Como en las películas de mafias italianas, en el círculo íntimo de Fernando Castro Trenti, se esconde un enemigo que se pasa por colaborador. Actúa como incondicional, pero traiciona a cambio de dinero, afectos y favores. Como se conoce en las pandillas del crimen, un infiltrado. Ni el mismo “jefe” lo sabe, Castro, seguramente se enterará al mismo tiempo que cualquier lector en esta columna: uno de sus allegados de confianza filtra todos y cada uno de sus movimientos a las faldas de Jorge Hank Rhon. Y así el del hipódromo, va un paso adelante. Lo mismo hace Castro: paga reporteros y priistas que le pasan grabaciones y habladurías que se hacen desde Caliente. El contacto de Hank es más grave, nadie lo sospecha. El soplón se contacta con los hankistas a través de Jesús Velazco colaborador de David Saúl Guakil. Para saber el nombre del intruso, hay que esperar: si el aspirante a gobernador lo devela pronto será encontrado desterrado y tirado (en gracia) en cualquier otro lugar…