Dos de los más recientes casos que conmocionaron a los tijuanenses sobre abuso y maltrato infantil, son el de Brayan Anthony, de tres años, quien perdió la vida a causa del ultraje y vejaciones de parte del padrastro y madre; y el de un bebé de un mes de nacido que padeció de violencia familiar. Sus progenitores lo calificaron de llorón, propinándole cachetadas hasta que lo callaron para siempre. Ambos hechos fueron reportados el 19 de diciembre de 2012. Al albergue temporal del Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), diariamente llegan menores víctimas de violencia intrafamiliar que son remitidos por un juez municipal, luego de una intervención policiaca, denuncia ciudadana, por los propios menores, los padres, o bien, por canalización médica. José Luis Manzo, coordinador de Atención a Niños y Adolescentes del Albergue Temporal DIF, señaló que actualmente el recinto atiende un promedio entre 270 y 290 menores, cuando su capacidad es de 180 a 190; casi 40 por ciento menos. El problema más común de su estancia en el albergue es la omisión de cuidados, desde negligencias de los padres por dejarlos solos, no proporcionar alimentos ni vestido, condiciones de vida insalubres y reprobables, abuso físico y sexual. No existe edad, los hay desde recién nacidos hasta adolescentes. Los meses de junio, julio y agosto -verano- se incrementa el número de menores que ingresan el albergue, y empieza a decrecer en noviembre a enero. Desafortunadamente, el decremento no es menor a la capacidad. Para el psicólogo José Luis Manzo, la sobrepoblación del albergue temporal de menores responde a que la dependencia es una representación viva de la crisis existencial de la sociedad: “De violencia intrafamiliar, abusos, maltrato, vejaciones, abandono de menores, menores en condiciones paupérrimas de existencia, aquí llegan estos tipos de perfiles y tenemos menores que son recogidos de la calle, o de los que se acostumbran a vivir en la calle y pese a que tienen familia, salen y regresan dos o tres días a su casa; ese es el perfil de menores con el que trabajamos”. En cuanto a las razones, el funcionario comentó que a diferencia de los demás municipios de Baja California, Tijuana está en un crecimiento permanente: “Por lo regular llegan a residir a las zonas denominadas periféricas y cordones de la ciudad, empiezan a crear nuevos núcleos en condiciones paupérrimas, se convierten en invasiones, otros llegan a cubrir algunas unidades habitacionales que no tienen muchas condiciones urbanas y se crean estos conflictos internos dentro de las propias estructuras familiares, porque los padres tienen que salir a trabajar y dejan abandonados a los chicos. Viven en las colonias donde se viven situaciones de violencia; de alguna manera esos factores influyen, y es cuando se presentan índices o incidencias de conflictos”. El coordinador de Atención a Niños y Adolescentes del Albergue Temporal DIF, señaló que de acuerdo a los menores que ingresan al albergue, se detecta el índice de violencia que ha padecido el niño, y en ocasiones los casos son sorprendentes. “Hay menores que se han visto involucrados en conflictos de mayor adicción, llegan con un cuadro de perfil adictivo, también llegan menores con un perfil de trata que ya están inmersos y traen ese concepto de vivir en la prostitución, cada vez es reflejada la crisis con el número de menores que nos siguen llegando”, dijo el especialista, además de coincidir que en término de números, los casos de violencia infantil siguen en aumento. “Desde hace más de seis años, seguimos viviendo el termino bestial de padres hacia hijos, los número de casos así lo manifiestan; mucho tiene que ver las drogas, ahora los padres se ven involucrados tanto como consumidores, como vendedores. “El abuso es grotesco cuando se mezcla con el alcohol, drogas, narcotráfico, donde la chica es prostituida por su padre y abusada por su hermano, ¿cómo es posible que en un contexto social todavía pase esto?, pero es la distorsión que ha producido la droga a estos sujetos, los hace convertirse en unas bestias”, mencionó. Respecto al tratamiento, el funcionario comentó que los menores y jóvenes que llegan albergue son tratados con programas específicos que se han implementado en DIF. “La estancia del menor no debe ser considerada una estancia vacía, debe tener las mismas oportunidades y características de cualquier joven en el exterior. Cursan el sistema escolarizado, con horario determinado, siguiendo normas y reglas. Los chicos que ingresan no tenían reglas, no se aseaban diario, no tenían ropa limpia. Su nivel de alimentación era muy bajo. Otros con exceso de sobrepeso, desorden en hábitos; y al entrar hay reglas que los vamos encauzando. Los chicos que llegan por abuso, hay terapia individual y de grupo y talleres que se les va dando en el curso de su estancia”. La regla es que un menor no debe permanecer en el albergue temporal más de cuatro meses. “Sin embargo, influye la situación específica de cada menor, ya que algunos necesitan mayor protección y atención. Algunos permanecen por seis u ocho meses. Hay quienes son canalizados a casa hogar y se le sigue dando seguimiento con sus tratamientos específicos”, reconoció Manzo. La mayoría de los jóvenes que ingresan al albergue son reintegrados a la sociedad, pero hay perfiles tan distorsionados que al paso de los años, son víctimas de delitos aún más graves. “La mayoría dado el proceso de evolución y las condiciones van adquiriendo ciertos patrones que le permiten sobrevivir en el ambiente y logran ser personas que cumplen los criterios sociales. En los seis años que he tenido aquí, ha habido casos de menores que sabemos que terminaron en el consejo tutelar, que de alguna manera van a terminar en la peni”, puntualizó el psicólogo.