Un día, en un pueblo, un burro apareció muerto frente a la iglesia. Pasaban los días y nadie lo recogía. Muy molesto, el cura llama al alcalde:
“Como autoridad, ¿por qué no manda usted que recojan ese burro?”.
El hombre, que ese día no estaba de muy buen humor, responde:
“Y usted, como buen cristiano, ¡dele una cristiana sepultura!”.
El cura refuta:
“Sí, pero como buen cristiano ¡es también mi deber avisar a sus familiares!”.