Alguien le enjaretó el tan despreciable apodo de “La Bruja”. Por eso quienes no la conocen se imaginan una figura diabólica. Claro, como la hemos visto desde niños. Con escoba en la mano. Rama seca, gruesa y tosca haciéndola de mango. En lugar de ixtle, delgadas pero duras varitas. Parece como si en lugar de barrer se tratara de rascarle la comezón al suelo. Aparte no han dicho los que la apodan si está bonita. Sé que fea no es. Pero nada más con decirle “La Bruja” provocan imaginación: narigona, cacariza y granienta. Chimuela. Tuerta o con un ojo cegado por las cataratas malditas. Vestido deshilachado, tan negro como para esconder años de uso y mugre. Cuello redondo. Nada de escote. Suelto, como dos o tres medidas más grande. Cayendo hasta cubrir los pies y por eso arrastrando la tela. Manga ancha y larga. Manos huesudas, flacuchas. Uñas tan puntiagudas como un puñal acerino. Más sucias que cochambroso bote basurero. El infaltable sombrero obscuro. Ala ancha y de pico. Malhecho. Los de “Harry Potter” son elegancia. Alguien reseñó como bruja y con tal mote a Enedina Arellano Félix. Lo leí por allí. Hasta el escribidor la figuró sin certeza como nueva y única jefa del Cártel Arellano Félix. De pilón la etiquetó “actualmente prófuga”. Esto me recuerda la referencia de un buen abogado y amigo: imposible divorciar a los jóvenes que todavía son novios. Y en este caso, Enedina no se ha fugado porque jamás ha sido prisionera. La fantasía rodeó a Enedina. Casi nadie la mencionaba. Pero luego de muerto su hermano Ramón y entabicado Benjamín, la fama le cayó como suela de zapato a colilla de cigarro. Dos publicaciones empataron: Reforma y ZETA con una serie sobre “las padrinas”. Llamadas así en Italia las viudas de capos muertos o apresados. Mientras sus maridos estaban vivos o libres no se metían en el narcotráfico, pero ante la adversidad siguieron a fuerza “el negocio”. Precisamente por su inteligencia y licenciatura contable la consideré compartiendo el mando del cártel con sus hermanos Eduardo “El Guali” y Francisco Javier “El Tigrillo”. Por eso la llamé “padrina”. Pero se apareció la fantasmagoría periodística. Les dio por entronizarla “padrina de padrinas”. Luego apareció el apodo demoníaco. Y si le decían así nadie lo sabía. Naturalmente surge la obligada imaginación de verla manzana en mano y persiguiendo a Blanca Nieves. Por deducción en unos casos y referencia oficial en otros supe de su manejo en los negocios. Compañías inmobiliarias y constructoras en Guadalajara. Numerosas residencias en Zapopan. Compra y ampliación de la cadena “Farmacias Vida”, con inversión millonaria. Importación a lo gigante de famosos cosméticos europeos. Distribuidos en las más importantes tiendas mexicanas operando sucursales clave: Guadalajara y la Ciudad de México. Pero no la creo metida entre decisión de ejecuciones. Tampoco en la compra, transporte y venta de cocaína o marihuana. Más bien la siento con un carácter tan firme como para el manejo de los dineros. Ponerle ojo a buenos negocios paralelos. Y deshacerse inmediatamente de los que no daban esperanza de utilidades. Hace algunas semanas leí por allí algo sobre “Lola la Chata”. Operaba hace muchos años. Pero era más fama y menos narcotraficante. Se dedicaba al mercanchifle porque pocos le entraban. En toda su vida no debió manejar una tonelada de cocaína o marihuana. Y por mes comerciaba lo que en una hora cualquiera de los capos actuales como “El Mayo” Zambada, Osiel Cárdenas Guillén, “El Chapo” Guzmán, los Carrillo Fuentes, “El Azul” Esparragoza, Nacho Coronel y, naturalmente, el Cártel Arellano Félix. Fue como un Cadillac de aquellos años. Comparada con los de igual marca y de este tiempo son reliquias. Enedina está como algunos políticos sexenales: producto de la publicidad. Con una diferencia, esta dama no contrata agencias, head hunters ni anda buscando slogans. Contrario a los gobernantes de marketing, no tiene pecados notables. A estas alturas es muy difícil probárselos y más encontrárselos. Es muy competente en la organización y el manejo de los negocios. Pero ajena a los reflectores. Una muestra son las “Farmacias Vida” y otros negocios paralelos. Todo mundo sabe cuándo y cómo los pilotea, pero no aparece en escrituras ni actas. Ajena totalmente a reflectores. Por eso le queda más “padrina” sin haberla visto que “bruja” viéndola. Confieso no conocerla personalmente. Me gustaría y más platicar con ella. Nada sobre Ramón ni Benjamín. Tampoco de la familia o el por qué de su divorcio. Ni siquiera ese misterio de mantener al ex esposo en los negocios. No. Entrevistarla para que me cuente su vida. La imagino demasiado interesante. Desde chamaca. Aquellos días en Guadalajara, Mazatlán, Culiacán, Guadalajara, Tijuana, San Diego y no sé cuántas ciudades más. Saber qué le dio por estudiar contabilidad. Cómo se portaban sus compañeros y compañeras de salón sabiendo de quien era hermana. Si sus profesores le exigían tanto como a los demás. O apanicados la pasaban con buenas calificaciones. Por allí en unos expedientes de la Procuraduría General de la República estaban engrapadas y casi perdidas numerosas fotografías. Negativo 120. De aquellos tiempos cuando sus hermanos vestían pantalones “acampanados”. Y todos de pelo largo cubriéndoles los oídos. Se nota que convivían bastante con ella. Sobre todo Ramón, Benjamín y Eduardo. Alguien de la PGR copió las fotografías y por esas cosas de la vida me dejaron verlas. Luego recibí dos que tres ya publicadas. Desafortunadamente de mala calidad. Pero me prometieron más. No me imagino su noviazgo. Si los guarda-espaldas de Ramón o Benjamín la cuidaban. O para cada pretendiente había una advertencia de los hermanos. Sin entrometerme en lo privado, me gustaría saber así por encimita, sobre sus ceremonias matrimoniales. Y desengañarme si en su luna de miel hubo el resguardo de escoltas armados. Alguien me llevó hace años a mi oficina una copia de boleta universitaria de Enedina. Pero en impresora de inyección y papel sensitivo. Me llamaron atención los buenos promedios. No la publiqué porque sus hermanos andaban en el narcotráfico y ella en el estudio. Ni copia le saqué. En marzo pasado cuando encarcelaron a Benjamín la busqué. Estaba tan borrada que apenas se distinguía uno que otro rasgo. Todos los detalles se esfumaron… y no precisamente por brujería. Tomado de la colección “Dobleplana” de Jesús Blancornelas, publicado el 1 de octubre de 2002.