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lunes, noviembre 10, 2025
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Unos cuantos de gallegos

Estaba un gallego leyendo las noticias y había una que decía: “ESTÁN VIOLANDO LOS DERECHOS”.

Y pensó:

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– ¡Hostia! Menos mal que soy zurdo.

 

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* * *

 

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Reunidos cuatro enfermos y el psicólogo, éste les dice que cada uno se presente, diga su oficio y comente por qué lo ejercen.

El primero dice:

– Me llamo Carlos y soy médico porque me gusta que la gente esté sana.

El segundo dice:

– Me llamo Ángel y soy arquitecto porque me gusta que la gente viva en casas bonitas.

La tercera dice:

– Me llamo María y soy lesbiana porque me gustan las curvas, los pechos y hacer de todo con mujeres.

El cuarto dice:

– Me llamo Manolo… y hasta hace un momento pensaba que era albañil, pero acabo de descubrir que soy lesbiana.

 

* * *

 

Estaba un hombre pescando en una playa. Se le acerca otro por detrás y se pone a verlo pescar.

Pasa una hora y el hombre no se mueve del sitio. Pasa otra hora y el hombre allí, tieso.

Pasa otra hora y el hombre que no se mueve. El pescador medio mosqueado lo ve de reojo.

Pasa otra hora y sigue sin mover un dedo mirándolo pescar. Otra hora y sigue allí. El pescador ya está nervioso. Pasan tres horas más y el tío que no se va y no se va.

Así hasta que el pescador recoge sus cosas y se prepara para irse, y el tipo lo sigue mirando. Entonces el pescador va y le dice:

– ¿Qué, le gusta la pesca?

– Para nada. No tengo paciencia.

Autor: Un hostigador.

 

Lógica masculina

Una pareja que está en el juzgado divorciándose, discute sobre la custodia de la hija.

La mujer se levanta y le dice al juez:

– Yo traje a esta niña al mundo con dolor, la custodia me corresponde a mí.

El juez se dirige al marido y dice:

– ¿Qué tiene que decir en su defensa?

El hombre se sienta un rato, luego dice lentamente:

– Sr. Juez, si usted mete una moneda en una máquina de bebidas y sale una Pepsi, ¿de quién es la Pepsi, de la máquina o suya?

Autor: Un abogado.

 

El padre de Jaimito

La profesora a Jaimito:

– A ver Jaimito, ¿a qué se dedica tu padre?

– Mi padre es cura.

– ¿Y tu madre?

– Mi madre es monja.

– ¡Ah! ¿Colgaron los hábitos?

– No, sólo se los arremangaron un poquito.

Autor: El papá de Pepito.

 

El vendedor ambulante y la clienta

Esto es un vendedor ambulante que va pregonando:

– ¡Vendo peras y higos! ¡Vendo peras y higos!

De repente oye una voz que lo llama y ve a una señora asomada en una ventana de un decimonoveno piso que le dice:

– ¡Oiga! suba por favor.

El señor entra al edificio y ve que no hay elevador, así que con mucha calma sube los 19 pisos por la escalera hasta que llega al borde del desmayo al 19 y toca la puerta, allí sale la señora y le dice:

– No lo llamé para comprarle nada, solamente quería decirle que no se dice “peras Y higos” sino “peras E higos”.

Autor: Un maestro de primaria.

 

Juego de golf

Moisés, Jesús y un viejito, decidieron disputar un juego de golf, y el campo se llenó de fanáticos antes del partido.

En el hoyo considerado como el más difícil, porque tenía un lago en el medio, Moisés tiró primero. La pelota salió disparada, cayó en el medio del lago y se hundió.

Moisés caminó hasta el borde, alzó su palo, hizo que se abrieran las aguas, bajó caminando hasta donde estaba la pelota y, de un golpe, la sacó del fondo.

Con sólo otro golpe, la metió en el hoyo, y la gente aplaudió emocionada.

Luego fue el turno de Jesús.

La pelota salió igualmente disparada, e igualmente fue derecho al lago, pero de repente se detuvo y quedó suspendida a escasos centímetros de la superficie.

Jesús caminó entonces sobre las aguas y con un golpe preciso, mandó la pelota directamente al hoyo.

La ovación de la gente fue ensordecedora.

Por último, le tocó el turno al viejito.

La pelota, una vez más, cayó en el lago y se hundió, y el público hizo un respetuoso silencio preguntándose qué podría hacer el pobre viejo.

De pronto, del agua saltó un pez con la pelota en la boca y, justo en ese momento, pasó un águila que lo pescó al vuelo.

El águila se alejó volando por el límpido cielo llevando el pez en su pico, mientras éste sostenía aún la pelota.

Entonces, como salida de la nada, apareció una nube negra, y de ella brotó un rayo que, pegando certeramente en la cabeza del águila, la hizo caer.

En su descenso, el ave soltó al pez, el pez soltó la pelota y ésta cayó exactamente en el hoyo.

Primero se hizo un silencio dramático y luego la gente, enloquecida, irrumpió en cerrado aplauso para el viejito.

Jesús se acercó entonces al viejito, que sonreía tímidamente, y le dijo:

– Papá… te pasas, de veras.

Autor: Un creyente.

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