Alejandro Lares Valladares es ciertamente un policía de carrera, pero con muy poco tiempo en la corporación. Según sus propias palabras, entró a la Municipal de Tijuana ya entrada la década de los 2000. Formado en las filas de los rescatistas, la adrenalina natural le llevó de una cosa a otra, hasta terminar en la corporación policíaca. En el mismo ánimo de salvaguardar vidas desde cualquier trinchera, estudió la carrera de Medicina. Lo suyo es, pues, preservar la vida y tranquilidad de las personas. Pero como secretario de Seguridad Pública de Tijuana, no ha podido salvar ninguna. En los primeros 50 días del año, en la ciudad han ocurrido 83 ejecuciones relacionadas con el crimen organizado y el narcotráfico. Los asesinos son tan de poca monta, pero con suficiente pericia y dinero para corromper y comprar impunidad, que no han sido detenidos. Desde su bajo nivel en el organigrama criminal en los cárteles de la droga que confluyen en Baja California, han sabido también aprovechar la impericia de las policías locales, que no se acostumbran al cambio político administrativo que inició en 2013, primero en el Gobierno del Estado, después en el Ayuntamiento de Tijuana. Quienes saben de criminales y narcotraficantes, refieren que la ola de ejecuciones que vuelve a colocar a Tijuana como una de las ciudades con más muertos producto de enfrentamientos entre células delincuenciales, se debe a pugnas internas entre lo que comúnmente y de manera despectiva se conoce como narcopoquiteros. Por eso sorprende más la manera tan hábil en que han burlado a la Policía, o la forma en que han comprado protección. Aunque ciertamente el combate al crimen organizado y al narcotráfico no es facultad de la Policía Municipal, los antecesores de Lares Valladares, especialmente el Teniente Julián Leyzaola y el abogado Alberto Capella -por cierto, Lares trabajó con los dos-, han sentado el precedente de no cruzarse de brazos frente a los narcotraficantes o criminales de alta escala. Tanto Leyzaola como Capella, enfrentaron al Cártel Arellano Félix primero, y al Cártel de Sinaloa después. Detuvieron a integrantes de esas organizaciones criminales y recibieron amenazas, fueron sujetos de atentados y planes para asesinarlos, precisamente porque estaban combatiendo a los mafiosos. Pero con Lares, la Policía Municipal de Tijuana se ha vuelto una corporación reducida a preventiva exclusivamente; ya ni son más, ni llegan primero. Los sospechosos se les van ante la lentitud de los procesos para acordonar una zona de la ciudad para buscar asesinos, secuestradores, narcotraficantes o extorsionadores. Ya tampoco existe la coordinación que en el pasado hubo desde la Secretaría de Seguridad con el Ejército, la Estatal Preventiva, mucho menos con la Federal o la PGR. Lares se ha quedado marginado hasta de sus compañeros de gabinete. Inmerso en un discurso de motivación personal y desarrollo humano, ha sido rebasado por su tropa que nada más no le tiene respeto. Grande y bonachón como se ve, permitió que le tomaran la mano, el pie y el pelo. No se ha impuesto ante los de base, ni ha dado continuidad a importantes programas de seguridad pública, inteligencia y operativos. Los rumores de una Policía Municipal corrupta, que roba drogas, sodomiza personas y hurta evidencia, son cada vez mayores. Lo mismo que los robos de cualquier tipo, y los muertos tirados en plena calle o asesinados en vía pública y a luz de día. Los criminales han salido de sus escondrijos ante la ausencia de una autoridad que los persiga, que los hostigue y los acorrale con operativos de captura, de inteligencia y estrategia para combatir al narcotráfico. Después de la ejecución de un hombre en el fraccionamiento Las Palmas el 18 de febrero, y antes de que iniciara otra serie de asesinatos, Alejandro Lares envió un boletín que más parece carta de justificación ante la sociedad, y discurso de superación para inocentes policías. Se lee así en el comunicado 0154 de la Secretaría de Seguridad Pública de Tijuana: “Lamentamos la pérdida de vidas humanas y también reiteramos que muchas personas que se encuentran armadas resuelven sus diferencias de manera violenta y en la vía pública, cuidando precisamente las zonas donde creen tener las condiciones para cometer sus delitos. Nuestra corporación está reaccionando al momento en que se registran los graves hechos en esta ciudad y hemos tenido detenciones importantes en donde se involucran hechos como el que hoy se registró. Grupos operativos de la Policía Municipal en conjunto con otras agencias nos encontramos trabajando en la búsqueda del agresor, quien huyó con lesiones. La SSPM pide la colaboración de la ciudadanía para que en caso de haber atestiguado esta situación, lo denuncie al número de emergencias 066. Nuestra institución respalda que Tijuana tiene niveles mejores de seguridad que en otros tiempos donde reinaba la impunidad por lo mismo, y tras estos hechos redoblaremos aún más los esfuerzos, continuaremos con el desarme en las calles y con la vigilancia permanente optimizando nuestros recursos humanos y materiales”. Un boletín sin información. Con buenos deseos, justificación y hasta un dejo de disculpa que en poco o en nada, mejor dicho, ayuda al combate de la inseguridad en Tijuana que va creciendo peligrosamente. Pocos quizá duden de la buena fe, de la buena intención, de Alejandro Lares Valladares, pero ser secretario de Seguridad y ejercer el cargo, requiere más que buenos deseos o formación en el rescate de vidas. Sobre todo cuando, producto de la impunidad, la falta de investigación, patrullaje, persecución y aprehensión, en Tijuana se están perdiendo muchas, muchas vidas.