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martes, octubre 1, 2024
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Carta para el Dr. Felipe Cuamea Velázquez Rector de la U.A.B.C.

Con mi mayor respeto: En mi larga trayectoria de servidor público cultivé con esmero, dos parcelas, la de justicia y la de educación. Por feliz coincidencia, las dos convergen en el delicado asunto que le trataré. Pero antes, Señor Rector, permítame a manera de justificar mi atrevimiento para distraer su valiosa atención, relatarle en una apretada síntesis mi paso por el Poder Judicial y la U.A.B.C. En el primero, empecé en 1967 como modesto  Secretario de Acuerdos de un juzgado civil en Mexicali. Con el transcurso del tiempo llegué a escalar al puesto más alto, que es el honroso cargo de Presidente del Tribunal Superior de Justicia de 1995-1996; después como Magistrado me retiré al cumplir los 70 años de acuerdo a lo previsto en la ley de la materia. También en 1967 empecé como maestro con la primera generación de abogados y de contadores públicos, en lo que ahora son las facultades de Derecho y Contabilidad campus Mexicali. En ambas facultades permanecí algunos años impartiendo clases. Pero también tuve el privilegio de colaborar de manera cercana con dos buenos Rectores, que cumplieron eficazmente su delicada responsabilidad, ellos fueron el Ingeniero Luis López Moctezuma y el Licenciado Rigoberto Cárdenas Valdez, incluso durante la gestión de este último recibimos en comodato de parte del Licenciado Milton Castellanos Everardo, Gobernador del Estado, el edificio de Rectoría donde usted ahora despacha. En el lapso que comprende de 1971 a 1979 ocupé con los dos rectores mencionados los puestos de lo que son ahora la Dirección de Servicios Escolares; la Dirección de Extensión Universitaria, en la cual fundamos Radio Universidad y el exitoso Centro de Idiomas; concluyendo como Secretario General, incluso fui candidato a Rector. Pero a pesar de los puestos universitarios importantes que desempeñé, le confieso, Señor Rector, que mi mayor timbre de orgullo es haber sido sembrador de inquietudes y esperanzas formando a las primeras generaciones de abogados y contadores públicos egresados de nuestra querida Universidad.  El buen maestro que logra hacer el click conectándose en la mente del alumno, ese maestro nunca se olvida y despierta respeto, admiración y cariño para siempre. Todavía recuerdo, con emoción, cuando fundamos lo que es ahora la Facultad de Derecho campus Mexicali. El primer director fue el caballeroso Licenciado Guillermo López de la Peña y los iniciadores de esa aventura, si la memoria me es fiel, fueron los maestros Ricardo Rodríguez Jacobo, Arnoldo Castilla García, Miguel Gárate Velarde, René Rivas Sánchez, Francisco Guridi, Jesús Reséndiz Belmont y el que esto escribe. El reto no era fácil, no teníamos aulas, biblioteca, talleres, laboratorios, campos deportivos, gimnasio, auditorio, restaurant, centro comunitario, pero teníamos una intensa voluntad creadora que es el motor que mueve el mundo como decía Schopenhauer. Nos sentíamos orgullosos y optimistas porque intuíamos que estábamos construyendo algo nuevo, la causa no podría ser más noble. Las carencias no importaban y así empezamos en dos cuartos pequeños que se improvisaron junto al cuarto de máquinas, al lado izquierdo de la entrada de la Universidad, y nos dedicamos  a enseñar en serio, olvidando la precaria situación que teníamos, pero valió la pena, los frutos ahora los vemos. Todo lo anterior, Señor Rector, me lleva a decirle que éstas son las credenciales que tengo para justificar mi injerencia en el espinoso asunto que me duele y preocupa del Licenciado Daniel Solorio Ramírez. Independientemente, Señor Rector, que el asunto se está ventilando ante las autoridades competentes en la materia, con la aportación de las pruebas por ambas partes para acreditar la veracidad de los hechos que argumentan, yo quiero contemplar un aspecto que de suyo me parece del mayor interés y no se puede soslayar. En efecto, estamos ante la presencia de la milenaria antinomia o contradicción entre dos valores o principios que son el Derecho y la Justicia. Hay quienes sostienen que el Derecho debe prevalecer sobre la justicia porque sin la norma jurídica que regula la