Desde esta franja donde el viento arrastra polvo, historias y agravios, enviamos estas palabras para quien, desde arriba, pretende explicar el presente culpando a los fantasmas del pasado. Allá se dijo que “los neoliberales contaminaron el Río Tijuana”. Y acá, donde el río baja enfermo y la tierra huele a abandono, uno se pregunta si la memoria de los poderosos es corta por descuido… o por conveniencia.
Porque en Baja California el pasado no está muerto: respira, duele, se defiende. Es un río vivo —aunque herido—, un expediente que no se archiva, una lista de nombres que no se borran con discursos ni con señalamientos al aire.
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Por eso preguntamos, no por insolencia, sino por claridad: ¿De qué neoliberales habla, Presidenta?
¿De los que gobernaron con traje y corbata, o de los que hoy gobiernan con chaleco guinda y la misma costumbre de mirar para otro lado?
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¿De los que se fueron, o de los que se quedaron disfrazados de aliados?
¿De los que se nombran enemigos, o de los que se abrazan en privado?
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Si habla de Xicoténcatl Leyva Mortera, que en los últimos años de su vida apoyó a Morena, dígalo.
Si habla de Jaime Bonilla, que cruzó la frontera para dirigir el Distrito de Agua de Otay y afiliarse al Partido Republicano y terminó cobijado por quienes hoy se dicen distintos, dígalo también.
Si habla del panista Francisco “Kiko” de la Vega, cuyos compadres encontraron sombra en Morena como quien busca refugio en un mediodía bravo, entonces dígalo sin rodeos.
Y si habla de la actual Gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda y de su esposo Carlos Torres Torres, que cambiaron de color pero no de hábitos, entonces no esconda la mano después de aventar la piedra.
Porque si esos son los “neoliberales” que contaminaron el Río Tijuana, entonces su acusación es un espejo.
Y en ese espejo se refleja su propio proyecto político, su propia base de apoyo, su propia frontera.
Acá abajo sabemos que la culpa no se lava con discursos.
El agua no entiende de ideologías: sólo reconoce a quien la ensució y a quien la dejó morir.
Por eso decimos, con la serenidad del que ya no se sorprende: dejen de culpar al pasado. Porque ustedes también ya son pasado.
Y el presente que administran —con sus homicidios, sus desaparecidos, sus silencios y sus excusas— no admite coartadas.
Nosotros, los de abajo, los que caminamos con los pies llenos de polvo y la memoria despierta, no pedimos perdón ni pedimos permiso. Pedimos verdad. Pedimos que el río vuelva a correr limpio, aunque los gobiernos sigan turbios.
Desde el Norte que resiste, desde la frontera que no olvida, desde la dignidad que no se negocia, desde el bordo de Tijuana, donde el país se mira sin maquillaje y sin excusas, decimos lo que siempre hemos dicho: que no nos vengan a explicar nuestra propia historia. Que no nos pidan olvidar lo que vivimos en carne propia. Que no pretendan limpiar su presente ensuciando el pasado ajeno. Aquí seguimos. Aquí estamos. Aquí estaremos.
Porque mientras ustedes cambian de discurso, de color o de enemigo, nosotros seguimos defendiendo lo único que no se negocia: la dignidad de un pueblo que no se rinde y no se vende.
Y si algún día el río vuelve a correr limpio, no será por gracia de ningún gobierno, sino por la terquedad de quienes, aun con el agua enferma y la tierra herida, seguimos creyendo que este Norte merece justicia.
Desde la frontera que resiste, desde la memoria que no se arrodilla, desde el país que ustedes no ven pero que sostiene todo: aquí seguimos. Luchando hombro con hombro junto a las justas causas de Tijuana. ¡Feliz Navidad!
El autor es presidente del Centro de Estudios y Proyectos para la Frontera Norte “Ing. Heberto Castillo Martínez” A.C.
Correo electrónico: [email protected]
