Tras su homenaje “Trayectoria FIL UABC 2025”, Metaletras Editorial y Editorial Halfbreed reeditan el primer libro de la autora tijuanense, “Celeste y ocho poemas”, publicado por primera vez en 1987. Desliz Ediciones prepara una antología de su obra en ocasión a sus 80 años. “Yo no diría que en mí la poesía es un oficio, porque vivo de otras cosas, pero sí como una vocación”, expresó a ZETA
Han transcurrido cinco décadas desde que la poeta tijuanense Ruth Vargas Leyva fue incluida en la antología “Siete poetas jóvenes de Tijuana” en 1974, editada por Ibo-Cali; además, han pasado 38 años desde que publicó su primer libro, “Celeste y ocho poemas”, editado en 1987 por el Instituto Tecnológico de Tijuana (ITT), mismo que ha sido reeditado este año por Metaletras Editorial y Editorial Halfbreed, bajo la edición de Eric Jair Palacios y Sophia Elizabeth Ibarra, respectivamente.
La reedición del libro que contiene poemas y relatos publicado en 1987, resulta importante porque estaba descontinuado, descatalogado en editoriales o librerías y era muy difícil conseguirlo o, incluso, no necesariamente está disponible en las bibliotecas de las diversas universidades públicas o privadas de Baja California.
Para el homenaje “Trayectoria FIL UABC 2025”, que la Feria Internacional del Libro de la Universidad Autónoma de Baja California le rindió a la escritora tijuanense en marzo y abril de este año, Metaletras Editorial y Editorial Halfbreed presentaron una reedición de aniversario de “Celeste y ocho poemas”. Posteriormente, en una tercera edición, publicaron el libro en junio de este año, mismo que fue presentado en la reciente XL Feria del Libro de Tijuana.
“Se hizo una edición para el reconocimiento que me hizo la FIL de la UABC y lo han reeditado muy recientemente Metaletras Editorial y Editorial Halfbreed como una manera de recuperar textos que ya no están disponibles. La iniciativa es de Eric Jair, Sophia Elizabeth Ibarra y Mario Miranda; ellos están tratando de darle mayor difusión a poemarios, a los poetas, pero también poner accesible a la gente joven poemarios que ya no es posible de adquirir, que los consigues en una tienda de segunda, en una librería de viejo. Son libros que ya no están disponibles en ningún lado; no había PDF, no los tienen las bibliotecas. No hay una biblioteca especializada en poesía de Baja California. Entonces, yo creo que es importante enfrentar estos poemarios a una nueva generación para que emitan un juicio, pero también hacerlos accesibles”, refirió a ZETA Ruth Vargas Leyva sobre la importancia de la reedición de “Celeste y ocho poemas”, al tiempo que rememoró la década de los 70 y 80 en que escribió los textos publicados en su primer libro, con el que inicia una reconocida trayectoria como poeta tijuanense.
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HACE CINCO DÉCADAS
Aunque en 1987 se publica “Celeste y ocho poemas” por el Instituto Tecnológico de Tijuana, en realidad el libro incluye poemas como “Retorno a la ciudad” y “Poema 2. De la ausencia” que fueron publicados en “Siete poetas jóvenes de Tijuana”, con la selección y compilación de Alfonso René Gutiérrez, bajo el auspicio de Jesús Cueva Pelayo y Guadalupe Kirarte en la editorial Ibo-Cali, en 1974, es decir, hace justo cinco décadas; a su vez, constató la autora a este Semanario, ambos poemas citados originalmente fueron publicados en Amerindia, revista que surge del Taller de Poesía Voz de Amerindia de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) Campus Tijuana, cuyo primer número se publica en noviembre de 1972.
— ¿Cómo se concretó la publicación de “Celeste y ocho poemas” en 1987 por la editorial del Instituto Tecnológico de Tijuana?
