Desde su residencia en Alemania, el escritor peruano Luis Fernando Cueto consolida su obra literaria como un testimonio fabulado de la violencia sociopolítica que laceró a Perú. Con su más reciente novela, El otro Paraíso, Cueto no solo relata un periodo histórico, sino que exhibe una capacidad creativa que convierte el trauma en arte, asegurando que la realidad más cruda sea legible y asimilable para el público.
La magnitud de su trabajo fue reconocida recientemente al ser finalista, entre ocho, en el Premio Ignacio Manuel Altamirano, en una competencia que incluyó 650 obras de 25 países. Para Cueto, este reconocimiento es significativo, pues considera que “la realidad de la violencia que transcurre en el Perú tiene casi un paralelo con la mexicana”.
• LA SEMILLA DE LA HISTORIA: DE LA REALIDAD AL INFIERNO REPLICADO
Luis Fernando, quien vivió de cerca el conflicto con Sendero Luminoso (PCSL) y el MRTA, explica que estos sucesos históricos, como la Revolución Mexicana o la muerte de Gaitán en Colombia, “marcan a un país y siempre salen cosas nuevas”.
La génesis de El otro Paraíso surgió de testimonios directos. Hace tres o cuatro años, Cueto se reunió en Perú con personas que habían residido en el pueblo de Nuevo Paraíso, viviendo “bajo la administración de justicia de Sendero Luminoso, que es una cosa terrible”. Esta realidad testimonial se convirtió en el motor de su ficción. Sendero Luminoso, al entrar e imponer su orden en estos lugares, buscaba “crear una sociedad nueva, un nuevo paraíso, pero lo que terminaron construyendo fue la réplica del infierno”.
El escritor lleva esta mecánica de la crueldad directamente a la ficción, detallando el mecanismo de control más escalofriante de Sendero: la ejecución pública. En su sistema de justicia, cualquier falta, grave o menos grave, se ajusticiaba con la muerte. Y lo más perturbador: “era una muerte en la que participaba todo el pueblo”. La razón detrás de este acto colectivo, explica Cueto, era mantener un “ejército de cómplices, a la fuerza por supuesto. Esta técnica, aunque buscaba imponer el orden, acabó causando terror y la gente se huía de ellos”.
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• EL ARTE DE EVITAR LA SATURACIÓN: LA BÚSQUEDA DE HUMANIDAD
El principal reto creativo de Luis Fernando Cueto es asegurarse de que el lector no se sature con la violencia, una lección aprendida con su novela anterior, Ese Camino Existe. Su capacidad para narrar el horror reside en el dinamismo: “llevándolo de un sitio a otro, cambiando los escenarios, cambiando las circunstancias”.
Pero el elemento crucial de su arte es la inserción de rasgos de humanidad en medio de la vorágine. En El otro Paraíso, los personajes resisten con lo poco que tienen, que es su “reducto de humanidad”. Esta resistencia es la clave que articula la narrativa, “oponiéndose al nuevo orden impuesto por Sendero Luminoso, aunque a la mayoría les cueste la vida”.
El autor destaca que su trabajo expone cómo los extremos, los fundamentalismos, son intrínsecamente malos y peligrosos porque son intolerantes y “no aceptan los pensamientos distintos. O estás con ellos o estás contra ellos”.
• LA PARANOIA COLECTIVA Y LA FICCIÓN FIEL A LA REALIDAD
La maestría de Cueto al aterrizar casos de la realidad a la ficción se evidencia en su tratamiento de la paranoia. A diferencia del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), que operaba con uniformes, Sendero era “invisible”.
“Tú no sabías quién era quién. Esta invisibilidad generaba un estado de alerta todo el tiempo. Casi como una paranoia, donde se sospechaba de cualquiera, incluso de los niños, que también eran utilizados. En una sociedad así no se puede vivir”, advierte el escritor, quien para ejemplificar esa infiltración que afectaba la vida íntima de las personas, revela un caso personal que influyó en su obra:
“Estábamos una vez de guardia en una dependencia pública… estábamos viendo la televisión, y sale en la TV en las noticias que habían capturado a una célula de Sendero Luminoso. Y escucho el grito de uno de los mis compañeros. Habían sacado a su hijo en la pantalla. Él vivía con su hijo que era miembro de Sendero Luminoso y no tenía la menor idea”.

Esta revelación real del hijo senderista se traduce en la ficción en la desilusión de Gabriela, cuya pareja era un propagandista y no lo sabía. O en el caso del chiquillo huérfano, un joven estimado en Nuevo Paraíso, que resultaba ser el emisario y el vigilante clave de Sendero, “los ojos y oídos de Sendero Luminoso en ese pueblo”.
Cueto utiliza estas traiciones íntimas para mostrar cómo la guerra interna destroza el tejido social desde adentro.
• MOTIVACIONES LITERARIAS: LA BÚSQUEDA DEL PARAÍSO Y LA PLENA LIBERTAD
A pesar de la crudeza de los temas, la motivación literaria de Cueto es profundamente liberadora. Él busca contar la historia con una mirada imparcial, “hasta cierto punto neutral, para que los lectores vean con sus propios ojos y saquen sus conclusiones”. Su rol es el de un artista que reelaboró a partir de la realidad, creando una obra de ficción con personajes con cariz humano.
Respecto a la búsqueda existencial del paraíso, Luis Fernando es filosófico: “el paraíso es una estrella que vamos a buscar y lo mejor de todo creo es que nunca lo vamos a encontrar. Si se encontrara, cesaría la esperanza y la ambición por ser mejores”.
Sin embargo, el novelista sí ha encontrado algo fundamental: su propia libertad en la literatura.
“Yo escribo porque al escribir yo siento que ejerzo plenamente mi libertad como no lo ejerzo en la vida diaria. Pero en la literatura yo impongo mis reglas. Yo creo. Doy vida a los personajes y también se las quito cuando quiero. Yo pongo los tiempos. Yo creo las situaciones. Yo las acabo. Yo empiezo la historia. Yo la termino”, confiesa orgulloso de su talento.
Esta forma de realización personal con plena libertad es lo que impulsa al escritor a usar su arte para armar el rompecabezas de la historia, esperando que al contarlo, el horror “ya no se repita”.
De esta manera, obras como El otro Paraíso y su anterior Cosecha de Tiburones (la historia de los hijos de la violencia), cumplen un doble propósito: el desahogo creativo de un hombre libre y el legado necesario para una sociedad que no debe olvidar el costo de las tempestades sembradas.







