexicanos cuando un Presidente de la República concluye su mandato  -al menos en la historia contemporánea- es que se vayan, se callen y no vuelvan más, ¿o no? Ahí están los casos de José López Portillo, Carlos Salinas de Gortari -intencionalmente me brinqué a Miguel de la Madrid Hurtado (qepd), porque de tan gris, llegó, se fue, regresó, estuvo y no pasó nada-, Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa y próximamente, Enrique Peña Nieto. La excepción, la única, es Ernesto Zedillo Ponce de León, un Presidente serio que concluyó, agarró su avión, se fue del país, es un honorable maestro en universidades internacionales y un importante consultor en empresas multimillonarias por todo el mundo. Nada debe, nada teme y nada esconde. Pero de ahí en fuera, a ver, ¿a cuál defendería Usted? ¡Exacto! (¿o me equivoqué con su respuesta?). Los mexicanos hemos sido tan mal tratados por los presidentes de la República, que lo que queremos siempre es que su sexenio acabe. La gran mayoría porque toma decisiones centralistas, otros por la sospecha de corrupción que pesa sobre ellos, y unos más porque no eran -no son- precisamente las personas más inteligentes, comprometidas y voluntariosas para llevar a México a otro nivel de desarrollo y crecimiento. También, porque su principal propuesta para sacar más dinero -que no más desarrollo o crecimiento- generalmente es incrementar los impuestos o vender los bienes de la nación. Nada de atraer inversiones, incentivar a los contribuyentes, retribuir a los gobernados, mejorar las condiciones de vida, de infraestructura y desarrollo económico, nada de eso. Desde López Portillo hasta Peña Nieto, los pobres en México van en aumento. Cada vez hay más pobres porque hay más riqueza en otros lados. Se nota la marginalidad porque hay más desarrollo en otros países en términos de tecnología, vivienda, empleos, servicios, etcétera. México sigue sumido entre la corrupción -definida esta semana por el Presidente como parte de la condición, casi humana- y el abuso de unos cuantos sobre la gran mayoría. Los partidos políticos en el gobierno, una clase privilegiada de políticos que saltan del Poder Legislativo al Ejecutivo y viceversa, y que terminan como millonarios. Por eso, cuando uno está renegando de su actual Presidente, ya sabe, la Reforma Fiscal que está acabando con tantas pequeñas y medianas empresas, el incremento al 16 por ciento del IVA en la frontera que nos ahoga, las importaciones limitadas, la contabilidad digital de primer mundo en un país de tercera, la apertura de los petróleos a los extranjeros, el poderío de los medios de comunicación electrónicos preponderantes, que llegue un ex Presidente, es cosa de no por favor. Y en efecto, como si con el actual no tuviésemos suficiente, llegó al país el ex Presidente Felipe Calderón Hinojosa, para… ¡justificarse!, y con ello desviar la mirada y opinión sobre Enrique Peña Nieto hacia su persona. Vino a presentar un libro que nadie le solicitó, pero que él realizó -igual y también lo escribió- para defender lo que fue su gobierno, el que insiste, no debe estar marcado por la narcoguerra. En la Ciudad de México -¿dónde más podría ser, tratándose del presidencialismo así sea panista?- y en el Club de Industriales, Calderón presentó su libro “Los Retos que Enfrentamos. Los Problemas de México y las Políticas Públicas para Resolverlos (2006-2012)”, o sea… ¿En serio? ¿A estas alturas? Según dan cuenta las reseñas, el ex mandatario inició su discurso así: “No pretendo engañar a nadie: es un texto que busca explicar lo que hicimos, pero aun así, tampoco se trata de un informe que carezca de reflexión y autocrítica. Como todo gobierno, en tanto que actividad humana, el mío tuvo limitaciones, errores e insuficiencias, pero también tuvo aciertos y programas exitosos”… ajá. En varios puntos del libro, el michoacano justifica las decisiones que tomó y sugiere medidas para controlar fenómenos actuales en base a la “experiencia” adquirida. No le fue bien a Calderón, especialmente con los panistas, muchos -Héctor Osuna Jaime incluido- lo culpan del terrible desgaste en que se encuentra el PAN en estos momentos. Además, como siempre con su mala suerte, tuvo el tino de programar la presentación de su libelo, tres días después de darse a conocer el video del ex coordinador de los panistas en la Cámara de Diputados, Alberto Villarreal, y sus secuaces panistas y legisladores, dándole con todo al bailongo acompañados de chicas de cara compañía y conocidos bares desnudistas de Puerto Vallarta. Lo mejor que podría hacer Felipe Calderón Hinojosa, el ex Presidente -lo mismo aplica para el comerciante de lo que sea, Vicente Fox-, es quedarse callado, reflexionar en silencio y dejar al actual hacer su trabajo. Su tiempo ya pasó, y si nadie le da trabajo en el extranjero, pues que administre su fortuna; porque al igual que los presidentes vivos -a obvia excepción de Zedillo-, cada mes le llega una vasta pensión de parte de todos nosotros. ¿No?

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