Ahora bien, somos testigos de que los avances tecnológicos traen una inercia muy acelerada. Prácticas que hace una década eran novedosas, en estos tiempos son cotidianas, como la mensajería instantánea o las reuniones a distancia. Esto hace que el intercambio de información sea mucho más continuo y, por lo tanto, los riesgos contra la privacidad sean mayores.