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martes, octubre 8, 2024
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El inventario de José Emilio Pacheco

Una de las voces imprescindibles en la literatura universal, es indudablemente la de José Emilio Pacheco. Aunque en los últimos años, su estado de salud había mermado, de repente el poeta falleció a la edad de 74 años, la tarde del domingo 26 de enero de 2014, aproximadamente a las 6:25 pm (hora del Centro de México). La encargada de dar la lamentable noticia fue su hija Laura Emilia Pacheco. “Con enorme pesar tengo que decirles que mi padre murió hace unos veinte minutos. Se fue muy tranquilo, se fue en paz, murió en la raya como él hubiera querido”, detalló Laura Emilia afuera del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán de la Ciudad de México, nosocomio al que Don José Emilio había ingresado el sábado 25 de enero, por un golpe en la cabeza. La escritora y editora contó que lo último que escribió el poeta que firmaba como “JEP”, fue su celebérrimo “Inventario”, publicado en Proceso precisamente el domingo 26 de enero: “El viernes (24 de enero) terminó de escribir su ‘Inventario’, que escribió para un amigo querido, que era Juan Gelman. Eso es lo que hacía todas las noches. Se acostó a dormir y ya no despertó”. Su viuda, la periodista Cristina Pacheco, relató a Carmen Aristegui desde el momento en que su esposo terminó “Inventario”, hasta las últimas horas del tan apreciado poeta: “Era un artículo precioso. José Emilio se quedó en la computadora. Al cuarto para las seis de la tarde me fui a mi programa de televisión… le hablé por teléfono y le dije, ‘tienes la voz opaca, ¿qué te pasó?’. Me contestó: ‘Me caí en mi cuarto’… me dijo que se pegó en la cabeza con el escritorio. “Llegué y encontré los libros y las cosas de su cuarto tiradas. Fue una escena que me inquietó mucho. Cenamos rápido, estaba muy cansado y se durmió. Le propuse que fuéramos al hospital. Me dijo que no, que ‘por un estúpido golpe en la cabeza’ no iría al hospital. “El sábado (25 de enero) le llevé el café a la cama, se lo acerqué, y no me contestó. Traté de moverlo, tampoco me contestó, pero respiraba normalito, tomé una toalla mojada para reanimarlo, lo abracé y vi que tenía morada la palma de la mano. Eso me dio el indicio de que estaba mal… me dije, ‘esto no me gusta’, y llamamos a una ambulancia. “Nunca despertó de ese sueño, estuvo plácido, tranquilo. El doctor me dijo ‘háblele, trate de sacarlo de ese silencio’. No lo logré”, lamentó.   Una obra imprescindible Se va el autor, pero queda su vasta obra: poesía, cuento, ensayo, novela, periodismo y traducción, conforman su acervo. En poesía figuran “Los Elementos de la Noche. 1958-1962” (UNAM, 1963), “El Reposo del Fuego. 1963-1964” (FCE, 1966), “No me Preguntes cómo Pasa el Tiempo. 1964-1968” (Joaquín Mortiz, 1969), “Irás y No Volverás. 1969-1972” (FCE, 1973), “Islas a la Deriva. 1973-1975” (Siglo XXI, 1976), “Desde Entonces. 1975-1978” (Era, 1980), “Tarde o Temprano” (FCE, 1980), “Los Trabajos del Mar. 1979-1983” (Era, 1983), “Miro la Tierra. 1983-1986” (Era, 1986), “Ciudad de la Memoria. 1986-1989” (Era, 1994); “El Silencio de la Luna. 1985-1993” (Era, 1994), “La Arena Errante. 1992-1998” (Era, 1999) y “Siglo Pasado (Desenlace). 1999-2000” (Era, 2000). “Tarde o Temprano (Poemas, 1958-2000)”, congrega su obra poética y fue publicada por el Fondo de Cultura Económica en el año 2000. En narrativa, es autor de “El Viento Distante”, “Las Batallas en el Desierto”, “La Sangre de Medusa y Otros Cuentos Marginales”, y “El Principio del Placer”. En el rubro de traducciones, destacan “Cómo Es”, de Samuel Beckett; “De Profundis”, de Óscar Wilde; “Un Tranvía Llamado Deseo”, de Tennesee Williams; “Cuatro Cuartetos”, de T. S. Eliot; y “Vidas Imaginarias”, de Marcel Schwob. José Emilio Pacheco mereció todos los reconocimientos más importantes de la lengua española, entre otros, el Premio Cervantes (“Nobel español”) y Premio “Reina Sofía de Poesía Iberoamericana” en 2009; Premio “Alfonso Reyes” por El Colegio de México en 2011, Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada “Federico García Lorca” 2005, Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2004, Premio Internacional “Alfonso Reyes” 2004; Premio de Poesía Iberoamericana “Ramón López Velarde” 2003, Premio Internacional “Octavio Paz” de Poesía y Ensayo 2003, Primer Premio Iberoamericano de Letras “José Donoso” 2001, Premio “José Fuentes Mares” 2000; Homenaje Nacional de Periodismo Cultural “Fernando Benítez” 1995, “Xavier Villaurrutia” en 1973, y Premio Nacional de Poesía “Aguascalientes” en 1969.   