conducta, no es posible concebir el orden; pero se olvida, lo cual es aceptado por la mayoría de los juristas más reconocidos, que la justicia junto con la seguridad jurídica y el bien común son los tres fines que persigue el derecho. Es decir, que si se aplica una norma jurídica rigurosamente sin atender el valor de la justicia, estamos pervirtiendo el derecho porque de nada sirve un orden injusto porque no es tal, es precisamente lo contrario del derecho y con una justicia que no ha podido ser asegurada, no tiene razón de ser el derecho porque le falta uno de los elementos esenciales que es la justicia. Ahora lo difícil es analizar de parte de quién está el derecho y la justicia. Usted, Señor Rector, y sus asesores jurídicos se apegan fielmente a que el Licenciado Solorio Ramírez violó la normatividad universitaria y la laboral,  para lo cual no han aportado hasta la fecha las pruebas respectivas.  El Licenciado Solorio Ramírez por su parte sostiene que los derechos humanos que le violaron ya se elevaron a rango Constitucional y están contenidos en el artículo 1ero de la Constitución Federal y en el art. 5to que consigna la libertad de trabajo. Yo por mi parte agrego, que según el artículo 133 que contiene el principio de la supremacía constitucional, los Tratados y Convenios Internacionales sobre los cuales México es parte, se incorporan automáticamente al derecho interno con una jerarquía de validez después de la Constitución y nuestro país tiene una larga tradición jurídica sobre este particular, ya que desde la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre de Bogotá en 1948 en la reunión de la O.E.A. y las subsecuentes que aterrizaron en la Convención de San José de 1969 que creó la Corte Interamericana de Derechos Humanos, todos los instrumentos internacionales están debidamente ratificados por México, es decir, tienen plena validez jurídica y las autoridades del orden que sea tienen la obligación de acatarlos. Mi inolvidable Maestro con mayúscula de la Facultad de Derecho de la UNAM, el prestigiado jurista Eduardo García Máynez, decía: “el hombre es el denominador común de todas las instituciones jurídicas; es la razón de ser del Estado”. Con base en esa gran verdad, le pido con todo respeto, que descienda de su sitial de Rector, no perderá nada, no tenga temor de que se demerite su jerarquía, al contrario, la enaltecerá con su generosidad, que no es debilidad sino majestad y señorío, trate de dialogar con el Licenciado Solorio Ramírez para arribar a una solución del asunto. Si hace esto, el Licenciado Solorio Ramírez no ganará ni Usted perderá, ganará la Universidad y especialmente la Facultad de Derecho. Anímese, Señor Rector, con valor, que no es únicamente ausencia de miedo, es también saber tomar una decisión a tiempo, ni antes ni después, y creo que todavía es oportuno para que no se radicalice más el asunto. Es necesario buscar un procedimiento de solución amistosa. Si sigue el conflicto y no importa a quién favorezca la resolución legal, la única que pierde es la Universidad. Decía el filósofo español José Ortega y Gasset: “que el futuro de la sociedad moderna radica en la autoridad moral de la Universidad”. El Licenciado Solorio Ramírez ya aportó su granito de arena a la Universidad con 37 años de catedrático y ahora le toca a Usted, Señor Rector, aportar el suyo con sabiduría, generosidad y humanismo de un digno Rector, que, estoy seguro, es como Usted quiere ser recordado al terminar su gestión, con respeto y credibilidad. Por todo lo anterior, Señor Rector, ofrezco imparcial y desinteresadamente mis buenos oficios para intervenir como mediador en el conflicto. Lo hago por obligación moral, porque estoy en deuda con la Universidad que me dio mucho, además creo humildemente que tengo la experiencia jurídica y académica para esa pretensión, pero sobre todo, todavía conservo vivo el auténtico espíritu universitario que se impregnó como tatuaje imborrable en mi mente y corazón. Con mis mejores deseos de bienestar personal le agradezco encarecidamente la atención que le merezca la petición que hago. Óscar Valenzuela Ávila Tijuana, B. C.

Autor(a)

Redacción Zeta
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Redacción de www.zetatijuana.com
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