Va un tipo por la autopista a 130 por hora, y en eso que le empieza a perseguir una patrulla.
El hombre se orilla y ve cómo se para delante de él un agente de tránsito, se acerca y le dice:
– Señor, iba usted a 130 km por hora, cuando la velocidad máxima permitida es de 80. ¿Lo sabía? Tendré que hacerle la prueba de alcoholemia.
A lo que el conductor responde:
– Bueno, no me voy a negar a soplar, pero le aviso de antemano que daré positivo. Es que verá, trabajo en un circo y cuando tengo que tragar y escupir fuego uso alcohol, y quiera que no, siempre me trago algo. Pero si usted quiere soplo, aunque ya sabe que daré positivo.
Al mismo tiempo le señala los asientos traseros, donde hay varias garrafas, mazas, diábolos, palos chinos, bolas… de todo.
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– Está bien señor, no le haré soplar, y por esta vez se librará de la multa… Tuvo suerte. Verá, es que a mí siempre me gustó mucho el circo, desde pequeño. ¿Me podría hacer usted un favor?
– Usted diga.
– Pues me encantaría que me hiciera usted una pequeña demostración, si no es mucho pedir.
Dicho y hecho, el hombre sale del carro, coge sus bártulos y empieza a hacer malabares, primero con las bolas, luego con las mazas, mientras lo observa muy atento el agente.
En eso que pasa un camión, y el conductor se asoma por la ventanilla tocando la bocina y gritando al policía:
– ¡¡¡Hijos de la chilindrina!!! ¡¡¡Que cada vez hacen la prueba más difícil!!!
Autor: Un cliente frecuente del alcoholímetro.
Así empiezan los pleitos
Mi mujer se sentó a mi lado en el sofá mientras yo pasaba de canal en canal.
Ella preguntó:
– ¿Qué hay en la tele?
Yo respondí:
– Polvo.
Y, ahí empezó…
Cuando llegué a casa, ayer por la noche, mi mujer exigió que la llevase a un sitio caro. Entonces la llevé a una gasolinera.
Y, ahí empezó…
Mi mujer y yo estábamos sentados en una mesa en una reunión de amigos en un bar y me estaba fijando en una chica borracha que balanceaba su copa mientras estaba sola en una mesa próxima.
Mi mujer preguntó:
– ¿La conoces?
– Sí, -dije yo-. Ella es una antigua novia mía… Sé que empezó a beber después de separarnos, hace ya bastantes años y, por lo que sé, nunca más ha vuelto a estar sobria.
– ¡Dios mío! -dijo mi mujer-, nunca pensé que alguien pudiera celebrar algo durante tanto tiempo.
Y, ahí empezó…
Después de jubilarme, fui hasta la Seguridad Social para poder recibir la carta de jubilación. La mujer que me atendió solicitó mi carné de identidad para verificar mi edad. Busqué por todos los bolsillos y me di cuenta que lo había dejado olvidado en casa. La funcionaria dijo que lo lamentaba, pero que tendría que ir a buscarlo a casa y volver más tarde.
En eso, me dijo:
– Desabotone su camisa.
Entonces desabotoné la camisa, dejando expuestos mis vellos crespos y plateados.
Ella me dijo:
– Este vello plateado en su pecho es prueba suficiente para mí.
Y procesó mi jubilación. Cuando llegué a casa, conté a mi mujer, entusiasmado, lo que ocurrió.
Ella me dijo:
– ¡Vaya! ¿Y por qué no te bajaste los pantalones? Pudiste haber conseguido una discapacidad permanente también.
Y, ahí empezó….
La mujer está desnuda, mirándose en el espejo de la habitación. No está feliz con lo que ve y dice al marido:
– Me siento horrible; parezco vieja, gorda y fea. Realmente necesito un elogio tuyo.
El marido responde:
– Tu vista es perfecta.
Y, ahí empezó….
Llevé a mi mujer al restaurante. El mesero anotó primero mi orden:
– Quiero un filete casi crudo, por favor.
El mesero pregunta:
– ¿El Señor no está preocupado por la vaca loca?
– No, ella misma puede pedir su platillo -respondí.
Y, ahí empezó….
El marido vuelve del médico y la mujer, toda preocupada, le pregunta:
– Y, entonces, ¿qué te dijo el médico?
De pronto, él respondió:
– A partir de hoy, no haremos más nada, tengo prohibido las grasas.
Y, ahí empezó….
Autor: Un exmarido… múltiples veces.





                                    
        
        

