La conversación tuvo lugar en Los Ángeles, una ciudad cosmopolita que a Federico Campbell le agrada por el encuentro de razas y de lenguas que ahí se gesta. “Los Ángeles es una ciudad muy mexicana, California lo es, es muy bilingüe”, dice el escritor tijuanense a ZETA. La conversación se realiza en el marco de la tercera edición de Léala, la Feria del Libro que la Universidad de Guadalajara organiza en la citada urbe. Como agudo observador de su entorno Campbell sigue explorando la vecindad de México y Estados Unidos con la que creció al ser nativo de Tijuana, frontera a la que regresa el viernes 26 de julio para ofrecer la conferencia magistral “El mandato del padre. Sobre la figura del padre en la literatura y en la vida del escritor Federico Campbell” en la Sala de Usos Múltiples del Centro Estatal de las Artes, en punto de las 7 de la tarde. En este orden de ideas dice: “La mexicanidad de Texas es un poco diferente a la mexicanidad de California. En Texas tú encuentras anglosajones, norteamericanos de origen anglosajón blancos, de ojos azules, que tienen chiles jalapeños en su casa, o tortillas y que tienen una serie de costumbres muy mexicanas. Los extranjeros que mejor comprenden la mentalidad del mexicano son los texanos, mejor que los argentinos y que los chilenos. Porque la mentalidad del mexicano es muy complicada, tú sabes, en el centro del país, la mentalidad del político mexicano, la capacidad de intriga y de tradición es increíble. Los grandes criminales de nuestros tiempos son mexicanos y no son colombianos ni sicilianos”. El narrador hace una pausa, en busca de la conclusión, y remata: “Como me decía una amiga colombiana: ‘Los verdaderos genios del mal en el crimen de la droga son ustedes los mexicanos, le bajaron el negocio a los colombianos, nada menos’”. De ahí pasamos a otro tema dentro de una entrevista sui géneris en donde el autor tijuanense manifiesta su interés por la evolución del libro, en vísperas de que el sello Alfaguara lance de nuevo su título “La invención del poder” “Yo creo que no estamos ante la muerte del libro sino ante el resurgimiento del libro después de este encontronazo con la electrónica, porque fíjate qué contradictorio es, cuando creíamos que el libro estaba en picada, o sea, a punto de desaparecer, resulta que hay un resurgimiento del ensayo literario, no sé si te hayas dado cuenta de que la revista Time se volvió una revista de ensayos literarios, o sea, le encargan un texto a un escritor, tiene que estar bien escrito, no cualquiera se va a echar un ensayo en la revista Time”. — ¿Cuándo se reedita tu libro? “El año que entra. Fíjate que casi siempre cuando uno se propone escribir algo descubre que ya lo escribió alguien. Yo he estado muy interesado en hacer un texto largo sobre la memoria en Borges, porque creo que Borges es el autor, desde la literatura, que mejor adivina los descubrimientos de la neurobiología, más que Marcel Proust. Son impresionantes las cosas que dice Borges comparadas con las cosas que dice la nueva neurobiología. Borges conecta mucho la emoción con la memoria. Y resulta que ya hay un neurólogo argentino que trabaja en un hospital de Londres, un psiquiatra, y él ya ha escrito un libro sobre Borges y la neurobiología que presentó en Buenos Aires y lo presentó María Kodama, la viuda de Borges. “Pero te digo, lo que uno está escribiendo ya lo escribió alguien, por lo mismo, no hay que dejar de escribirlo porque finalmente lo que puede contar es tu mirada, tu forma de ver las cosas”. —Dices que le hiciste modificaciones… “Le agrego el caso de Eliseo Alberto. Este es el caso típico de mi libro. Resulta que el papá de Eliseo