Ariel Lizárraga todavía se siente víctima de que –finalmente– fue echado del equipo de Fernando Castro Trenti por órdenes nacionales. Bueno, según le prometieron –pero para después– una coordinación de marketing. Y cómo no, si fue acusado de abuso sexual y corrupción de menores, estuvo preso, acusado de violación, liberado, eximido y luego adherido al equipo priista. Lizárraga a pesar de haber renunciado a la dirección de Comunicación Social del Congreso del Estado, desde hace más de 2 meses, fue hasta hace 15 días que entregó formalmente la oficina a Víctor Alarcón, otro de larga cola colorada. El recién llegado encontró, obviamente, todas las mañas y trampas de Lizárraga en beneficio de Castro. Por ejemplo, una “nómina” alterna para reporteros y columnistas de todo el Estado, quienes introducen facturas con prestanombres a cambio de servicios electorales, cubren y espían a cambio de varios miles pesos al mes, eso sin contar además los millones en convenios con los directivos de la prensa. Alarcón, nada honesto, simplemente siguió la instrucción del futuro candidato priista: “que así siga” y, sin empacho, renovó esos acuerdos que mucho succionan al Poder Legislativo.