En mi mente, los recuerdos de una infancia tan sufrida; y me estresaban los miedos, pues siento abierta la herida. No había cariño de padre, su presencia lastimaba, tampoco el amor de madre, ¡el odio la transformaba! Trato cruel y despiadado, los hijos de su pareja recibían mejor cuidado, ¡no les jalaban las orejas! Vivíamos en vecindad, nos tenían bien encerrados, no llegaba la Navidad ni disfrutaba regalos. Un día salimos a jugar, pero cuando ellos llegaron… no lo he podido superar ¡sin tragar y bien golpeados! Mi madre me ordenó cuidar a un hermanito sentado, yo lo trataba de abrazar, ¡pero se cayó de lado! ¡Enojada como fiera!, golpeándome me insultaba poniendo otra vez la prueba… ¡que al niño se lo cuidara! II Por más que yo me esforzaba hincándome nuevamente el niño se me zafaba ¡cayéndose ahora de frente! Mi madre tomó un cuchillo, me amenazaba de muerte, temblaba como un chiquillo, ¡maldiciéndome la suerte! Me tumbó sobre la mesa, con el cuchillo en mi cuello me dijo: si puedes, reza, ¡yo no salía del resuello! De pronto la vi calmarse atendiendo a mi hermanito, lloraba sin controlarse, ¡no pude soltar ni un grito! Más maltratos que cariño, malpasados por el odio, recuerdo que yo era un niño, ¡se ensañaban como un ogro! Eran tiempos tan distintos y trabajaban de noche, se tomaban vino tinto, no paseábamos en coche. Jugábamos con ganchitos, inventamos el rebote, aguantar como machitos los maltratos del grandote. III El padrastro nos trataba como a dos animalitos, con la hebilla nos golpeaba ¡y a patadas… dormiditos! Nos hincaba sobre fichas con piedras en la cabeza y tan lejana la dicha de separar la pareja. Cuando al fin se separaron, recuerdo, por tantas broncas, nos sentimos liberados ¡del ogro que tanto ronca! Mi pensamiento se aleja y los ojos se me nublan: a mis hermanos los deja ¡y nos aprieta la hambruna! Ya lejos de esa persona, incontables los padrastros, el progreso se asoma y de los niños, ni rastro. Extrañaba a mis hermanos, pero no los coscorrones, me los daban otras manos: ¡yo creo que por cabezones! Esta anécdota que cuento quedó grabada muy fuerte, dejó secuela en el tiempo, ¡vuelco al corazón y mente! Joel Vizcaíno Parra Tijuana, B. C. Teléf. 6 21-01 80