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lunes, febrero 19, 2024
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Del señor de los cielos… Al señor de las alcantarillas

A Amado Carrillo solían referirle como “El Señor de los Cielos”. Su apodo hacía referencia a su estrategia criminal para traficar droga y escapar de la justicia. Siempre en aviones privados, siempre por los cielos. Cabeza del cártel de Juárez, Carrillo se enriqueció con la venta de cocaína cuando los otros capos mexicanos ya estaban en prisión, Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca y el etcétera de aquellos años. Tenía relaciones estrechas con el cártel de Medellín, que aterrorizó a Colombia bajo la batuta criminal de Pablo Escobar. A la muerte de Escobar en 1993 cuando cayó asesinado por un grupo de ataque oficial en su intento por escapar, una vez más a la justicia de aquel vilipendiado país, Carillo se convirtió en el amo y señor del tráfico de droga, particularmente cocaína, hacia los Estados Unidos, ya no tenía competencia colombiana. En una época en la cual los narcotraficantes no entraban en las listas de los más ricos, “El Señor de los Cielos” lo era. Fue considerado billonario criminal mucho antes que Archivaldo “Joaquín El Chapo” Guzmán Loera.   En los tiempos en que ejerció control en el ilícito negocio de las drogas Amado Carrillo, la sociedad y muchos medios de comunicación estaban sometidos. La impunidad que le proveían autoridades como el Ejército Mexicano (se descubriría, detendría, investigaría y procesaría al General Jesús Gutiérrez Rebollo por esa complicidad), lo mantenía en la discreción. No había fotos de él como de “El Chapo”. Periodistas, analistas y políticos no pedían, ni exigían –como lo hicieron con Guzmán– que fuese detenido. La época de autoritarismo en el gobierno, represión social y corrupción institucional, le benefició a “El Señor de los Cielos” para pagar su impunidad, mantenerse en la clandestinidad y evitar ser conocido y por lo tanto evadir la denuncia pública, ciudadana, que hoy impera. Fue justo después de la aprehensión del General Gutiérrez Rebollo en febrero de 1997, cuando la persecución sobre el capo del cártel de Juárez realmente inició. Pero no lo detuvo el Gobierno Mexicano, Amado Carrillo huyó de México en avión como bien sabía hacerlo, cuando Estados Unidos comenzó a presionar para que lo capturaran en territorio nacional. Ensoberbecido y sabiéndose impune aunque ya conocido, el narcotraficante falleció luego de someterse a una operación estética que cambiaría sus facciones físicas, empezando por la cara y continuando con el cuerpo. Muerto quedó en un hospital de la Ciudad de México, y aun cuando no se esclareció –para qué, pensarían las autoridades nuestras en aquel momento– si efectivamente fue un accidente o se trató de un asesinato, los médicos que le atendieron en la operación y el tratamiento posterior, aparecieron muertos. Eso fue en diciembre de 1997. Siguieron otros criminales, se empoderaron los Arellano Félix, también Osiel Cárdenas, y se vivía la captura de Jesús “El Güero” Palma y Archivaldo “El Chapo” Guzmán. Otras células criminales aprovecharían el encarcelamiento de quienes eran las cabezas del cártel de Sinaloa para crecer con la misma táctica de comprar corporaciones para obtener impunidad. Hasta que “El Chapo” se escapó. Los Arellano fueron en caída libre, y el resto era detenido, de ahí la presunción de una ayuda del Estado Mexicano para que el capo de Badiraguato, Sinaloa controlara la mayor parte del territorio mexicano para exportar drogas de Centroamérica, cultivar en sierras mexicanas, distribuir en México y traficar a los Estados Unidos y otras partes del mundo. Pero ahora se sabe, tanta impunidad, tanta corrupción, tanto dinero según Estados Unidos, no dieron ni glamour, ni vida holgada al prófugo, “El Chapo” Guzmán finalmente, vivía a salto de aguas negras, en las alcantarillas de donde se encontrara, en los túneles que construyó alternos a los del desagüe. Se hizo un experto en construir narcotúneles, y en ordenar subterráneos para vivir una vida, ahora sí que literalmente bajo la tierra. Desde el impacto favorable para la seguridad de México que significó la muerte del “Señor de los Cielos”, pasando por la aprehensión de Juan García Ábrego, la de Benjamín Arellano Félix –ambos por cierto al igual que Osiel Cárdenas, extraditados a los Estados Unidos– y el asesinato en un operativo para detenerlo por parte de la Marina, de Arturo Beltrán Leyva, no se daba un golpazo como la detención del ahora conocido como “El Señor de las Alcantarillas”. … y los que faltan.


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