Al Presidente Felipe Calderón Hinojosa le quedan siete días como mandatario nacional. Pasará a la historia como el panista que regresó Los Pinos al PRI. Cuestionada fue su llegada como cuestionada es la entrega de la banda presidencial. El michoacano llegó en medio de la sospecha de ilegitimidad. Menos de un dígito de distancia en la justa electoral de su más cercano competidor fue el inicio de su administración que destacaría por la sangre derramada en seis años de inseguridad y crecimiento del narcotráfico en México. De la accidentada toma de protesta en medio de sospechas de fraude al final del sexenio las boletas electorales de aquel 2006 siguen siendo motivo de controversia. Contra la consigna del Instituto Federal Electoral para destruirlas, la reacción de la Organización de las Naciones Unidas para mantenerlas, pero la malora cláusula electoral que impide revisarlas. Felipe Calderón fue polémico de principio a fin de su administración. Qué nos deja el Presidente. Luego de los gritos de ilegítimo, Calderón se quiso legitimar utilizando a las fuerzas armadas en el combate al narcotráfico que en México y al inicio de su administración empezó el camino hacia su empoderamiento. Sacó a los Militares de los cuarteles y a los Marinos de los Puertos para lanzarlos a la calle ante la corrupción que había en instancias policiacas municipales, estatales y federales. Prometió regresarlos cuando la limpia de deshonestos hubiese terminado. Pero no lo cumplió. Cosa contraria, vulneró a la milicia mexicana ante el brazo corruptor del narcotráfico y el crimen organizado. Nunca como ahora tantos Generales, tantos soldados encarcelados por haberse rendido a las mieles de la dádiva con dinero ilícito. Y por otro lado, Calderón no limpió las corporaciones. Ni las propias. Hasta hace unos días los Policías Federales, funcionarios en la PGR y en la Secretaría de Seguridad Pública, han sido exhibidos tan corruptos como siempre. De tres procuradores que tuvo, ninguno fue capaz de asear la Fiscalía Nacional, y su amigo Genaro García Luna fue incapaz para ordenar a los suyos. Felipe Calderón no limpió las corporaciones, evidenció a las fuerzas armadas. Su estrategia de combate a la inseguridad, basada prácticamente en la captura y el decomiso, dejó de lado el combate al lavado de dinero, el congelamiento de bienes, la disminución de las adicciones, el desarme de las calles. Contribuyó con la impunidad que su gobierno proveyó, a la creación de más organizaciones criminales, más cárteles, y más muertos. En un excelente reportaje de Enrique Mendoza y Rosario Mosso en esta edición, se da cuenta de ello. Más de 30 cárteles al finalizar el sexenio calderonista, y más de 83 mil ejecutados producto de esa guerra insana. En términos de la administración federal, el Presidente Calderón no hizo reformas sustanciales. Fuera de sus programas de asistencialistas como el Seguro popular, Oportunidades, Piso firme y otros; la estructura gubernamental no tuvo variación, ni la forma de hacer gobierno ni la nómina, sufrieron modificaciones en beneficio de los mexicanos. Acaso se engordó esta última de panistas de manera inmisericorde para el presupuesto. Las obras que hasta hace unos días seguía inaugurando, son producto –o al menos debieran serlo– no para presumirse, o de orgullo, sino una obligación de todo gobierno. Las decisiones en materia económica que tanto afectaron la frontera las deja de herencia, lo mismo que un doble impuesto. México perdió inversiones y se ganó muchas alertas de inseguridad en estos últimos seis años. En el ámbito electoral, ahí está la estadística. Redujo a su partido el PAN a la tercera posición, luego que Vicente Fox lo coronó en el año 2000 y Calderón lo entregó, ya raquítico después de perder espacios de manera consecutiva en el poder legislativo y en los gobiernos de los estados. Luego su mala suerte. La influenza, las tragedias climáticas, dos accidentes aéreos que lo dejaron sin dos secretarios de gobernación, dos de sus colaboradores enfermos de gravedad, su mujer operada, no paró el hombre de penar ante tanta tragedia. Realmente los últimos días han sido para el Presidente Felipe Calderón de goce, de disfrute. Se le ve relajado en justas deportivas, en actos culturales, en elogios y reuniones de cebollazo puro. Ya nada importa, siete días de gobierno no son nada, él se va a descansar y los mexicanos todos nos quedamos con Enrique Peña Nieto. Bonita cosa.