Álvaro Blancarte jugaba a moldear muñecos de barro allá en su natal Culiacán, preferencia lúdica de su niñez que décadas después, lo conduciría a convertirse en uno de los artistas plásticos más importantes desde el noroeste mexicano. Hijo de Amado Blancarte, químico farmacobiólogo, y Laura Osuna Lafarga, ama de casa, Álvaro Blancarte Osuna nació el 27 de marzo de 1934, en tiempos donde Culiacán era todavía un pueblo de alrededor de 20 mil habitantes, según diversos registros oficiales. El lodo de los fértiles campos agrícolas culiacanenses era propicio para crear figuras. Hacia finales de la década de los 30 y principios de la década siguiente, Álvaro jugaba con su hermano mayor con la arcilla agrícola: “Yo tenía un hermano dos años mayor que yo, Amado Blancarte; lo veía que agarraba lodo o barro y hacía unos monitos, pero yo lo veía nada más. Ya que comencé a entender qué estaba haciendo, comencé a hacer mis monitos yo también. Ahora él es químico, no es artista. Éramos chiquillos, estábamos agarrando el lodo y haciendo travesuras en el patio. Él hacía bien los monitos, pero yo comencé a hacerlos, y creo que al mes yo hacía mejor que él los monos. Tenía como unos seis años, yo creo”, cuenta a ZETA el maestro Álvaro Blancarte. Pero mientras emergía el artista en la infancia, las vacaciones escolares de verano trajeron en 1946 por primera vez al poblado de Tecate a Álvaro Blancarte para visitar a sus abuelos maternos, José Osuna y Laura Lafarga, tierra fronteriza que resultó determinante para, décadas después, establecerse en esta región. Sus maestros Luego de la educación primaria y secundaria, fue en el Taller de Artes Plásticas de la Universidad Autónoma de Sinaloa, allá por 1956, donde el joven Blancarte de apenas 22 años empezó a profesionalizar su vocación artística: “Vino a la Universidad Autónoma de Sinaloa el maestro Erasto Cortés Juárez, me metí a estudiar con él en el 56, ahí comencé a hacer escultura ya más seria, escultura monumental, a hacer proporciones, pero como escultor, no pintaba todavía. A los dos, tres años, vino Arturo Moyers, yo ya tenía más de veinte años, era la época cuando estaba Siqueiros en la cárcel, Demetrio Vallejo y Valentín Campa; en esa época conocía a Moyers, ahí comencé a pintar en realidad, fue para mí, mi gran maestro”. Blancarte complementó sus estudios de pintura en España, Inglaterra y Francia, en la década de los 60 y 70. Entre 1972 y 1985, se estableció en el Distrito Federal, y el mercado para su obra sería en aquel entonces la propia Ciudad de México, pero también el Este de Estados Unidos, especialmente ciudades como Nueva York y Chicago. El fatídico 19 de septiembre de 1985 provocó que Álvaro Blancarte y su familia cambiaran de residencia en 1986; obviamente el artista optó por las raíces de sus abuelos maternos que descansan en Tecate, Baja California. Lo demás es historia: su obra pictórica, escultórica y muralística se encuentra esparcida en Tecate, Tijuana, Ciudad de México, y en países como Estados Unidos, Cuba, Japón, Italia, Palestina y Panamá, por citar solo algunos. Los neofrescos matéricos Fue la crítica de arte Raquel Tibol quien bautizó como “neofrescos” las obras pictóricas del maestro Álvaro Blancarte en 1990, durante la IV Bienal Plástica de Baja California: “Presenté unos cuadros que se llamaban ‘Una Perra Llamada la Vaca’, con texturas de marmolina, encolados; entonces Raquel Tibol dijo: ‘El primer lugar es para los neofrescos de Álvaro Blancarte’; se refirió al fresco traído a la época, fue un halago de Raquel Tibol para mí”, reconoció Blancarte. En las majestuosas piezas de hasta 2.44 por 2.44 metros, resalta la textura y materiales como cartón, vidrio, arena sílica, aserrín, marmolina, ropa y otros desechos contemporáneos mezclados con colores terrosos y ocres, como si el calor desértico de esta región hubiese tatemado los colores, provocando una plástica blancartiana