Si usted es tijuanense de cepa, podrá recordar claramente las distintas épocas por las que ha pasado Tijuana, especialmente en su Zona Centro como le ha sucedido a la famosísima Avenida Revolución. Algunas épocas, ya perdidas en la memoria de sus habitantes, fueron de una bonanza turística legendaria que atraía multitudes, entre artistas de la talla de Hollywood, comerciantes, mercancías europeas de gran prestigio, incluso era frecuentada por marineros estadounidenses que venían a buscar diversión a la misteriosamente indomable Tijuana. Aquellas épocas, las cuales solo puedo imaginar entre los murmullos de anécdotas, se esfumaron como gotas de agua en el desierto bajacaliforniano. Nuevas leyes, nuevas décadas, nuevas tendencias, nuevas prohibiciones, nuevos comercios, nuevas crisis formaron la siguiente época turística de Tijuana, aunque menos glamorosa que la primera, aún mantendría su estampa de la ciudad más visitada del mundo, ofreciendo en su vida nocturna, su oferta gastronómica y sus curios, un aliciente a los extranjeros principalmente. Pero entonces vino el imborrable derrumbe de las torres gemelas de Nueva York y con ellas también se derrumbó estrepitosamente casi todo nuestro turismo. La vecindad amigable que forma una frontera común entre güeros y tijuanos, sufrió un cisma muy hondo y entre las diarias alertas de seguridad, el temor desbordado, la incertidumbre, la paranoia, los muros divisorios y la crisis comercial, los pulsantes antros nocturnos, como la sangre que alimentaba a Tijuana, se tornó en una severa anemia. Cerraron la mayoría de los lugares, se fueron los negocios establecidos, los curioseros prácticamente se extinguieron. Ya no había clientes, ni turistas, ni visitantes. La Avenida Revolución lucía fantasmal, como un Chernobyl en medio del crudo invierno. Fue sin duda una época terrible para el comercio, lo cual ahora sí me tocó vivir y sufrir en carne propia como rentero, visitante y comerciante del Centro. No me voy muy lejos si digo que no sabíamos si saldríamos de esa clase de crisis nunca antes vista. Fue una hecatombe económica, turística y social para todos los que vivimos aquí. No podíamos evitar preguntarnos… Qué sería ahora de Tijuana, especialmente de su Zona Centro; ¿volvería a latir el corazón de mi ciudad? ¿Volvería el mundo a voltear a ver a Tijuana? ¿Qué haríamos para reinventar el Centro Histórico? Sabíamos que nunca volvería el pasado y que hoy había que hacer algo novedoso y diferente. De manera sorpresiva, darían la cara por Tijuana los artistas, los jóvenes, los emprendedores, los soñadores y los creadores de la nueva era. Lenta pero seguramente, se fue incubando un movimiento cultural mayor, que de existir entre las sombras, al tener ahora un espacio propio de desarrollo, comenzó a surgir de su incubadora creativa. Acaso por la visión y el trabajo de un grupo selecto de personas o por pura suerte o casualidad, le tocó a un negocio del cual formo parte, poner la primera semilla de este discreto movimiento cultural que pronto sería una ola gigantesca de creatividad de interés internacional que detonaría otros pasajes culturales del Centro. El Pasaje Rodríguez, un lugar que otrora había sido la meca de negocios muy distintos ha ido después al declive, fue retomado por este grupo fantástico de artistas que originaron el movimiento creativo tijuanense y bautizándolo tentativamente como el PRAD, Pasaje Rodríguez de Arte y Diseño. Fue algo que floreció y que cumplió cabalmente su cometido mientras duró. Se organizaron eventos grandiosos que atrajeron la atención de medios extranjeros y locales por igual. Desgraciadamente el impulso acabó, sin importar si fueron las diferencias entre artistas, o el término de los apoyos económicos, o los planes de distintos gobiernos, el caso es que casi se nos apagó para siempre la chispa que ahora movía a Tijuana. Claro que no íbamos a dejar que acabara de tal manera algo que ya es una parte del alma de nuestra Tijuana. Mi familia, que ama por demás a esta copropiedad, un edificio histórico que tiene más de seis décadas de existir y prosperar, ha decidido apoyar con todo al nuevo Pasaje Rodríguez ahora conocido como PARO, Pasaje Rodríguez. Una nueva y vanguardista imagen, increíbles proyectos culturales, ecológicos, temáticos, y que ahora cuenta con un mapa completo de todos los centros culturales que existen en toda la Zona Centro, para beneficio de visitantes extranjeros y locales. Con ello invitamos a que todos descubran que tanto hay que ver, probar y conocer en la gran Tijuana. Nuevas galerías, murales de artistas reconocidos, cafés literarios, cerveza artesanal de gran calidad, eventos de moda, exposiciones, música, teatro y todo lo que usted pueda imaginarse que existe ahí para ser experimentado. Recuerde que Tijuana nos hace el PARO a todos en cultura, en turismo, en creatividad y en cordialidad. Tijuana es el Canvas donde se pinta el alma de los tijuanenses. Hay que devolverle a ella, su estatus de Ciudad Cosmopolita y Mágica para que recobre su eterno lustre y prestigio. Así, pues, de nuevo le invito cordialmente a conocer el nuevo Pasaje Rodríguez, PARO, y todos los centros culturales que hacen hoy de Tijuana un nuevo polo de conocimiento, de artes y de creatividad sin paralelo. ¡Qué orgullo ser tijuanense y amar la cultura! Gracias. Toraijin Arendori Tijuana, B.C.