Alberto, de Lichi, era el poeta Eliseo Diego, gran poeta cubano, que en sus últimos tiempos vino a vivir a México, vivía en la Colonia del Valle, y murió allí. De pronto a Lichi le habla una hermana de La Habana, y le dice, ‘oye, fíjate que encontré una novela de papá, la novela de papá que no terminó, pero sí empezó y de la que siempre estaba hablando’, entonces él dice, ‘ah, yo tengo que terminar la novela de mi papá’, entonces él hace un relato que es como un cuento largo, donde habla de la novela del papá, que lo publicó en la revista de la universidad. Yo hice una de mis columnas sobre eso, se llama ‘Hijo de tigre, tigrito’. “Ahora, en ese nuevo capitulito, que se llama ‘Hijo de tigre, tigrito’, meto el caso de Eliseo Diego, el caso de Omar Pamuk, el caso de Borges, y voy a meter tres o cuatro más, pero me voy a parar porque me doy cuenta que si no me paro se vuelve el libro infinito, que nunca voy a terminar, de mil páginas, entonces más bien en un capítulo voy a mencionar muchos casos de autores que me han interesado. El caso de David Huerta y su papá Efraín. “Ahora, el escritor mexicano que mejor ha elaborado la idea del padre es Ricardo Garibay en su libro ‘Beber un cáliz’, pero ahí es el tema del padre como personaje, pero también como autobiográfico”. — ¿Qué piensas de la figura del padre en Rulfo? “El padre de Rulfo es la ausencia del padre, y ¿sabes?, no me había dado cuenta de una cosa, que mi papá no tuvo papá, cuando mi papá tenía 5 años murió su padre, se llamaba Alejandro Campbell Quijada y era de Magdalena, Sonora. Pero en realidad mi papá a los 5 años ya no tenía papá, quiere decir que cuando él se va de telegrafista a Guaymas, muy jovencito, desde los 13 años a los 19 años, pues era un chavo que no tenía de dónde agarrarse, que sufrió la ausencia del padre”. — ¿Qué edad tenías tú cuando murió tu padre? “19. Sí alcanzó a marcarme. Fíjate que se estableció una relación muy tierna con él, era un papá muy incumplido, por ejemplo, nada más te cuento que cuando me fui a México a estudiar Leyes en el año 60 mi mamá y mis hermanas me llevaron a la estación de autobuses de Tijuana, 3 estrellas de oro, para ir en autobús hasta México, que era la forma habitual de viajar, y mi mamá me pagó el autobús, y me dio un dinerito para los primeros días allá, etcétera, y estaba yo en la estación y llegó mi padre a la carrera, todo crudo, porque se había desvelado y había bebido, no sé, y lo único que me regaló fueron unos chicles empezados, un paquetito amarillo de esos chicles gringos, pero ya nada más con cuatro chicles. Entonces ésa es una imagen, hubo una conexión. Tengo una conexión, por ahí se conectó algo importante. “Por ejemplo, cuando yo estaba en Hermosillo mi mamá me mandaba 400 pesos mensuales para la casa de asistencia, y mi papá nunca fue capaz de mandarme un peso porque no tenía, mi papá atravesaba a pie todo Tijuana porque no tenía con qué pagar el autobús. Se bebía lo poquito que ganaba como telegrafista y no había alimentos en la casa. Sin embargo, de pronto me mandaba a Hermosillo una carta muy larga, a mano, de 2, 3, 4, 5, 6, 7 páginas, en la que me decía que no escriba jabón con ‘v’ chica. Esos detalles, entonces por ahí hubo puntos de identificación muy determinantes a la larga”. — Son elementos que tienes en tu escritura… “Sí. Una vez, yo era muy niño, iba a ver a mediodía un desfile del 16 de septiembre, en la Avenida Revolución, y vivíamos por ahí por el toreo, por la Pensador Mexicano, enfrente, yo me bañé y me puse ropa limpia, yo estaba esperando a que ellas se terminaran de arreglar para irnos todos a ver el desfile del 16 de septiembre. Mi papá no