inconfundible: “El color ha influido muchísimo en mi obra; he dejado los colores muy vivos que hacía en una época, como cuando vivía en Sinaloa o en México; todo eso se ha ido transformando en los colores que ves ahora, más tierra, más piedras”. Por su puesto, para Álvaro Blancarte fueron décadas de investigación y experimentación hasta dominar la técnica del neofresco con sus respectivos colores, materiales y texturas: “Esto viene desde los 70, de los 80. Usaba yo el material como un elemento necesario para mi obra; mucha gente no le entendía, en lugar de empezar en un lienzo común, preparado para pintar, yo lo textureaba; esa texturación era el elemento que necesita un lienzo para comenzar a hacer algo yo, la textura era una necesidad definitiva. “Sí te podía hacer en un lienzo común cualquier paisaje, retrato, cualquier cosa, pero me gustaba hacerlo más con textura, fuera el Quijote, fuera Zapata, Villa, fuera quien fuera, lo textureaba yo, porque sentía que tenía más posibilidades de darle fuerza, mi modo de hacer arte. Ahí comencé a hacer arte en realidad, de ahí me fui abstrayendo hasta que llegué a ser lo que soy ahora, aunque también soy figurativo”, explicó a ZETA Álvaro Blancarte mientras ríos de alumnos de escuelas primarias, se asombraban de sus gigantescos neofrescos en la Galería del Centro Estatal de las Artes (CEART) de Tecate. Obviamente, para crear cientos de piezas de hasta 2.44 por 2.44 metros, el maestro requiere de un espacio extenso como el recinto de la Extensión Universitaria de la UABC en Tecate, donde tuvo su taller las últimas dos décadas; aunque en la actualidad el estudio del artista se ubica en las faldas del cerro “La Panocha” de aquella ciudad; ahí, a sus 80 años, el maestro crea su obra sin preocupaciones de espacio: “En el suelo o en una mesa, agarro pintura acrílica, un galón o dos, y los vacío en todo el cuadro. De ahí agarro marmolina, rocío y tapo toda la pintura. De ahí agarro cola blanca y color, y salpico la marmolina para que se vaya pegando bien todo. Queda cubierta toda la capa, entonces vuelvo a aplicar marmolina y vuelvo a salpicar con el colado con color, hasta que llego a la capa que yo quiero. El dibujo generalmente lo hago con un clavo, dibujo, tumbo lo que quiero más o menos y dejo lo que quiero. Ésta es la técnica del neofresco”, detalló. En El Cubo Y para festejar los 80 años del maestro Álvaro Blancarte, el Centro Cultural Tijuana (CECUT) preparó la exhibición “Desierto Adentro”, bajo la curaduría de José Manuel Springer. Para empezar, Blancarte expresó a este Semanario que la muestra “es una serie cien por ciento abstracta, relacionada con cuadros desde la época de ‘Espacio y Forma’ para acá, con tres cuadros hechos en 1986, con cuadros como ‘La Noche Aquí’, ‘Mi Ventana Negra’, aparecen nombres de esa época; y de los más contemporáneos también fueron seleccionados, de 2014, de lo último que hice, entonces, es todo un recorrido la curaduría de Springer”. A diferencia de otras exposiciones, donde las paredes de las galerías han sido blancas con muchas piezas (hasta 41como la muestra “Alquimista Matérico”, exhibida entre 2012 y 2014), José Manuel Springer propone en El Cubo 18 obras en muros oscuros donde se ilumina cada cuadro, logrando un impacto en el visitante, sobre todo en la forma de apreciar la obra de Blancarte: “Es una exposición reducida, centrada en hacer sentir al público la manera en que los cuadros van a surgir en la mente del artista, ése es el objetivo de esta exposición: no enseñar la obra, sino la forma de ver”, advirtió José Manuel Springer. “En la obra del maestro Álvaro Blancarte la idea es hacer visible lo invisible: en primer lugar, la obra del maestro Blancarte no es una mímesis, no es una réplica, no es una imitación de lo que el ojo ve, sino más bien es algo interno, es una sensación; a lo largo de su carrera el maestro ha desarrollado un lenguaje que le permite plasmar