Se corrió por el bosque la voz de que el oso se había encabronado y estaba haciendo una lista de liquidación de todos los que alguna vez lo habían ofendido.
En la lista, dicen, están todos los que se burlaron de él, los que se rieron, los que lo chismearon, y ni qué decir de los que le hicieron algún daño más serio.
Los animales se preguntaban entre ellos si estaban en la lista, cuándo empezaría el oso con su plan, si iba por orden o al azar…
El lobo concluyó que no valía la pena romperse la cabeza. “Lo que sea, iré a preguntarle al oso”.
Así el primero fue el lobo.
— Oso, escuché que estás haciendo una lista de liquidación.
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— Así es, lobo.
— Ajá. Tuvimos nuestros problemas, así que me interesa saber si estoy en esa lista.
— Sí, lobo.
Y el lobo entró en pánico. Le preguntó al oso si podía resolver algunos problemas antes del juicio final, asegurar a su loba, despedirse de su familia. El oso dijo:
— Adelante, lobo.
Se corrió por el bosque la noticia de cómo le fue al lobo, entonces la leona decidió acabar con la incertidumbre. Fue donde estaba el oso porque sabía que varias veces lo había ofendido.
— Oso, el lobo me dijo que estoy en tu lista de liquidación, así que vine a preguntar por mí.
— Tú también estás, leona.
Y la leona entró en pánico. ¿Y ahora qué? Era madre soltera y le suplicó al oso que le diera tiempo para llevar a sus cachorros a casa de su hermana en el bosque vecino, y que después estaría lista para el castigo del oso. El oso dijo:
— Okey, leona.
Y así, después del lobo y la leona, se fueron presentando los animales del bosque que habían ofendido al oso, uno tras otro. Y todos estaban en la lista y a cada uno el oso les dio un plazo razonable antes de… bueno, ya saben.
La liebre seguía los acontecimientos en el bosque: la atmósfera oscura, un enemigo del oso tras otro desaparecía de este mundo, la población del bosque disminuía.
Y la liebre recordaba que desde pequeño se había burlado del oso, le hacía bromas pesadas, le armaba peleas.
— Uff, si todos estos están en la lista por cosas menores, tengo que ir a ver al oso —le dijo a su liebrecita y se fue.
— Oye, oso, vine a ver sobre esa lista tuya… ¿Estoy yo en la lista?
– Sí, liebre.
Después de una breve pausa, la liebre dijo:
— ¿Podrías borrarme de esa lista?
— Claro, liebre. Borrón y cuenta nueva.
Autor: La liebrecita.
El ingeniero y el perro
El ingeniero le ordena a su perro.
— ¡Escalímetro, muestra tus habilidades!
El perro agarró un martillo, unas tablas y se armó el solo una perrera. Todos admitieron que era increíble. El contador dijo que su perro podía hacer algo mejor.
— ¡Cash Flow, muestra tus habilidades!
El perro fue a la cocina, volvió con 24 galletas y las dividió en ocho pilas de tres galletitas cada una. Todos admitieron que era genial. El químico dijo que su perro podía hacer algo aún mejor:
— ¡Óxido, muestra tus habilidades!
Óxido caminó hasta el refrigerador, tomó un litro de leche, peló un plátano, usó la licuadora y se hizo un batido. Todos aceptaron que era impresionante. El informático sabía que podía ganarles a todos:
— ¡Megabait, hazlo!
Megabait atravesó el cuarto, encendió la computadora, controló si tenía virus, mejoró el sistema operativo, mandó un e-mail e instaló un juego excelente. Todos sabían que esto era muy difícil de superar. Miraron de reojo al político y le dijeron:
— Y su perro, ¿qué puede hacer…?
El político llamó a su perro y dijo:
— ¡Noroña, muestra tus habilidades!
¡El can se paró de un salto, se comió las galletas, se tomó el batido, borró todos los archivos de la computadora, armó pelea con los otros cuatro perros, se robó la perrera con un título de propiedad falso y alegó inmunidad parlamentaria…!
Autor: Uno de tantísimos anti-Noroña.
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