Mosaico de humor y tragedia es el resultado del monólogo “El Diario de un Loco”, protagonizado por Mario Iván Martínez Morales y presentado ayer jueves 29 y hoy viernes 30 de mayo en el Centro Cultural Tijuana (CECUT), donde cientos de tijuanenses fueron persuadidos por la obra del escritor ruso Nikolai Gogol, parte de una quinteta de cuentos concebidos a principios del Siglo XIX, y por la trayectoria histriónica del actor mexicano, quien charló con ZETA sobre esta puesta en escena, su trayectoria, su impulso por la lectura y su misión de entretener al público infantil. Privilegiado, el también actor de películas como “Cronos” y “Como Agua para Chocolate”, definió su perfil: “Me gustaría pensar que soy un trabajador de la escena con un afán que me empuja más hacia cultivar un prestigio pequeño que una fama efímera. Creo que la vida es demasiada corta como para llevar esta profesión de manera burocrática. Afortunadamente me considero una persona privilegiada, al poder vivir de lo que me gusta, y ya no tener que vestirme de Pollo Maggi para pagar la renta. Es el privilegio de la selectividad el que me cobija hoy; por otra parte, la parte medular de mi desempeño profesional es brindar dignidad y diversidad a la oferta infantil, aunque no estoy cerrado a propuestas que atañen a cine o televisión, otras disciplinas para adultos. Me siento contento de propiciar un caballito de batalla en el rubro de teatro para adultos, que es este reto llamado ‘El Diario de un Loco’”. — ¿Cómo logras dar personalidad propia a un monólogo que tiene un referente imborrable, como el trabajo durante 25 años del maestro Carlos Ancira? “Creo que hemos abordado el proyecto con toda la seriedad, disciplina, congruencia que mostró el maestro Carlos Ancira, sobre todo para propiciar una versión muy nuestra, de un texto que no fue concebido para la dramaturgia; es un cuento que forma parte de un quinteto de cuentos que escribiera Nikolai Gogol, alrededor de 1834, de los que destaca ‘El Ropero’, ‘La Nariz’, ‘El Retrato’ y ‘El Diario de un Loco’. Entonces, todo el que aborda ese texto, tiene que forzosamente traducirlo al lenguaje escénico, encontrar su forma de decir y de contar las cosas”. — A tu consideración, ¿cuáles serían algunas diferencias en el abordaje que conciben del cuento? “Nosotros empezamos a experimentar para que mucho de lo que está escrito lo dijera la luz, la escenografía, la corporalidad, la música, cosas que tampoco están en el texto, y el maestro Ancira y (Alejandro) Jodorowsky encontraron sus fórmulas. Ahora nosotros no vimos esa puesta porque mi prima Luly Rede (directora) y yo estábamos estudiando en Europa, pero Luly hizo su traducción del ruso al español, muy personal, así es que nadie nos puede acusar de plagio. Lo que sí estamos recogiendo es la difusión del trabajo que el maestro Ancira hizo en 25 años, al difundir un texto tan perenne y tan lúcido sobre la evolución hacia la esquizofrenia, que es ‘El Diario de un Loco’. “Otra de las cosas que había que hacer, era conocer a estos pacientes esquizoides, por eso conocí pacientes del doctor Horacio Reza Garduño, quien puso en contacto a muchos de ellos conmigo para que yo pudiera adentrarme en sus delirios, y no hacerme el loquito, que es lo más peligroso de esta obra; es decir, caer en el cliché del típico loco, si tú no te la crees, si tú no te adentras en lo que le está pasando con la mayor profundidad, si los manierismos vienen de una cuestión estereotipada, el personaje se sentirá acartonado y unidimensional. Lo que hicimos fue acercarnos a estos pacientes y darle tridimensionalidad”. — ¿Cómo salir y entrar a un personaje tan complejo y delicado? “Ciertamente ‘El Diario de un Loco’ provoca ciertas cosas en la mente y en el cuerpo, que te coloca en planos sicológicos, mentales, eróticos, demenciales, muy altos; por ello, al final hay que sacudirlo, y guardar todos estos delirios en los cajones para regresar a tu persona y contemporaneidad. Afortunadamente tengo proyectos con niños para recobrar mi cordura, si nada más hiciera ‘El Diario de un Loco’, quien sabe cómo terminaría”. — Se entiende que el motor de este cuento es el reflejo de un mundo que vivió Gogol, pero que ahora es paralelo a la época actual… “‘El Diario de un Loco’, a pesar de ser escrito en 1834, tiene muchos ecos dolorosos con el México de hoy, en primera instancia hay una crítica muy ácida de parte de Gogol, hacia la corrupción y la burocracia, que prevalecían en Rusia, y que tiene relevancia muy dolorosa con el México contemporáneo, donde seguimos sufriendo los estragos de una clase política sumamente