Ciudadanos que se dedican a canalizar los productos del Banco de Alimentos de Tijuana (BANATI) a las colonias más necesitadas, refieren inconformidades por las condiciones de esos artículos, así como su insuficiencia para elaborar despensas. En respuesta a la denuncia ciudadana, el director de BANATI, David Espinoza Hernández, se escuda manifestando que “se trata de productos donados y poco se puede hacer en el tema”. La queja señala que además de transportar despensas en camiones propios, el banco de alimentos se apoya en representantes de colonias y de otras instituciones civiles para llegar a la ciudadanía que padece hambre en las zonas marginadas de Tijuana, Tecate y Playas de Rosarito. Al banco acuden voluntarios de aproximadamente 110 comunidades, cada una atiende a 50 familias. Adicionalmente, 80 instituciones de la sociedad civil están encargadas de beneficiar a grupos de unas 30 personas. Cada viernes, desde las 6:00 am, comienzan a llegar a las instalaciones en la colonia El Florido -al Este de Tijuana- para cargar sus vehículos principalmente de fruta y verdura, a pesar de que las puertas de BANATI abren dos horas después. Después de hacer una selección del producto, los enlaces pagan cuentas de 2 mil pesos en promedio, y con esa mercancía forman despensas que después venden entre 30 y 40 pesos. “Casi siempre es arriba de 2 mil pesos, a veces que sale, salimos a raya, hay veces que de plano no sacamos ni lo que invertimos”, explicó una de ellas. Los problemas para la venta son la calidad y variedad del producto. Por ejemplo, cuando los alimentos ya no se encuentran en su “estado más óptimo”, difícilmente se logran vender, lo mismo ocurre cuando una despensa está compuesta solamente de dos productos. ZETA asistió el viernes 2 de agosto a BANATI para presenciar el proceso de selección y venta a los enlaces. Puntuales, a las 8:00 am, con todo y cajas se instalaron en mesas metálicas para recibir fruta y verdura. De entrada, la cebolla morada lucía vieja, “para que esté así, ya debe tener…”, espetó una jovencita que limpiaba la hortaliza. Algunas, salían del costal hechas puré, había que deshacerse de ellas, pues en ese estado, su utilización no es posible. El plátano era verde aún, pero por dentro rayaba en el color mostaza, uno de los presentes levantó uno y sin aguantar su propio peso, se partió a la mitad, “esto es puro licuado”, rezongaban. Con el melón fue lo mismo, cuando se abrió una de las cajas, lo primero que saltó a la vista fueron frutos con hongos. Cuestionado sobre las inquietudes de los enlaces, el titular del Banco de Alimentos de Tijuana aseguró son situaciones que rebasan sus facultades, ya que se trata de producto donado del cual, posteriormente, obtienen una cuota de recuperación. “Nosotros damos el producto que nos dan, tal como nos llega, lo donamos. Le pedimos a nuestros donadores que nos traten de dar producto lo menos dañado posible, pero como es una donación, nosotros tenemos que admitir el producto. No somos un mercado, quisiéramos traerles puro producto de primera, tratamos de hacerlo”. Sobre la variedad de la fruta y verdura, refiere que siempre se parte con lo que se tiene, se da lo que hay, sin embargo, muchas veces no es posible armar una despensa equilibrada porque en los donativos llegan de uno o dos productos. Con lo recaudado, que es un peso por kilo de fruta y verdura, y del 15 al 20 por ciento del costo real de otros alimentos, aseguran los gastos de operación de la institución -que cuenta con 41 empleados, una flotilla de 16 vehículos- y otros gastos corrientes. Espinoza Hernández puntualizó que actualmente se está trasladando producto de San Quintín, pues se tiene un convenio con agricultores para la donación de producto. Además, se pretende la instalación de una planta deshidratadora o transformadora de los productos -para hacer mermeladas- y así conservar su utilidad por más tiempo. Saúl Ramírez
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