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miércoles, septiembre 18, 2024
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“Presumo de haber nacido actor”: Ignacio López Tarso

Guadalajara, Jalisco. “Aquí, a mis 65 años de carrera, presumo de no haber hurgado dentro de mí mismo para saber cuál era mi vocación. Yo nací con la vocación de actor, no tuve que buscarla”, declaró Ignacio López Tarso la tarde en que, dentro del Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG), se convirtió en el primer actor reconocido con el título que ofrece la Casa de Estudios. Imponente de voz y aspecto, el largo cuerpo de López Tarso carga consigo infinidad de historias y recuerdos. Comienza a encorvarse, pero pareciera que éste no quiere ceder. Se muestra firme. Seguro e incisivo en comentarios hacia las formas de hacer espectáculos actualmente. No deja de sonreír y externar la felicidad que le deja seguir actuando. Lleva con orgullo cada una de sus múltiples arrugas y el cabello cano. Disfruta como quien sabe que no le queda mucho tiempo. Fluye y evoca. Comparte. De esa forma lo hizo con el público y medios durante el evento que homenajeó su carrera. El recorrido con imágenes, video y narración, sobre su nacimiento el 15 de enero de 1925 en Ciudad de México, pasando por su traslado a Hermosillo, Veracruz y finalmente Guadalajara, le fue grato a oídos, ojos y corazón. Por eso, tan pronto se colocó frente al micrófono, lo dejó claro con palabras que entremezclaron la nostalgia y el humor: “Es un día luminoso e inolvidable, espero no conmoverme demasiado, pero para mí significa muchísimo. Es un gran honor y qué bueno que haya sido en Guadalajara, porque en Guadalajara hice mi primaria, en Guadalajara viví en el barrio de Analco algunos años, en Guadalajara tuve mi primer novia; Margarita, la hija del dueño de la panadería de la esquina de mi casa, ahí en Analco. Fue la que me dio el deleite de, al anochecer, comerme con ella una concha con nata. ¡Una maravilla! Fue de las primeras delicias de mi infancia tener una novia tan bonita como Margarita, y disfrutar con ellos esos deleites, su padre un gran panadero. Mi vida en Guadalajara fue muy grata, la recuerdo y visito con mucha frecuencia, cada vez me llevo un recuerdo gratísimo de aquí”, dijo con entusiasmo. El teatro, su pasión más grande. Previamente al título Doctor Honoris Causa y el recibimiento de una medalla conmemorativa al momento, López Tarso había sumado a su lista de anécdotas y logros tapatíos la develación de una placa por 100 funciones de “El Cartero”. La obra de teatro que actualmente lo mantiene activo al interpretar al poeta Pablo Neruda, alcanzó el récord de presentaciones al llegar al Teatro Diana. Iniciado en la actuación justamente por su curiosidad hacia los escenarios, el teatro sigue siendo la pasión más fuerte del histrión. En conferencia de prensa, externó: “Yo me hice actor para estar en el teatro, no pensé en el cine ni televisión, solamente el teatro. Para eso me hice actor, para eso entré a la escuela de teatro, para eso me preparé. El teatro es lo que más disfruto indudablemente, fue mi primer interés grande inicial para ser actor. De ahí he encontrado los más grandes personajes, muchos en el cine, muchos en la televisión, pero más en el teatro. En el teatro casi no hay un solo personaje al que no admire, no quiera y al que le haya entregado todo, y al que no haya disfrutado más que otros”. “Edipo en Colono”, “Don Juan Tenorio”, “Las Brujas de Salem” y “Doce Hombres en Pugna”, son parte del casi centenar de puestas en escena que López Tarso ha realizado. De la dinámica en cada una, destaca el ambiente global que proporciona el rubro: continuidad en acción y proximidad con el público. “El público es el tercer elemento indispensable en el teatro, el primero es el autor, el segundo es el intérprete y el que recibe todo esto, el destinatario de todos esos fuerzas que se hacen, es el público; de manera que la presencia del público cierra ese gran misterio que es el teatro, donde se establece no solo una comunicación entre el intérprete y el público, no solo comunicación, sino la complicidad. Yo les voy a contar un historia y Ustedes se la van a creer, y si se la creen, se van a emocionar, van a gozar, van a reír, van a llorar conmigo. Ése es el gran misterio del teatro, eso sucede sin que nadie se lo pida al público. El actor sale al escenario, cuenta una  historia y el público se la cree. Le cree todo lo que dice y, cuando un actor en el escenario es creído por su público, ya es un actor que tiene su vida y futuro asegurado… Mi carrera es sólida por eso, es grata por eso, porque el público me cree”, añadió seguro de lo que ha logrado. El cine de oro… sin oro Cincuenta películas comprenden la trayectoria en cine de Ignacio López Tarso. Entre las más destacadas, ocupan lugar “Nazarín” (1958), “Macario” (1959), “El Hombre de Papel” (1963) y “La Vida Inútil de Pito Pérez” (1969), personajes a los que dice guardarles profundo afecto, algo que, hizo hincapié, no sucede con todos. Lo que sí comparten cada uno de los papeles que ha hecho, es que el actor se identificó con ellos, de otra forma asegura no los hubiera realizado. Compromiso de interpretación con capacidad intelectual, de rutina, física y servicio al desempeño, son las características que siempre impregna a sus roles. “Mi carrera ha sido muy grata, divertida, agradable, feliz. Tengo muy buenos compañeros y los