Un encuentro en la FIL José Emilio Pacheco fue siempre un asiduo visitante de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL). Aunque tímido para conceder entrevistas, fue en la FIL de 1995 cuando, a la edad de 56 años, compartió con ZETA algunas reflexiones en la librería Gandhi de aquella ciudad. Aquí un extracto de aquel encuentro periodístico publicado en la edición número 1133 de este Semanario, el 15 de diciembre de 1995: “La literatura es un constante aprendizaje, no puedo decir ‘yo aprendí a escribir, yo ya sé, yo les voy a decir cómo se debe hacer’, cada cosa que se hace es la primera”, confesó. Sobre la transición de la máquina de escribir a la computadora fue contundente: “Hay el mismo prejuicio que había a principios de siglo con la máquina de escribir, decían: ‘eso destruye la buena prosa, lo importante es la conexión de la mano con el papel’. Pero es que esa conexión nunca va a dejar de existir, ustedes pueden escribir todo lo que quieran y leerlo en la pantalla, y siempre van a tener que revisar a mano. Lo importante es que lo que ustedes escriban, a mí me da lo mismo si es con lápiz, bolígrafo, punzón o crayón”. En esa ocasión, habló sobre cuando empezó a escribir: “Creo que es uno de los principales motivos por los cuales uno empieza a escribir, cuando se me acabaron las novelas de aventuras me gustaron tanto, que quise que no se acabaran, con resultados desastrosos, pero muy interesante en el sentido de que uno escribe lo que lee, no puedes escribir nada que no hayas leído. Si yo leía novelas de aventuras, escribía novelas de aventuras y leía los poemas de Campoamor y las fábulas de Samaniego, escribía como Campoamor y Samaniego, no podía escribir como Pablo Neruda o como César Vallejo, porque no los conocía”. Eso sí, en torno a su poesía presente hasta en su narrativa, refirió: “No veo diferencia ni para bien ni para mal, los dos me parecen igualmente difíciles. Es tan difícil escribir un buen poema como contar una historia bien, pero quizá tenga más práctica en escribir versos. Yo siento que para lo que estoy escribiendo (en narrativa) -no crean que me estoy dando baños de modestia ni mucho menos-, me falta mucho conocimiento técnico, me gustaría dedicarme más y haber leído mucho más”. El principio de la creación fue revelado por “JEP”: “La literatura tiene que ser verosímil y no cierta, o sea, es la verdad literaria en contra de la verdad histórica, que es lo que desespera con toda razón a los historiadores frente a la literatura, si yo soy historiador, tengo que probar todo con una nota al pie, como autor de ficción estoy obligado a eso, estoy obligado a hacerlo creíble”. A propósito de su papel en la docencia en universidades norteamericanas: “Para mí esto es muy bueno, porque ha sido una gran oportunidad para leer cosas mexicanas que difícilmente hubiera podido encontrar en México, por ejemplo, ¿cuándo hubiera leído ‘México a través de los Siglos’ o ‘La Historia Moderna de México’ de Daniel Cosío Villegas? Sus bibliotecas son maravillosas, yo lo decía ayer, si uno quiere hacer algo sobre literatura o historia mexicana, tiene que ir a la biblioteca de Austin, es la mejor biblioteca mexicana del mundo, y desgraciadamente su base es la biblioteca de Genaro García, el historiador del Porfiriato. La mayoría de las bibliotecas mexicanas se vendieron durante la Revolución”. Al abordar el tema de la televisión, reveló sus primeros acercamientos a la narrativa y la poesía en la década de los 40: “Yo decía que nada es enemigo de lo otro. Soy de la última generación de un radio que ustedes ya no conocieron, porque era un radio como instrumento narrativo, incluso había una serie que hacía un escritor español que se llamaba Ángel Rabanal, a mí me encantaba, eran las leyendas de las calles de México en verso. Leía muchísimos cómics, veía televisión, me gusta mucho el cine, me gusta la música, he visto, he hecho todo y he seguido leyendo siempre. Digo, la televisión puede ser muy mala, pero también muy estimulante, ¿cuántas gentes van a buscar un libro de algo que vieron en la televisión?”