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jueves, febrero 15, 2024
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Perenne lucha

La muerte es invitada todas las tardes a una corrida de toros, casi nunca asiste, pero el día que se va, nunca lo hace con las manos vacías. El Toreo es la ciencia de la vida, saber torear es saber vivir; el toro es el que embiste, el que acomete, el que quiere enganchar al torero para herirlo o matarlo. El toro es el peligro que ronda, acecha o que viene al encuentro. El torero es el que la sortea, la engaña y trafica con ella. El que crea arte para no morir, conquistando la gloria. El uniforme blanco de los médicos inquieta a los matadores con el supuesto desenlace trágico de la cornada, y aparece en escena la figura de un personaje que se mantiene durante toda la corrida en una contrabarrera, es el momento en que las manos sabias de los galenos entran al quite con la intención de salvar una vida, haciendo a un lado el precepto de la cirugía taurina que desconoce hasta donde termina la ciencia y cuando empieza el milagro. Para ser un buen médico de plaza se necesitan tres elementos. Primero, tener amplia experiencia en el manejo pre hospitalario y quirúrgico en pacientes, igualmente, ser un buen aficionado. Un médico que no lo es, no muestra un total interés o profundiza en comprender la mentalidad de los diestros y sus múltiples reacciones. Desde tiempos remotos, los toreros han vertido su sangre en el marco de un ritual de vida y muerte a la que enfrentan cara a cara limpiamente. El caballo de pica pacta con el diestro contra el toro. El diestro necesita de la ligereza del picador para herir el morrillo, pues el matador responde por él. El capote es un trozo de tela de color vivo que sirve para llamar la atención del toro, atraerlo e invitarlo al juego a la lucha, sirve para trastearlo y adivinar sus intenciones, y establecer la categoría del riesgo de la misma manera que el toro abanto corretea hasta que se encuentra con la capa, que en suma, es la imaginación del torero. Las banderillas, son las flores que el torero fácil, dominador, seguro, coloca esquivando a la mala suerte, y con mayor razón, si se emprende a cuerpo limpio. De ninguna manera es ni práctica, ni inútil, es un derroche que se descara inconscientemente. La muleta es la herramienta de los trabajadores del valor, aquel que la domina conoce sus secretos, es el único que juega tranquilo. La sarga es el pararrayos de las cornadas, y el estoque es el rayo de plata que se alza sobre la mano derecha. El mundo es una gran plaza de toros donde el que no torea, embiste. El público también actúa a su debido tiempo, nunca es el hombre un espectador eterno, estático y sin rostro. A la lucha eterna se le llama lidiar o torear, es el único arte que conoce reglas para su evolución. El toro bravo tiene un sitio para nacer, la fiereza se la proporciona el pasto, cuando una ganadería entera cambia de lugar, pocas generaciones después pierde en bravura lo que gana en mansedumbre. Los animales no envestirán o acometerán por nada ni por nadie, se les moleste o se les acaricie. Al toro bravo se le cambia de pasto, y a los 20 años nace manso; por el contrario, si a los mansos se les lleva a los terrenos del animal bravo a los 20 años, salen como fieras. Actualmente se cataloga a las corridas entre las crueldades universales, es necesario que el mundo sepa que el toro es una fiera, que únicamente sirve para la emoción y la belleza. Asimismo, existe un principio teológico que afirma que el toro fue creado por Dios. arruzina@gmail.com    


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