quiero mucho, admiro mucho a las actrices que son muy guapas. He trabajado con las más hermosas, con las estrellas del cine nacional, aquellas que hicieron el cine de oro que me decían: ‘Tú también has participado en el cine de oro,  la época de oro del cine mexicano’. Les digo: ‘Sí,  yo estuve con María Félix, Dolores del Río, Pedro Armendáriz, Gabriel Figueroa, el ‘Indio’ Fernández, pero el oro no lo he visto nunca. El oro ya se lo habían acabado ellos’. E insiste al cuestionársele qué otra cosa quiere de su carrera: “Más dinero”, refuta tajante para proseguir: “Eso es algo absolutamente diferente en el cual yo no tengo el control de esto. La industria del cine fue la industria más importante que ha tenido el país, después del petróleo y el turismo, la más grande industria que ha tenido México de ingresos importantes ha sido el cine. En una época se hicieron multimillonarios algunos productores que acertaron con algunas películas importantes”. De joven, luego de haber ingresado a un seminario y desertar porque no era su vocación, López Tarso partió a California para trabajar como bracero. Allí tuvo un accidente que lo dejó incapacitado por un tiempo y, tras recuperarse no dudó en hacer lo que realmente quería: actuar. Quizá por ello hoy reprocha que no exista pasión en el oficio, sea cual sea: “Hay mucha gente que sufre terriblemente en su trabajo y es un grave peligro…Yo no he sacrificado absolutamente nada, al contrario, he gozado muchísimo…”, declaró el actor que también disfruta de la nieve de arrayan de Guadalajara. El nuevo cine mexicano Mientras actores contemporáneos culpan a las legislaciones sobre cine del detrimento que ha tenido la industria, el artista que fuera partícipe de programas de televisión en vivo que hoy no guardan recuerdo de su existencia, prefiere cargar su propia responsabilidad y hace mención en que todos somos parte del problema: “No culpemos del todo al gobierno, porque eso es facilísimo. No funciona la circulación de la ciudad, el gobierno tiene la culpa. No hay buen cine, teatro, espectáculos, las carreteras, el ambiente, el aire que respiramos, todo tiene culpa el gobierno. (Sin embargo) Ningún ciudadano de este país puede sentirse al margen de las responsabilidades que tenemos todos como ciudadanos”. Para él, si el orden está en la mente, se traslada a las acciones y se difunde. No hay más fórmula. Lo que sí crítica son los altos precios, y que las salas ya no se llenan con el público popular, sino con aquellos sin formación más allá de las apariencias de ir a una sala: “Estos cines que se utilizan ahora, los VIP, donde uno sube los pies y te llevan copa y comida, es una manera muy diferente de ver el cine a como se veía entonces, sujeto a una butaca, absolutamente atento a lo que está pasando ahí. El cine ha decaído por eso, ya no es lo que era. Ni es la gran industria, y la gente que goza el cine no lo ve en esas circunstancias. Con una copa de coñac y un plato de chilaquiles. Así no se puede gozar ni el teatro ni el cine. Estos espectáculos requieren la atención total del espectador”, enfatizó el actor que cuenta con dos premios Ariel de Oro, uno por su trayectoria fílmica y otro por su trabajo en “Rosa Blanca”. El lado malo de las nuevas tendencias en historias y exhibición, es el que recae sobre actores como Ignacio López Tarso, que se formara en la Academia de Arte Dramático del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), fuera presidente del consejo directivo de la Asociación Nacional de Intérpretes (ANDI), y secretario general de la Asociación Nacional de Actores (ANDA), pero que a la fecha sigue sin poder regresar al cine como quisiera. Sobre ello, dijo: “He hecho muy buenos personajes en el cine, me gustaría hacer otra vez uno de esos grandes. Lo que me han ofrecido de unos diez, doce, quince años para acá, es por lo que he dejado de hacer cine, porque las proposiciones son verdaderamente lamentables. Me invitan, me mandan algunos libretos, no quiero ni mencionar cuáles porque algunos se han filmado y han resultado generalmente un fracaso. Hace quince años que yo no recibo un buen libreto de cine que me entusiasme, como me entusiasmaron los primeros libretos”. Los trabajos de CLASA Films Mundiales, donde destacaron Gabriel Figueroa y Roberto Gavaldón, son los que añora el actor que fue dirigido por Carlos Enrique Taboada, Jorge Fons, e incluso, el mítico Luis Buñuel. Su miedo a morir En lo personal y profesional, Ignacio López Tarso se ha realizado y lo expresa contento. Sin embargo, la edad que posee es lo único que lo hace titubear en planes futuros. Sabe que el tiempo ya no está a su favor, y no le queda más que aceptar esa realidad. Su reciente nombramiento como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Guadalajara (UdeG), fue el escenario para hacerlo saber: “Con este día se cierra una etapa importante en mi vida. A los 88 años, a mí que no me gusta pensar en la muerte, que digo no tenerle miedo, a mí me da miedo no saber cómo, cuándo, ni dónde, pero la muerte sé que va a llegar, y cuando tengo 88 años la veo cada vez más cerca. De manera que no sé cuánto más pueda disfrutar de poder sostenerme en un escenario y poder expresar con toda la fuerza interior que requieren los personajes, o la mayor parte de los personajes que he hecho. No sé cuánto tiempo dure más”.   <o:p>

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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