Cuando alguien nos pregunta la ruta que hemos tomado para llegar hasta el Sudeste de Asia siempre hay un país que sobresalta de los demás: Irán. Hace un año pedaleábamos por ahí y no es ningún secreto que para los ciclistas de larga distancia este país sea uno de los favoritos para rodar. Razones hay de sobra; hospitalidad inigualable, el arroz con azafrán, el desierto en la noche y los descansos con melón chino. Nuestra experiencia en Irán ha sido sin duda una de las más memorables. Sobre todo por esa aura de misterio que rodea ese país a los que muchos medios masivos satanizan sin ningún fundamento. Cuando estuvimos ahí descubrimos un país amigable, curioso, gentil y amoroso. Aún recuerdo los consejos de varias personas antes de entrar a Irán: Tengan cuidado en Irán, hemos escuchado que es peligroso. Lo más curioso es que todos los consejos venían de gente que jamás había estado en ese país. Desde que partimos de Irán nos hemos topado con un par de hermanos iraníes en el camino. Uno de ellos lo conocimos en un restaurante en Siam Reap, Camboya. Mientras comíamos Sep, un muchacho de 23 años que viajaba junto con su amigo Chad por Camboya se presentó motivado por la curiosidad de ver nuestras bicis estacionadas afuera del local. “¿De dónde vienen?”, nos preguntó, a lo cual respondimos como de costumbre, “De México y mi novia de Alemania”. De la plática salió el tema de las bicicletas y en consecuencia la ruta. Y como es costumbre Irán salió a relucir. Sep interrumpió a Annika emocionado cuando menciono Irán y nos preguntó, “¿Han estado en Irán?”. Los dos contestamos con un contento “Sí”, de lo cual siguió, “Es que yo soy de Irán, pero hace más de 20 años que no lo he pisado”. Resultó que nuestro amigo tenía una historia interesante. Su madre, una iraní judía, había tomado la decisión de salir de Irán junto con su hijo, nuestro amigo Sep, por miedo a ser segregados en una sociedad que favorecía a los musulmanes. Así que emigró a los Estados Unidos cuando Sep apenas tenía 6 años de edad y encontró refugio, como muchos otros inmigrantes en la cosmopolita ciudad de Los Ángeles, California. Nos platicó que hoy en día el único contacto que tiene con su cultura materna es la del barrio iraní en L.A. La Pequeña Persia ubicado en Beverly Hills y el Oeste de Los Ángeles en donde se calcula que habitan alrededor de 700,000 inmigrantes de origen iraní. Al enterarse que nosotros hace tan sólo un año habíamos estado en su país de origen el bombardeo de preguntas comenzó: ¿Es seguro? ¿Les gustó? ¿A qué ciudades fueron? ¿Comieron gorme sabsi? En fin tratamos de contestar todas las preguntas de nuestro curioso amigo Sep, y al contestarlas notamos en él un gusto evidente al platicarle que Irán nos había encantado y que seguramente volveríamos a visitarlo. La plática duró dos comidas seguidas, pues lo volvimos a topar en el mismo restaurante al día siguiente. Al segundo día nos confesó que lo habíamos motivado a buscar la manera de renovar su pasaporte e intentar visitar su madre patria a pesar de que mucha gente le había dicho que podría resultar peligroso regresar. Yo le dije que no veía razón por la cual fuera peligroso para él, al contrario que si podía, debería de descubrir por sí mismo la razón por la cual a nosotros y a muchos otros turistas Irán nos había conquistado. Que no debía de conformarse con las ideas creadas por chismes, pues eso son finalmente chismes que pueden llegar a afectar la percepción de un pueblo entero. Al final de la conversación les dije que era de Tijuana, ambos sonrieron y Chad su amigo de L.A. le dijo, “Tenemos que ir a Tijuana pronto, es un lugar muy divertido.” A lo que Sep añadió, “No sin antes de que regrese a Irán, amigo”. Me dio gusto escuchar esas palabras, y mientras nos despedíamos de Sep me percaté cómo Annika y yo quizá habíamos influido en su decisión final de querer regresar a su país natal. Entonces me quedé pensando en muchos de nuestros paisanos que por algún razón adversa no conocen el país que los vio nacer. ¿Qué imagen tendrán de México si lo que más se ve en la tele son las consecuencias de una guerra despiadada a los que pocos pertenecen? ¿Habrá muchachos como Sep de origen mexicano que quieran visitar México? Lo único que puedo desear es que algún día tengan la oportunidad de enamorarse de nuestro México lindo y querido, porque como ya lo sabemos los mexicanos, en nuestro país hay muchísimo más que sólo notas rojas en las noticias. El Licenciado Roberto S. Gallegos Ricci es mercadólogo por el ITESO. Actualmente darle la vuelta al mundo en bicicleta dirección Este, promueve su proyecto “Tasting Travels” con la tesis que establece el viaje como un medio para fortalecer la empatía social. Correo: gallegosroberto777@gmail.com www.tastingtravels.com