En septiembre de 2005 la frase “Política ficción” fue usada como respuesta por el ex presidente de México, Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) a múltiples preguntas hechas por Denise Maerker. La periodista le refirió su participación en un “complot” contra el PRD de Manuel López Obrador, a través de videos en que se mostraba a René Bejarano, coordinador del PRD en el Congreso del Distrito Federal recibiendo gruesos fajos de billetes del empresario Carlos Ahumada en marzo de 2004; que intentó pactar con AMLO; y la versión de que tenía acuerdos con Vicente Fox. El priista repitió la frase para asegurar que todos los señalamientos en su contra eran especulaciones, rumores que se instalaron en el imaginario colectivo manipulado por sus enemigos. Y su palabra debía ser suficiente para que los mexicanos se convencieran de que la percepción que las masas tenían de su gobierno y sus acciones, no correspondía a la verdad. Efectivamente, regresó esa costumbre tricolor de negar la realidad ostensible invocando primero la capacidad imaginativa de los mexicanos, y después, la investidura del funcionario que se excusa en interpretaciones ventajosas y limitadas de las deficientes leyes que ellos han promulgado y mal parchado a su conveniencia. Ahí está la “Cruzada contra el hambre” anunciada espectacularmente por el licenciado Enrique Peña Nieto y que no se puede considerar un programa populista y electorero, sólo porque el Presidente dijo que no lo es. Ejemplo de ello es también la actitud de los magistrados de la suprema Corte de Justicia en torno a la liberación de la mujer señalada por víctimas como secuestradora y cómplice homicida, Florence Cassez. Caso similar el de los consejeros del Instituto Federal Electoral que exoneraron al PRI por la compra de votos en la elección y el uso de tarjetas Monex. Al final un puñado de funcionarios que basan la legalidad de sus decisiones en las leyes que los facultan para tomarlas, como si eso significara que lo estén haciendo de manera correcta y sin intervención presidencial o partidista. Pero si alguna duda quedaba del regreso de esta justicia surrealista, la semana de la vergüenza (del 23 al 30 de enero 2013) se cierra con la sesión del consejo del IFE en el que pospusieron por una semana la multa que impondrán al Movimiento Progresista –PRD, PT, Movimiento Ciudadano– por ser el “único” partido-coalición que excedió los topes de gasto en la pasada campaña electoral, cuando Andrés Manuel López Obrador fue candidato a la Presidencia de la República. Así como lo leyó, el único. En este contexto no queda más que repetir la frase inmortalizada en la película surrealista “Sopa de Ganso” de los hermanos Marx: “Y a quién va a creer usted, a mí o a sus propios ojos”. Y no se trata de defender a los perredistas y compañía. Los mexicanos que vivieron y padecieron las campañas fueron testigos de que todos los partidos: condicionaron el voto, trataron de comprar sufragios e hicieron uso desmesurado de los recursos. Cada uno en la medida de sus posibilidades, entonces, todos debieron ser castigados. Sin embargo resulta que ahora tenemos que creerle más al IFE que a nuestros ojos y oídos. Que los pagos a líderes de colonias y acarreados, así como el uso electorero de programas de gobierno denunciados por la ciudadanía y comprobados por la prensa, fueron producto del oscuro mundo interior de la mente de especuladores mal intencionados, rumores, política ficción. Así de fácil es como el PRI de Enrique Peña Nieto, en menos de dos meses, coloca a los mexicanos frente a las puertas del viejo oscurantismo tricolor de abusos, injusticias legalizadas por funcionarios ocupados en atender los requerimientos de los partidos que los ayudaron a llegar al puesto, y de las necesidades del Presidente que puede sostenerlos. Empleados públicos indignos que impunemente supeditan la ínfima autonomía lograda a la vergonzosa tentación totalitaria, deshonran el cargo que ostentan y defraudan a sus verdaderos empleadores, el pueblo de México.