. Concluyó con modestia: “Otra cosa que a mí me estremece, es que en el tiempo en que alguien lee un libro mío podría leer un libro de Tolstoi, ésa es la terrible arrogancia de uno cuando se pone a publicar,  ¿por qué me van a leer a mí y no a Dostoievski o a Tolstoi?”.   “Uno es prisionero de su momento y de su lugar” Otro de los encuentros periodísticos de ZETA con José Emilio Pacheco, sucedió recientemente, en 2011, cuando el lunes 3 de octubre, El Colegio de México (COLMEX) le concedió el Premio “Alfonso Reyes” por su “trayectoria humanística”. Antes de la ceremonia de premiación, realizada el 13 de octubre de 2011 en la célebre Sala “Alfonso Reyes” del Colegio de México, el autor concedió algunas palabras a este Semanario. Para empezar, se le preguntó sobre la trascendencia del Premio “Alfonso Reyes” después de obtener todos los reconocimientos posibles que se otorgan a la literatura hispanoamericana: “Es muy importante, porque es la gran institución de cultura de posgrado mexicana. A mí me hubiera gustado mucho ser estudiante del Colegio de México, pero nunca llegué porque tuve que trabajar e interrumpir mis estudios. Entonces, eso es como una compensación un poco infantil de mi parte. Estoy muy agradecido porque no lo esperaba, fue sorpresa total”. Tal como en su obra, donde aborda temas delicados como la matanza de Tlatelolco, presente en “Manuscrito de Tlatelolco (2 de octubre de 1968)”, incluido en el celebérrimo poemario “No me Preguntes Cómo Pasa el Tiempo. 1964-1968” (Joaquín Mortiz, 1969), durante la entrevista con ZETA, Pacheco tampoco fue indiferente a la perenne violencia del país. “Es tan complejo todo lo que ha pasado, es un horror lo que ha sucedido. A mí me parece terrible la militarización, pero no veo qué alternativa hay, no se puede dejar que las cosas ocurran así. Además, hoy sale que otros dos soldados violaron una muchacha. Es terrible. Todo lo que haga y todo lo que diga nace muerto, porque mañana va a ser peor. Lo que digamos hoy y sale impreso, ya queda pálido. De veras que es espantoso. “Es terrible lo que le ha pasado a (Javier) Sicilia, entonces, cómo va a estar uno en contra de eso. Y lo más importante, el haberle dado voz a toda la gente que ha sufrido este horror, también me parece algo desgarrador, terrible y contra lo que uno no puede hacer nada, porque además, sigue y sigue en todas partes. No son las muertas de Juárez, son las muertas del Estado de México y de Tlaxcala, Veracruz, Chiapas. Es algo realmente escalofriante y espantoso que a mí me descorazona mucho, porque no veo la salida, no veo el remedio”. — ¿La realidad violenta actual permea la literatura que está Usted escribiendo? “Yo creo que sí, es que no hay forma de escaparse. No hay forma de escaparse. Es lo mismo de decir: ‘voy a escribir la novela de ciencia ficción sobre México’. Haces eso y es un reflejo de lo que está pasando ahora. Luego, ‘voy a escribir una novela histórica sobre los reyes católicos’. En los reyes católicos sale todo lo que está ocurriendo. No se escapa uno de eso, uno es prisionero de su momento y de su lugar”. — ¿Qué opina de la proliferación de muchas obras literarias que tienen que ver con la violencia en México? “Yo creo que eso es un papel fundamental, tiene que proliferar si es lo que está pasando en la realidad, la literatura tiene que reflejar; a lo más que puede aspirar un escritor es a dejar testimonio de lo que vea y de lo que vive. Y dicen, ‘la mayoría son muy malos’. Puede ser, pero también, como dicen, ‘los poemas políticos son horrendos todos’. También hay muy malos poemas de amor, ¿no? ¿Entonces vamos a decir que no se escriba un poema de amor, no se escriban novelas sobre el narco?”