Tres elementos fueron claves en la temporada 2013-2014, el entrañable “Ole” de la Plaza México que se recalca tarde a tarde. El fenómeno que significa Juan José Padilla y el caudal de apéndices cortados. Cualquier apegado tiene que respetar la sensibilidad y no imponer sus gustos, pero el antitaurino tiene que admitir a cambio la sinceridad del aficionado, tan humano, tan poco cruel, tan capaz de sentir piedad. La desgracia que en la actualidad prolifera como cierta moda oportunista y vaga, es ajena a la realidad de las corridas. El aficionado que vea corridas de toros en varias plazas, sabrá que cada una tiene su Ole propio, tan distinto como su diferente manera de percibir el Toreo. Hay “Oles” arrastrados y cortantes, alegres o desgarbados, hábiles de matizar entre el ángel y el duende, la gracia y la elegancia, la clase y el estilo, la hondura y el desgarro, la inspiración y el pellizco. El Toreo no tiene fe, solo cree en lo real, por eso no se puede contar ni nadie cree la faena que no ha visto. El Ole entre el grito y la palabra es la respuesta más inmediata y profunda que el hombre otorga a la inspiración. Se llama inspiración a lo que prende al arte de un parpadeo sagrado, que muestra fugazmente un abismo donde el humano toca lo divino. La palabra “Ala” saluda al arte con la misma palabra de Dios. El Ala recuerda al “Ole” del flamenco, cuya relevancia consiste en el transitar de la música a un más allá estético. El Ole tarda mucho en salir en una plaza de toros y lo hace cuando surge el Toreo verdad y macizo Una persona que apodaban “La Matrona” confundía sus Oles con los “Ala” y aseguran que de ahí surgió el afamado vocablo. El Ole es aritmético porque exige la comprensión del arte, nada puede interferir su espontaneidad compulsiva, ningún prejuicio cultural, social o político, donde se festeja hasta al enemigo cuando lo merece. Nadie puede condicionarlo o contagiarlo de otros intereses. No hay nada más desagradable que la irrupción de un Ole injustificado, es como si alguien rompiera el orden de un rito, o efectuara alguna trampa en el juego. El Ole es una voz compartida, coral y no una memoria colectiva, una sabiduría que el Toreo guarda en las plazas de toros. El Ole es una voz que le pertenece e individualiza como espectador y comparte la euforia de constatar que es el nexo de unión entre el ruedo y el tendido, en un acto de comunión donde lo individual es también lo plural, una armónica conciliación de subjetividades cuya suma es la objetividad. El Ole taurino es de rango superior. El Ole se identifica con el Ala de los musulmanes, que es el principio y fin de sí mismo, sin embargo, el Ole y el Ala son vocablos abiertos que buscan algo como una faena que hilvana un pase y otro. Es válido decir Ole cuando sale de adentro, sin importar lo que opina el del lado. En esa expresión se ubica la misma entraña de la Fiesta. arruzina@gmail.com