Pregunta: Me llamo Betty y tengo 18 años. Permítame comentarle que mi papá tiene la costumbre de no hablarme cuando se enoja conmigo, lo hace como una forma de castigo, ya sabe la famosa “ley del hielo” que solo él y otros tontos creen que funciona, pero pregunto ¿cómo vamos a arreglar las cosas si no nos hablamos? Ha llegado a estar hasta dos semanas en silencio conmigo, esto es súper incomodo porque necesito dinero, permisos, recados de la escuela, o de repente tengo ganas de hablar con él, y lo que más me molesta es que yo debo ser la “adulta madura” que tengo que contentarlo y convencerlo de que debemos hablar. Cómo puedo hacerlo entender que esta estúpida ley sirve sólo para hacer más grande el problema. Respuesta: Estimada Betty, estoy de acuerdo en que “la ley del hielo” solo “congela “el problema, no lo soluciona. Cuando un conflicto no lo resuelves en el corto tiempo, tiene la tendencia a complicarse aún más. Me he encontrado con muchísimos casos en donde los padres utilizan el silencio como estrategia; unos lo utilizan como una forma de evadir la solución, otros lo utilizan porque no saben cómo resolver el problema y se cierran al diálogo, hay otros padres que mediante esta tortura psicológica pretenden hacer sufrir a sus hijos. Este era el método típico de algunos de nosotros los adultos cuando fuimos adolescentes. Me comentaba su experiencia uno de estos padres: “recuerdo que si mi papá estaba enojado con alguno de sus hijos, nos retiraba la palabra a todos, la hora de la comida parecía funeral, silencio total, esa era una tortura porque no podíamos comer por separado, teníamos que compartir la mesa”. La ley del hielo pudiera funcionar para algún tipo de relación, aún no sé para cuál pero lo que sí sé con mucha precisión es que para la relación padres-hijos es un método que sólo agrava el problema. Qué pena que sean los hijos los interesados en resolver los problemas de comunicación con sus padres. A ti, Betty, te felicito por el interés de pretender restablece la comunicación con tu papá, eso demuestra tu madurez, y a tu padre me permito comentarle lo siguiente: nunca es tarde para reconocer el error en la comunicación y recomenzar. Nunca es tarde para volver a intentarlo pero ahora con una nueva perspectiva. Le invito a tener actitud positiva hacia el diálogo y entender que es responsabilidad de nosotros los padres, mantener los canales de comunicación abiertos, pase lo que pase, no necesariamente de los hijos. Pregunta: Me llamo Sandra y tengo 17 años. Psicólogo, quiero contarle que siempre que hablamos mi mamá y yo, comienza a levantar la voz, cualquiera que sea el tema termina gritándome, no exagero siempre terminamos mal ella y yo. Entiendo que la he regado mucho pero cómo vamos a arreglar las cosas si terminamos peleadas, pero es casi en automático que los gritos comiencen, a lo mejor me tiene mucho resentimiento por cómo me he portado pero no se vale que me maltrate así, y de mi papá pues mejor ni le cuento, nunca tiene tiempo y cuando lo tiene, está cansado o enojado por lo que pasa en su trabajo, así que cuando le digo –papá, ¿puedo hablar contigo? me contesta –¡al rato, ahorita estoy ocupado! Quisiera salir a la calle y gritar que necesito que alguien me escuche. Respuesta: Lo leí en alguna parte que no recuerdo, así que estimado lector, si esta frase es tuya lo siento por usarla sin darte referencia, pero decía así: “Por qué no bajas el volumen y subes el argumento”. Una frase por demás profunda y con dedicatoria a todos los padres que usamos el grito en nuestro modelo de comunicación. Los gritos son “ruido” que no permiten escuchar los argumentos, los gritos son la voz de la frustración de muchos padres impulsivos, los gritos son una forma de violencia verbal que daña igual o peor que los golpes físicos. ¿Por qué gritamos los padres? “Porque funciona, es la única manera en la que me obedecen o me hacen caso”, así me dijo una mamá frustrada por el comportamiento de su hijo adolescente, “si no le grito no escucha”. Estimada Sandra, hay muchos casos como el tuyo en el que el diálogo se trunca o pierde sentido por la presencia de gritos y malos tratos. Padres, es necesario enfocarnos en el argumento para no salirnos de él, para ello es necesario ampliar el umbral de tolerancia a la frustración que nos permita racionalidad frente a la situación, por más critica que ésta sea. Tengamos presente que a gritos no resolveremos nada. Lic. Gabriel Bello M./psicólogo clínico especialista en adolescentes. Autor de Padres con Sentido Común. Tel. 664.608.0095 – gabriel@gabrielbello.com – www.gabrielbello.com