corrupta. Entonces eso es definitivo”. — ¿Cómo se identifican tus públicos con este reflejo? “Primero que nada, lo que estamos viviendo es un hombre que se enamora de la hija de su jefe y que poco a poco, a través de las humillaciones que sufre en su trabajo, la incapacidad de subir a otra estrato, lo va llevando a sufrir trastornos eróticos y demenciales. Lo que sucede es que a pesar de ser escrita en 1834, la gente dice, ‘claro, a mí me han humillado así, a mí me han despreciado de esa manera’, pero prevalece la cordura, algunos pasan esa línea y ya no regresan”. — ¿Existe una misma reacción del público al experimentar este mosaico de humor y tragedia? “La experiencia con este montaje, después de casi dos años de presentarlo, es muy diversa, sobre todo porque nosotros hemos abrazado el humor que hay en esta tragicomedia, y lo abrazamos porque yo al conocer a los pacientes, me di cuenta que Gogol los había estudiado con mucho cuidado, estos personajes te pueden hacer reír y llorar en una frase. Es volátil en las reacciones, de las cosas terribles a las cosas más hilarantes. Nuestro montaje es eso: hay un encuentro de reacciones, a veces muy polarizadas, hay quien se identifica con el dolor del personaje, hay gente que lo frivoliza, pero al final hay partes donde nadie se vuelve a reír; hay crisis mental porque este hombre pasa el nivel. “Gogol evidencia la crueldad tan grande con que muchas veces estos pacientes son tratados, si hoy eso prevalece, imagínate cómo eran tratados a mediados del Siglo XIX, como animales. La reacciones son muy misceláneas, muy diversas, pero al fin de cuentas de eso se trata el teatro, de provocar, de que la gente salga distinta de cómo entró. “Por otro lado, creo que mientras estemos tratando con pasiones humanas universales, hemos comprobado una reacción muy homogénea. Hay una amplia gama de sentimientos que se manejan en este montaje, amén del diálogo que se establece entre el actor y entorno, porque aquí no está solo, la escenografía es otro personaje, se mueve y enloquece con él. La música enloquece junto con él, la luz también. No hay un personaje, hay un muro que comienza como muro, pero mientras, enloquece al mismo tiempo. Eso no está en el texto original, eso lo fuimos descubriendo, propiciando para que ‘El Diario de un Loco’ se convirtiera en una propuesta escénica, y se separase del género del cuento”. — En tus palabras, se entrevé un arduo trabajo detrás de la obra, sobre todo de un esfuerzo familiar… “Sí, precisamente es una apuesta familiar, mi prima y yo hemos jugado a hacer teatro desde niños, y hoy estamos propiciando hacer teatro profesional, maduro, que cimenta nuestras relación afectiva y familiar. Es un proyecto de vida, su esposo Omar González hizo la música. El maestro Matías Borrero hizo la iluminación para formar un equipo congruente, cuando estuvimos improvisando, ellos estuvieron presentes, a raíz de lo que yo proponía y viceversa. La obra se fue construyendo como ese pastel de limón que se hace con capas en el horno, así…”. — ¿Cómo harán para que ‘El Diario de un Loco’ no se convierta en obra de un solo ciclo? “Esta es una con muchos directores, y que también en su momento dimos una función para amigos teatreros, productores, para depurar nuestra obra, única e irrepetible en el teatro. No puedes dejar que se haga rancio, y mi directora no lo deja, porque de las casi cien representaciones que hemos hecho, ella ha estado en 97, lo cual es atípico. Generalmente a los directores les pagan, hacen su montaje y se desaparecen, y tres meses después llegan por la placa, y llegan con el actor y le dicen, ‘oye qué mal estás’. Las obras de teatro que se abandonan, se van corrompiendo. Eso sucede, cada función ella me dice, ‘dale por acá, este texto ya está perdiendo fuerza, métele por ahí, vete de ese lado’. Ella (Luly Rede) es una salvaguarda implacable, que en realidad está haciendo lo que deberían hacer todos los directores: estar al pendiente de su trabajo, y como actor, siempre viendo la manera de cómo mejorar o interpretar cada escena”, concluyó el actor, quien invita al público bajacaliforniano a dejarse provocar por el teatro. Además de presentar dicho monólogo, Mario Iván Martínez prepara su álbum discográfico número 22 de una colección infantil, en homenaje a Francisco Gabilondo Soler, bajo el cuidado de Tiburcio Gabilondo Gallegos, hijo menor de “Cri-Cri,” que será publicado en verano bajo el título “Que Dejen Toditos los Sueños Abiertos”; así como una gira por Lima, Perú, a donde llevarán “El Diario de un Loco” y su versión en inglés para festivales de teatro en el Reino Unido.