“Yo ya había publicado muchos poemas, textos, primero en Amerindia y después en Hojas. Realmente yo no tenía la idea de publicar un libro; fue una iniciativa de Ramiro León Zavala, que era el jefe del área editorial en el Tecnológico y era amigo mío. Él fue muy insistente: ‘Hay que publicarte algo’. Ahora he entendido que un poemario debe llevar un eje que atraviese todo. Pero en ese momento, respondiendo a la petición de Ramiro, lo que hice fue buscar algunos poemas que habían sido publicados ya en Hojas o en Amerindia, sobre todo en Amerindia, para incluirlos. Ramiro se interesó porque conocía mi veta poética, conocía que escribía poesía y dijo: ‘Hay que publicarte algo’. Y, de hecho, fíjate, diría que la primera edición es muy rústica, muy sencilla, porque eran los recursos institucionales y no podíamos escoger un papel de buena calidad, de una portada bonita. No teníamos esos recursos, pero él hizo ese esfuerzo”.
— ¿Por qué fue determinante para Usted la publicación de este primer libro en su trayectoria?
“Yo colaboré con Rubén Vizcaíno durante muchos años con diferente tipo de textos, algunos de educación, otros de literatura, y también a veces poesía. Pero no había tenido la idea de publicar un poemario yo sola. Entonces, esta posibilidad que me ofreció Ramiro me abrió también la puerta y dije: ‘Bueno, más adelante puedo publicar otras cosas’. Para mí fue importante, porque un poemario te da una presencia. Yo ya tenía cierto reconocimiento por ‘Siete poetas…’, pero no había tenido un estímulo o esa iniciativa que generó Ramiro León Zavala”.
ESCRITORES PUBLICAN A ESCRITORES
En la contribución a las bases de la tradición poética de Tijuana han sido principalmente los propios escritores tijuanenses quienes han publicado a los poetas de la ciudad fronteriza, en las décadas de los 70 y 80. Por ejemplo, Federico Campbell edita en 1978 en su editorial La máquina de escribir el segundo poemario de Eduardo Hurtado, “Ludibrios y nostalgias”; igualmente a Rosina Conde le da a conocer su primer poemario, “Poemas de seducción”, en 1981; a su vez, Rosina Conde le publica a Francisco Morales su segundo poemario, “La ciudad que recorro”, en 1986 en la editorial Panfleto y pantomima; igualmente, Luis Cortés Bargalló le edita a Víctor Soto Ferrel su primer libro de poemas, “Sal del espejo”, en Editorial Penélope, en 1982; además, Ramiro León Zavala publica el segundo y tercer poemario de Estela Alicia López Lomas, “Aprendiz de humano” y “Visitación de Eros”, en 1987 y 1989, respectivamente, en el Instituto Tecnológico de Tijuana, por citar sólo algunos ejemplos.
— Hablando de las décadas de los 70 y 80, ¿qué lectura hace de que han sido los mismos escritores tijuanenses quienes han publicado a los poetas de la ciudad fronteriza?
“Bueno, mira, yo creo que hay algunas razones de eso: uno, porque nos interesa que la comunidad de poetas difunda su obra, se dé a conocer; segundo, quien debió haber asumido este compromiso -lo hizo al principio y lo ha abandonado en las últimas décadas- es la UABC. Es decir, la UABC empieza con un desarrollo muy importante publicando temas de literatura, incluso tuvo una revista (Revista de Humanidades) en la Escuela de Humanidades donde también yo publiqué ahí cosas, y desapareció. Yo creo que las instituciones, sobre todo la Universidad, la UABC, debería de preservar ese rasgo que caracteriza a las grandes universidades, no lo ha hecho. Entonces, no hay una institución de ese tamaño, de ese calibre que lo publique. La que ha hecho ese esfuerzo ha sido CETYS Universidad con la colección que dirige Jorge Ortega; ahí me publicó a mí (el poemario “Los nombres pendientes”, en 2019), a Olga Gutiérrez (“Emily”, en 2019), a Antonio León (“: ríos”, en 2017) y ha publicado a otras personas de Baja California (como a Rosina Conde con “Que es un soplo la vida”, en 2023). Las instituciones grandes, como la Universidad Autónoma de Baja California, no han asumido ese rol de director de la cultura literaria, como lo hace la UNAM y lo hace la Universidad Veracruzana y lo hacen otras universidades, a pesar de que la Facultad de Humanidades ahora ya es muy importante, ocupa un lugar muy importante en el campus universitario. Y tercero, porque la labor editorial no se ha visto como un negocio; o sea, las grandes editoriales -a veces no muy grandes- funcionan como negocio; tienen cierto beneficio económico que me parece justo, pero aquí no tenemos, me parece que no hay. Creo que no hay editoriales que tengan una estructura de negocio”.