estaba, estaban mi hermana Sarina, Silvia niña y mi mamá. Yo las estaba esperando en el patio de la casa y me ensucié los pantalones de lodo, no sé por qué, entonces mi mamá se enojó muchísimo, y me dijo ‘no vas a ir al desfile, te vas a quedar castigado por sucio, cochino’, y se fueron ellas solas al desfile, yo me quedé en la casa todo triste y de pronto apareció mi jefe, mi papá, el alcohólico, el crudo, ‘qué pasó m’ijito, qué onda’, ‘no pues me iban a llevar al desfile y dijeron que siempre no que porque me ensucié mucho’. ‘¡Cómo chingados que no!’, entonces me agarró y me llevó cargando hasta la Avenida Revolución, caminando porque no tenía para el camión que pasaba por el bulevar, y fuimos a ver el desfile ahí a toda madre. “Dicen los psicoanalistas, como los Lacan, que el padre es el que se interpone entre la madre y el hijo, es el que se mete entre los dos y no deja hacer algo a la madre que cree que es injusto o que no quiere que sea, entonces como que el padre es la ley, es un orden, mi psicoanalista argentina en México dice, ‘donde no hay ley hay locura’, es una idea como muy lacaniana. Siendo una psicoanalista mujer yo le decía: ‘y por qué la ley no está en la mujer, por qué no en la madre’, ‘así es’, me dijo, ‘te lo digo yo, que soy mujer y que soy psicoanalista de toda la vida’, pero la ley está en el padre. O sea no es machismo psicoanalítico, ¿no?”. — ¿Qué más haces? ¿Por dónde andan ahorita tus intereses creativos? “Mira, yo siempre he tenido, siempre, muchas dificultades para la concentración continuada, y por tanto el hecho de hacer artículos a mí me ha hecho hacer libros después con los artículos porque a lo que no puedo fallar es a un compromiso periodístico. Yo tengo muy introyectado eso de que tienes el compromiso de entregar el lunes a las 8 de la noche, y yo nunca en mi vida he dejado de hacerlo, porque como fui periodista muchos años lo tengo muy introyectado. El artículo puede ser bueno o malo, eso es secundario, lo importante es que salga a tiempo. Entonces yo escribo solo bajo presión, ahora me han encargado un largo artículo sobre Julio Scherer y no puedo hacerlo, no tengo fecha de entrega, llevo una semana y no puedo escribirlo, cuando sé que podría escribir algo, entonces no quiero escribir a partir de la información sino a partir de la emoción, no quiero apuntes ni libros, nada más así, zas, Scherer, Scherer, Scherer, yo sé que lo voy a hacer, siempre salen las cosas, entonces la hechura de artículos me permitió hacer mi libro ‘Máscara negra’ y ‘La invención del poder’. En ese tipo de libro, que es un libro como ‘Post scriptum triste’, que es un libro como de reflexión, generalmente son libros ‘on writing’, o sea, acerca de escribir. Muchos escritores, algunos escritores, tienen su libro del oficio del escritor, por ejemplo Stephen King tiene uno que se llama ‘On writing’, es de los mejores. Marguerite Duras uno que se llama ‘Escibir’, ‘Ecrire’, yo colecciono ese tipo de libros, tengo varios. “El libro que tengo ya contratado se llama ‘La era de la criminalidad’, sería el tercero, ‘La invención del poder’, ‘Máscara negra’ y ‘La era de la criminalidad’, y todo esto forma parte de un libro de más de 500 páginas que contiene los tres libros, y yo quería publicarlo así, como un librote de 500 páginas, pero la editorial Océano, en la que está mi amigo Martín Solares, me dijo que ellos podrían publicar solo el último libro, el libro nuevo, y que si funcionaba entonces publicábamos lo demás, y entonces le dije, ‘bueno, pues, adelante, y ya firmé el contrato y va a salir a finales de año este pequeño libro que se llama ‘La era de la criminalidad’. No sé qué éxito tenga.”