Uno que no se menciona -lo extrañamos- como institución oficial que hizo mucho bien: el Instituto Nacional de Desarrollo Social (INDESOL). Por decreto desapareció en el 2021, pero desde el 2019, con la eliminación de Programas de Coinversión Social, dejó de financiar proyectos de Organizaciones de la Sociedad Civil, dedicados a atender problemáticas de población en situación vulnerable.
En Playas de Tijuana estamos padeciendo la falta de planeación para rehabilitar el Malecón, obra de dos o tres kilómetros de extensión; durará más de un año su construcción. Amigos de buena memoria han recordado los dos puentes. Si algo tienen hoy las autoridades es que “cacarean el huevo antes de ponerlo”.
La Doctora Claudia, tiene que hacerse a la idea de que los mexicanos ya no nos chupamos el dedo. Tenemos la capacidad para razonar y juzgar. Este mamotreto de elección, no lo merecemos.
Ambos lados del otrora Paseo Reforma son cubiertos por cuchitriles que pretenden ser comercios, ofrecen chácharas, impiden el libre tránsito de las personas y contaminan el panorama de una forma lastimosa.
Para un funcionario es deber acusar recibo a petición que realice cualquier ciudadano. Quizá desconozca que el 8º constitucional determina que cuando la petición es respetuosa, hay un tiempo marcado para responder en la misma forma. Pero ignorar no lo exime.
Nuestro querido México es de una riqueza impresionante. Resistiendo gobiernos federales desde hace siete años, que llegaron con apetito insaciable para imponer un estilo de “gobernar”. Sin necesidad de mencionar el dineral que se sigue pagando por la cancelación del aeropuerto de Texcoco.
No se requiere sabiduría para la respuesta a ese y muchos delitos que sufre la sociedad: incapacidad de identificar a los destructores de vidas y castigarlos. Eso además daría paz a las familias y posibilidad de encontrar “aunque sea un huesito”, como declaró un sufrido padre de familiar “para enterrarlo y saber dónde quedó”.
La lectura semanal de ZETA me hizo conocer la valiente labor informativa de Don Jesús y Héctor. Este último, desde mi llegada, pidió que fuera a hablar con el capitán del barco, el señor Blancornelas.
Es claro que no son los trabajadores de todos los días, van variando por el rol que les toca. Y la experiencia es que nunca hemos visto a uno de mal humor, negligente o aflojerado. Y de todas las edades (hay mucho joven).
Platicando con antiguos residentes, reconocen que hemos ido dejando en el camino la convivencia armónica con nuestras autoridades que dedican más tiempo a enaltecer “la ayuda de la señora Presidenta” que buscar el acercamiento con la ciudadanía.