“RETORNO A LA CIUDAD”, POEMA PREMIADO
Incluido en la ya icónica antología de poesía tijuanense “Siete poetas jóvenes de Tijuana” (Ibo-Cali, 1974) y en el primer libro de Ruth Vargas Leyva, “Celeste y ocho poemas” (ITT, 1987), con “Retorno a la ciudad” Vargas Leyva ganó el primer Premio de la Flor Natural de los Juegos Florales de la Independencia en Tijuana “Jesús Sansón Flores”, en 1973; de acuerdo con diversos medios de la localidad de ese año, el segundo lugar lo obtuvieron Rubén Vizcaíno Valencia y Raúl Jesús Rincón. El Jurado estuvo integrado por Jorge Medina Ibáñez, Andrés del Villar y Felipe Belmontes Román; además, como mantenedor del Premio fungió Mario Ortiz Villacorta.
— ¿Cómo fue el proceso de su participación en los Juegos Flores de la Independencia en Tijuana “Jesús Sansón Flores” en 1973?
“Ya estábamos en el Taller de Amerindia. Rubén Vizcaíno nos estimuló a los que estábamos ahí a que participáramos. Participó también Raúl Rincón. Miembros del Taller enviaron sus poemas y otras personas. Básicamente es la invitación o la exhortación de Rubén Vizcaíno por que participáramos en este concurso. Ésa fue la motivación”.
— Desde “Retorno a la ciudad”, el tema de la muerte está presente en su obra: “Ya no importa la muerte, / la herida dura como costra, / el silencio arrastrado como el sitio / que recién ha cubierto nuestro polvo…”
“‘Retorno a la ciudad’ habla mucho de la ciudad como es: cuando habla de los niños que consumen droga. Yo crecí en la Independencia y me tocó ver a mí gente que mataban ahí, a media noche había balazos, salías y había un tipo tirado en la calle, no al nivel que se da ahora. La muerte siempre ha sido un tema que me ha obsesionado, que ha estado muy presente en mi vida porque había perdido a mi tío abuelo –que aparece citado en la novela ‘Felicia’–, había perdido a primos en accidentes. Yo no conocí a mi abuelo materno, él murió a los seis meses de que yo nací. Entonces, como que la muerte siempre ha sido un tema que ha estado muy presente en mi escritura”.

“La muerte es algo que me ha acompañado siempre, como algo que siento cercano, más ahora. A veces le digo a mi hija: ‘Mira, ¿cuántos años me quedan de vida?’. En 1974, el presente era algo que veía muy lleno de posibilidades y desconocido, porque no sabía qué me iba a pasar. Años después, le digo a mi hija: ‘Mira, a lo mejor me quedan 10 años de vida. El año que entra cumplo 80, a lo mejor me quedan 10 años de vida’. Me dice: ‘Hay, mamá, no seas tan pesimista’. Pero no me asusta la muerte, me asusta más perder la lucidez. Me asusta mucho no morir lúcida. La muerte no me asusta, pero perder la lucidez se me hace terrible; ésa es tu verdadera muerte, porque ya no sabes quién eres”.
DE LA FANTASÍA ONÍRICA
“Celeste y ocho poemas” está integrado por ocho poemas (Retorno a la ciudad; Poema 2. De la ausencia; Palabras a un poeta; In memoriam; Meditación; Bailarina; Negación y Lleno de ti), y tres relatos (La espera; El sueño, y Las cuatro lunas de Celeste, que son como cuatro cuentos en uno). A diferencia de “Retorno a la ciudad” y “Poema 2. De la ausencia”, los relatos de Ruth Vargas Leyva contenidos en “Celeste y ocho poemas” no son tan citados o reconocidos. Los relatos ochenteros de Ruth Vargas Leyva destacan porque se inscriben en el género de lo fantástico en una época o década en Tijuana donde predominaba básicamente la literatura realista.
