Árboles que mueren solo por ser viejos, porque atrás de todo hay fines aviesos. Rodaron cabezas, cuerpos y los brazos yacen en el suelo hechos mil pedazos. Murieron gigantes que nos vigilaban y con su follaje nos reconfortaban. Ya no escucho el aire en sus viejas copas ya no hay melodías, murieron sus notas. Y es que solamente restos de troncones adornan mi parque entre los rincones. El dinero viene, el dinero va, el amor de viejos es eternidad. Vámonos, pirules, sauces y cipreses, solo por ser viejo moriré cien veces. Alberto Torres Barragán