Resulta increíble que en medio de una manifestación social de la magnitud de la convocada por los maestros, primero en los estados del suroeste y después en la Ciudad de México, a los gobernantes de esta República, lo que más les preocupe sea la ceremonia del Grito de Independencia. Dentro de las mesas de diálogo entre representantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, el secretario Miguel Ángel Osorio Chong planteó que los inconformes, aquellos que no han sido escuchados, que han sido replegados con escudos y gases, abandonasen la democrática plancha del Zócalo capitalino, para que la Presidencia de la República pueda dar el Grito de Independencia y posteriormente presenciar el desfile del despilfarro militar. Es vergonzoso que se anteponga una celebración a los intereses de los mexicanos, en este caso, de miles de maestros que se sienten afectados por una ley que se armó en un despacho presidencial y no con el consenso de la población. Imagine que Usted decide, como los maestros, salir y tomar las calles porque le cobrarán IVA en renta o compra de casa, porque le quieren aumentar la tasa del 11 al 16 por ciento; porque tendrá que pagar impuestos y no ve que el Gobierno Federal reduzca sus gastos, y entonces decide salir a manifestarse, y de pronto le dicen que se espere unos días. Eso se llama insensibilidad. El Presidente Enrique Peña Nieto ya demostró que no quiere enfrentar, ni escuchar, ni ver las manifestaciones en el momento en que decidió que su primer mensaje de gobierno lo daría desde un patio de Los Pinos. Encerrado se montó una carpa, invitó a quienes le aplauden y habló, mientras afuera, en las calles de la capital del país, los inconformes seguían gritando, creciendo, sin ser vistos, sin ser escuchados, sin ser considerados. Las manifestaciones son producto de una democracia, aun cuando la Presidencia de la República está actuando con visos autoritarios, los mexicanos tenemos derecho de salir a nuestras calles y exigir equidad, justicia, seguridad, condiciones de trabajo y desarrollo. Y el gobierno está obligado a escucharnos. Pero el de Peña Nieto, el de Miguel Ángel Mancera en la Ciudad de México, son gobiernos insensibles que proponen un paro a las manifestaciones, sin solución de por medio para celebrar la independencia de México. Gastar dinero en montar un espectáculo en el Zócalo, hacer derroche de la fuerza pública en un desfile y rodearse de quienes, complacientes, disfrutan la cercanía al poder. Peña bien podría continuar aprovechando su carpa presidencial y seguir haciendo sus festejos, informes, mensajes, en los patios de Los Pinos, si como se ve, pretende seguir ignorando las manifestaciones. O bien, irse a Dolores Hidalgo, Guanajuato, donde se dio el grito original, un grito de hartazgo, de un grito de injusticia como el que hoy mantiene a maestros, electricistas y otras corrientes inconformes en el Zócalo. El Grito de los mexicanos es de hastío, por un gobierno centralista, por una presidencia autoritaria, por un Congreso entregado al Presidente, por unos partidos confabulados con el poder, por políticos insensibles y egoístas que se preocupan más por una festividad que por dar las soluciones que prometieron.