Desde hace muchos años navega en el Revolucionario Institucional. Me consta: Roberto de la Madrid es fiel hasta la muerte a su partido y amigos. Como se dice: Entregado en cuerpo y alma. Hace veintitantos años anduvo en puestos segundones. Hasta enredado en líos judiciales. Apuros económicos. Pero después de mucho tiempo tuvo la gran dicha. Un amigo llegó a candidato presidencial: José López Portillo. Para pronto éste su cuate lo encaramó facilito al Senado. Eso en vías de mientras. Solo era cuestión de esperar el momento. Y entonces sí: De Senador a Gobernador de Baja California. Así las cosas iba encarrerado y directito. Pero se le atravesó un obstáculo. Apareció antes de tomar posesión su amigo. Entonces el presidente saliente Luis Echeverría cambió los tiempos. Nombró al General Hermenegildo Cuenca Díaz candidato a gobernador. Era Secretario de la Defensa Nacional en ese sexenio. Fue una decisión contra reglas no escritas y tradición. Le tocaba tomarla a José López Portillo. Dos, tres meses luego de rendir la protesta. Así fue siempre. Gobernador de Baja California y alcalde tijuanense eran los primeros “dedazos” de todo presidente entrante. Pero ni modo. El PRI apechugó la sentencia echeverriana. Sucedió antes de entrar López Portillo López Portillo a Los Pinos. Roberto le pidió desconocer “el destape” del militar. Pero la respuesta fue clara. Políticamente era desatinado. Imposible. No podía trapear con la decisión de Echeverría. Menos enfrentarse al hombre que lo hizo Presidente. Eso sería “agarrar pleito”. De paso con el Ejército. Sumiría en vericuetos al PRI. Por eso el Senador salió desilusionado. Pero fue consolado por su amigo que ya tenía todo el gabinete armado. También el ampliado. De todos modos hizo maroma y teatro a último momento. “Enchufó” a Roberto en la dirección de la Lotería Nacional. Así la cercanía y amistad con el Presidente se convirtió en influencia. Cuenca Díaz inició su campaña en tiempos políticos adelantados. Normalmente se iniciaba en marzo o abril. El militar abrió a diez días de empezado el año. Entonces sucedió lo jamás esperado. Precisamente en abril murió el candidato. Estaba en su casa. El anuncio oficial fue: Ataque al corazón. Falleció a mediodía. Pero lo mantuvieron en secreto. Se supo hasta pasada medianoche. El pretexto, analizar y resolver tan difícil situación en Los Pinos y el PRI. Pero su hija me visitó y sorprendió hace dos años. Por eso publiqué: Envenenaron al General. Vi y tengo copia de tal querella ante la Procuraduría General de Justicia en el Estado. Nunca se investigó. Un expediente más archivado. Total. Cuando murió el General, Roberto fue a Los Pinos. Conocido e influyente como era entró sin necesidad de agendarlo ni antesala. Cuentan que nada más entró al despacho dijo a López Portillo: “¿Y ahora qué pretexto me pones para no ser Gobernador?”. El presidente se acercó sonriente. Le soltó un derechazo entre pecho y hombro. Lo tumbó. Todo mundo sabía de su fuerza. Uno sentado en el suelo y otro parado soltaron la risotada. López Portillo ofreció su mano para levantarlo. Se abrazaron sonrientes. Antes de aparecerle un moretón Roberto ya era candidato. En los hechos por vez primera no hubo “dedazo”. Fue trancazo. Un día me contó: Siendo Gobernador platicó con cierto panista. Eran muy amigos. Y comentaron sobre algunos enfrentamientos del momento en el PRI. “Deberían aprender a nosotros. En el PAN nunca nos peleamos”. Roberto reviró rápido. “Es que Ustedes no tienen nada por qué pelearse”. No dejó hablar al panista y remachó: “Cuando tengan el poder los voy a ver. Entonces sí se van a pelear”. Me lo contó 15 años después de llegar el PAN al gobierno bajacaliforniano. De cuatro gobernadores panistas desde 1989 solo viven tres. Dos constitucionalmente electos y otro sustituto. No se pueden ver. Por lo menos una docena de ex-alcaldes se lanzan indirectas muy directas en la prensa. Cada uno con pandilla y jalando por su lado. Alguna vez me dieron triste impresión. Parecían indígenas con cerbatanas y dardos envenenados. Bueno, hasta llegaron a denuncias penales. Más por difamación y calumnias. Pero veladamente las metieron al congelador. El gobierno en turno esconde los pecados. Pero no puede disimular pleitos. El odio es mucho. Fox y López Obrador se quedan chiquitos. Y resultó tal como lo dijo Roberto. Veintitantos años atrás ni se peleaban. No tenían por qué. Pero con el poder en las manos a morir se tiran. Tanto así: Cualquier golpeteo desde el PRI parece apapacho. Ya no hay competencia política interna. Cero y atrás convicciones. Bailaron un zapateado sobre los principios panistas. Parecen pleitos callejeros. De “valetodo”. Transas y trampas. Cuates y parientes a la nómina oficial. Sueldazos. Muchos casos de corrupción. Cercanía con el narcotráfico. Hasta videos con los Arellano Félix en fiestas familiares. Espionaje. Para elegir candidatos es otra. Ganan los favoritos de alcaldes y gobernador. O quien ofrezca chamba bien pagada a los delegados: “Votas por mí en la convención y vas a tal puesto con tanto de sueldo”. Ni la disimulan. Ya no son elecciones internas. Haga de cuenta subastas. De paso los precandidatos se zarandean como enemigos. Escandalizan. Quedan en ridículo. Antes de ser se sienten candidatos. Prometen a los ciudadanos lo imposible cumplir. Aburren. Desagradan. Por eso se desmoronó el PAN en Baja California. El Licenciado Ernesto Ruffo fue el primero en ver esa degeneración. Nadie como él para comprenderla. En 1989 derribó electoralmente al PRI. Su candidatura fue espontánea. Entusiasta. Pegajosa. La victoria legítima. Hace meses dijo: “Al PAN lo que le hace falta es perder”. Y perdió. Hoy desde Tijuana veo a los que en el PAN quieren ser candidato a la Presidencia. Me da la impresión de estar nuevamente frente a una película ya estrenada en Baja California hace años. El PAN en pleitos y desbarajuste como pronosticó Roberto. Y con eso haciéndole la tarea al PRI y PRD. Huele a derrota. Tomado de la colección “Conversaciones Privadas” de Jesús Blancornelas y publicado el 4 de octubre de 2004.