En una solitaria oficina del Gobierno del Estado, más preciso, en la Secretaría de Desarrollo Económico, despachó hasta hace unos días el contador público Jorge Ramos, padre del ex alcalde panista de Tijuana. De carrera terminada en la década de los 80s y posterior preparación, el hombre cobró humildemente 44 mil 928 pesos al mes y un aguinaldo de más de 57 mil pesos como “director de área”. En realidad se le colocó como el secretario administrativo de un fondo mixto entre el Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología (CONACYT) y el Gobierno del Estado para brindar apoyos a proyectos con ese fin. Asegún de los curiosos y enterados, Don Ramos pocas veces se apersonaba en el trabajo, además de entorpecer el “flujo de dinero en becas”. Y, a estas alturas, el ser el progenitor del ex alcalde de Tijuana no le fue suficiente, del gobierno decidieron echarlo. Al menos ésa es la versión entre los reñidos compañeros de administración. Lo que sí es seguro, es que el apá de Ramos dejó libre el puesto para otro y bien recomendado amigo de la ciencia o la tecnología, y bueno, también del nuevo gobierno.