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viernes, septiembre 20, 2024
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Cierto es que Sócrates Bastida no ha sido el mejor dirigente estatal del PAN en Baja California. Que fue impuesto en esa posición por Francisco Blake Mora y José Guadalupe Osuna Millán cuando el primero aún era Secretario de Gobierno del Estado y no enfrentaba su fatídico destino cuando fue llamado por Felipe Calderón a formar parte de su gabinete. Era esa época calderonista donde el Presidente debía hacer realidad aquella frase suya: “ganar el gobierno sin perder el partido”. Quién sabe cómo, por menos de un punto de diferencia, Calderón ganó el Gobierno, y en un sexenio, perdió el partido… y el gobierno. Vaya, desde el momento en que Felipe Calderón entró a Los Pinos, el PAN se convirtió en una sucursal de su mandato Constitucional.  No había candidatura en el País, ni interna a los cargos partidistas albiazules, ni interna para sacar candidatos a elecciones Constitucionales, que Felipe Calderón Hinojosa no palomeara desde la Presidencia de la República. El Primer Panista del País ejerció su poder más allá de la Presidencia y muy dentro de los estatutos azul y blanco. Así fue perdiendo poco a poco el partido. Primero algunos municipios, diputaciones, estados, debido a malos candidatos entre la ciudadanía, pero buenos aliados del Presidente. Así pasaron por la dirigencia nacional sus más allegados como Germán Martínez, César Nava y a punto estuvo Roberto Gil, cuando Gustavo Madero se les atravesó. Vendría entonces en el cenit de los conflictos internos del PAN, generados por la avaricia de poder de los calderonistas que querían controlar todo, la estruendosa derrota de su partido en la elección a la Presidencia de la República. Calderón quiso acaparar todo y se quedó sin nada. Enquistados sus alfiles en el Senado de la República unos y en la Cámara de Diputados otros, ahora pretenden renacer de entre las cenizas de la derrota y retomar el control del Partido Acción Nacional. No comprendió el ex presidente que ganar el Gobierno sin perder el partido, significaba respetar la democracia y las instituciones. Hoy Francisco Vega de Lamadrid, el Gobernador electo de Baja California está cayendo en el mismo deleite: ganar el poder y ganar el partido. Por oficio, por poder y porque se lo permiten sus correligionarios, Vega ordenó la destitución de Sócrates Bastida, cuando éste y aun siendo dirigente ejerció su facultad de nombrar al Coordinador de la fracción panista en el Congreso del Estado. El dirigente del Partido tiene esa responsabilidad porque finalmente es él quien se coordinará con los diputados que le representan en etiqueta político-ideológica. Pero este hecho no satisfizo a Vega de Lamadrid, mejor dicho, la persona promovida por Sócrates Bastida no fue del agrado del Gobernador electo, quien sintió que en su ausencia le quisieron meter gol en la Cámara, y desde lejanas tierras ordenó el cese del dirigente estatal. Bastidas había promovido a Cuauhtémoc Cardona Benavides para ser el Coordinador del PAN en la Cámara de Diputados de Baja California, y Francisco Vega quería a Gustavo Sánchez para esa posición, como finalmente sucedió después de la dimisión del dirigente estatal. Kiko Vega aún no toma posesión del poder y ya está comenzando a perder el partido. La zancadilla a propios y extraños, y su mensaje de “el que me la hace me la paga”, no es buen augurio, ni de buena administración ni de democracia plena, es, eso sí, símbolo del capricho, la oficiosidad, y el autoritarismo, características todas que han llevado al PAN a derrotas sistemáticas en la República Mexicana. Y ahí va. De nuevo.

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