. — ¿Qué está Usted escribiendo ahora? “Estoy en un momento muy difícil, porque de veras estoy muy enfermo. Me cuesta mucho trabajo hacer todo, pero estoy terminando al fin, imagínese nada más qué locura, ¡yo creo que es el último libro en la historia que se ha tardado 50 años en escribirse!, ¡de verdad! Es una antología, una selección de las traducciones poéticas que comienzan con los epigramas de la antología griega y terminan con los haiku japoneses. Entonces, espero terminar esto y que salga el año próximo, e incluida otra cosa -yo soy la peor persona para hacer una carrera literaria-, la traducción que he hecho de los ‘Cuatro Cuartetos’ de T.S. Eliot, que también me he tardado 25 años; y que no hubiera terminado si no me pide Enrique Krauze para este número último de Letras Libres, eso es lo que quiero terminar”. — ¿Qué editorial publicará los “Cuatro Cuartetos”? “Los publicará Alianza Editorial, que es la dueña -y a ver cómo le hacemos para que llegue a México-, de los derechos de Eliot en español. Bueno, otra cosa: yo he trabajado 25 años en esto y hasta el momento no he cobrado un centavo. Claro, he tenido dinero, pero he hecho otras cosas, he dado clases, he dado conferencias. De que hay un dinero directo de esto, no, para nada. Me han costado todos los libros que he comprado. Y además, yo creo que el acarreo de los libros ha sido malísimo para mi salud”. — Y en cuanto a narrativa, ¿qué nos está preparando? “Ése es otro problema trágico, que me metí en una novela enorme, que tengo 800 páginas y no sé cómo controlarla. No era para mí eso. Y no quisiera dejarla así tampoco, porque he publicado fragmentos. Tengo que terminarla, pero también la vida se me vuelve muy difícil”. — ¿Cuál se va a publicar primero? ¿La antología de la cual ha publicado fragmentos en Letras Libres, o la novela? “Yo creo que los ‘Cuartetos’. Lo de Letras Libres se llevó prácticamente la mitad de la revista, por las notas. Entonces, he tratado de hacer un tipo de notas que sean legibles en sí mismas, espero que sean divertidas porque saltan de Marte a un cangrejo del que habla Eliot y de lo que es el Río Mississippi. En fin, quiero terminar eso, seguir con ‘Aproximaciones’”. — Finalmente, ¿cuál es el interés literario de José Emilio Pacheco a sus 72 años? “Mi interés sería que, a pesar de ya la edad deseable o despreciable que he trazado, me falta tanto por conocer y por aprender que quisiera hacerlo ahora. Simplemente para conocer y aprender, hay que leer tantas cosas que no he leído, y mire que he dedicado mi vida a la lectura y a la escritura, pero me falta tanto, tanto, tanto; me he tardado 50 años en hacer esto, desde que estaba en la ‘prepa’ comencé con los ejercicios de griego, y ahora no sé griego tampoco, pero sí lo estudié. “¡Cómo me gustaría poder escribir otras cosas!, ¿no?, y no sé si podré hacerlo ya. Ya todo está en contra mía, pero en fin, haré el esfuerzo. Tengo también libros que no he terminado, tengo muchas cosas que no he terminado, sobre todo lo de la narrativa. A mí me sorprendía mucho lo que se tardaban los escritores entre un libro y otro, yo no me lo explicaba; ahora me lo explico”. Funda FCE Librería José Emilio Pacheco Como una forma de homenajear al recién finado poeta, el Fondo de Cultura Económica (FCE) anunció el martes 28 de enero de 2014 que la sucursal que se construye en Chiapas, llevará el nombre de José Emilio Pacheco, intelectual fenecido el domingo 26. La sucursal del FCE en Chiapas, se edifica en la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH) en Tuxtla Gutiérrez, contará con un área de construcción de 717.18 metros cuadrados, con dos plantas de 494.82 metros cuadrados y 223.36 metros cuadrados. El FCE informó que la sede chiapaneca contará con alrededor de 100 mil ejemplares para su exhibición y venta, oferta que estará integrada por los fondos editoriales del FCE y de la UNACH, y más de mil sellos de los más de 400 proveedores con los que el Fondo mantiene relación comercial. Finalmente, el director del FCE, José Carreño, declaró ante el lamentable fallecimiento de José Emilio Pacheco: “Autor de uno de los más altos legados de las letras mexicanas, su obra -que incluye todos los géneros- es una obra abierta. ‘Las Batallas en el Desierto’ ha conectado por décadas con los lectores de todas las latitudes del libro en español. Desde los contemporáneos de José Emilio, hasta nuestros hijos y ahora nuestros nietos. Nos hemos encontrado en sus atmósferas, no importa si lo leemos en la capital mexicana, Madrid, Monterrey o Tuxtla Gutiérrez”. (Enrique Mendoza Hernández/ZETA)

Autor(a)

Redacción Zeta
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Redacción de www.zetatijuana.com
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