Fue la persona más buena que he conocido, la Señora Margarita Ramírez Flores. Alta cuando joven. De sonrisa franca. Trabajadora a más no poder. Humilde. De rancho y sin preparación, pero con la sabiduría que solo la vida puede dar. Mujer, pero ella decidió por encima de eso, ser madre, con las renuncias y sacrificios que conlleva.