Ni Elia Cabañas se la creía, logró llegar a San Lázaro sin un solo respingue de los legisladores locales, pero la felicidad le duro poco. Fue llamada de vuelta para ocupar el lugar de Gregorio Barreto, quien falleciera en julio debido a una falla cardiaca y no le quedó más que usar el profundo dolo de la pérdida de su iniciador en la política como pretexto de su ausencia. Los priistas necesitaban un voto más para aprobar la reforma política –no lo lograron–, la vuelta en vano de Elia le salió más cara de lo que esperaba. Desde su regreso a Baja California, miembros de Calfia la siguen de cerca, con apariencia de elementos de seguridad, la acompañan a ruedas de prensa y sesiones de congreso –hasta montados en sus calafias rojo y crema–, pero la vigilancia es hacia ella. Los votos obtenidos por Barreto fueron captados, en gran parte, por la movilización y el acarreo de la zona este de Tijuana –imperio de Barreto– y los allegados del fallecido saben bien que Cabañas ni figuraba en sus planes, ni modo, compañía incómoda para la diputada.