las sensaciones que le provoca la naturaleza, la cultura y la experiencia de vivir en Baja California”, justificó el curador. El guion museográfico, explicó Springer a ZETA, está organizado considerando cuatro elementos fundamentales que forman la experiencia pictórica, como la luz, el viento, el sonido y el agua. Por supuesto, la luz juega un papel primordial en la obra de Blancarte: “Uno de los aspectos que ha guiado la producción, ha sido la forma de interpretar la luz, tanto a nivel de la temperatura del color, o sea, cómo traducir la experiencia del territorio cuando siempre está iluminado con un sol intenso, con una luz natural intensa, como también la forma en que los objetos reflejan la luz dentro de sus composiciones. Y lo que me interesa a mí, es presentar estos cambios de la luminosidad dentro de la obra, lo vemos, por ejemplo, en obras que tienen grietas, aperturas, y de repente parecería que se abren para dejar ver una obscuridad, para dejar de ver ríos de luz que están debajo de las superficies”. La textura matérica en la obra del maestro Álvaro Blancarte también es fundamental: “Mucho de lo que hace el maestro Blancarte podría parecer que parte del aspecto visual, pero también parte de una sensibilidad multi-sensorial; o sea, sus pinturas no solamente están dirigidas al ojo, sino también están dirigidas al tacto, por eso tienen esa texturización exagerada, también están inspiradas en experiencias como el desierto”. Finalmente, el curador argumentó sobre el nombre de la exposición “Desierto Adentro”, “porque es en dos sentidos, uno es meterse al desierto, a esta área de la naturaleza caracterizada por la ausencia de agua, pero también es llevar el desierto interior como un lugar de meditación, de silencio; entonces, me interesaba esa doble interacción con el desierto”. “No pararé por nada” A sus 80 años, el maestro Álvaro Blancarte luce bastante jovial. Eso sí, lo suyo es el trabajo constante, mismo que lo ha mantenido bastante saludable. Los últimos años han sido “muy intensos”, comenta al reportero debido a la cantidad de exposiciones y talleres. El trabajo se intensificó en la víspera de su cumpleaños número 80: el 30 de marzo de 2012 exhibió la individual “Alquimista Matérico” en el Museo de Arte Abstracto “Manuel Felguérez”, invitado por el maestro zacatecano, donde el artista plástico congregó 41 piezas de gran formato de las series “Barroco Profundo” y “Los Matéricos”, de hasta 2.44 metros por 2.44. De hecho, “Alquimista Matérico” fue exhibida en el Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León (CONARTE), luego en el Parque Cultural Reynosa en Tamaulipas, y en las galerías del Centro Estatal de las Artes (CEART) de Mexicali, Ensenada y Tecate. “A los lugares donde he ido a exponer, como Tamaulipas y Nuevo León, he complementado la exposición con un taller de arte matérico que imparto, eso me ha dado la opción de conocer artistas de los lugares; ha sido muy intenso mi trabajo en general”, reconoció Blancarte, vestido con su clásica camisa y pantalón de mezclilla azul. En lo que va de 2014, Blancarte ha exhibido en tres espacios: “Chamanes” en Casa Valencia Gallery, en Liberty Station de San Diego; “Alquimista Matérico” en la Galería del Centro Estatal de las Artes (CEART) de Tecate, misma que se abrió el 29 de noviembre de 2013 y concluirá hasta el próximo 14 de marzo; y en el CECUT, “Desierto Adentro”, a inaugurarse hoy viernes 28 de febrero. “No me he cansado”, advierte. Pero además de las exposiciones y talleres actuales, la creación de obra en su estudio “La Panocha” no tiene descanso. “Siento que para los años que voy a cumplir, 80, es una etapa fabulosa todavía, me siento con energía suficiente y pensamiento claro y diáfano, para decidir qué serie voy a hacer y qué voy a seguir haciendo; lo que me falta es tiempo para pintar más todavía, no he parado de trabajar ni pararé por nada”, concluyó Álvaro Blancarte.