— ¿Por qué considera que los relatos La espera, El sueño y Las cuatro lunas de Celeste no son tan citados o reconocidos en su trayectoria?
“Bueno, porque también son textos muy críticos, son textos muy cerrados con varios niveles de lectura y son textos que fueron escritos en una situación de desamparo moroso diría yo, es una especie de canto amoroso, pero también ausencia amorosa. Entonces, no han sido muy citados. De todos mis textos, éstos son de los menos citados”.
— Además de que están escritos en prosa poética, estos relatos exploran la fantasía onírica: “Detrás de ella, iridiscente, reina del cielo y de la oscuridad, la segunda luna dominaba sobre la tierra que callaba para escuchar la luz que venía de ella, los frágiles senderos por donde unicornios y figuras aladas descendían con tintineante cabrilleo”, se lee por “Segunda luna”…
“Es cierto. Tú has dado con la clave. Eso es: lo onírico”.
— ¿Por qué decidió explorar esa vertiente de lo fantástico onírico en su obra en “Celeste y ocho poemas” en los 80, una década en que predominaba principalmente la literatura realista, tanto en poesía como en narrativa? Era una época, además, en que la ciudad de Tijuana se describía principalmente de forma realista
“Porque yo tenía otro tipo de lecturas. El lenguaje de esos cuentos es muy cifrado y tenía una influencia de la lectura que tenía de los cátaros. Los cátaros son una herejía de la Iglesia católica que se dio en Occitania, hablaban la lengua de Oc. Los poemas de los cátaros también son poemas cifrados. Tú los lees y parece que dicen una cosa, pero dicen otra. Entonces, yo tenía mucha influencia de eso. También tenía una colección de literatura fantástica, compraba libros de duendes, de hobbits, de todo eso, ya los regalé, pero tenía una colección de ese tipo de libros. También tuve una temporada de colección de ciencia ficción. Obviamente yo me leí a todos los grandes clásicos de ciencia ficción. Tengo muchas lecturas en mi vida, pero me gusta ese tono de escritura, lo que pasa es que no es muy acogida, pero a mí me gusta escribir esas cosas. Y no los he publicado”.
LA POESÍA COMO VOCACIÓN
Hacia el desenlace de la entrevista, Ruth Vargas Leyva (Culiacán, 10 de enero de 1946) adelantó que la editorial Desliz Ediciones que dirige Rosina Conde prepara una antología de su obra poética, para celebrar sus 80 años que cumplirá en 2026:
“La idea es publicar para mis 80 años una antología de lo publicado, porque algunos libros son breves, no son libros de 250 páginas. Rosina está trabajando eso. Sí es una intención de agrupar todo, de quede esa evidencia”.
Por lo pronto, se mostró muy feliz con la reedición de “Celeste y ocho poemas”, que por cierto está disponible en la Librería El Grafógrafo de Tijuana:
“Estoy muy contenta de que se haya reeditado ‘Celeste y ocho poemas’ y que se hayan recuperado esos textos que se publicaron en Amerindia y Hojas que eran poco conocidos o que la gente no los conocía o no tenía acceso a ellos. Algunas cosas se pueden conseguir ahora todavía en los libros de viejo, pero es muy difícil. Entonces, estoy muy contenta de que la generación joven tenga interés en reeditar este tipo de textos”.
— La reedición de “Celeste y ocho poemas” es como traer a esta época lo que escribió Usted en Tijuana hace 50 años…
“50 años. Sí, mira, yo creo que el mérito que tienen los ‘Siete poetas…’ vivos es que siguen escribiendo: Víctor, René no tanto, Luis, Eduardo y yo, seguimos escribiendo. Eso te habla de que a la poesía no la hemos visto como una distracción; yo no diría que en mí la poesía es un oficio, porque vivo de otras cosas, pero sí como una vocación, como una manera de permanecer, como una manera de escribir para nosotros mismos y rescatarnos”.