Le preguntaba la madre a su hijo Marco:
— ¿Qué quieres que te compre para tu tercer cumpleaños?
— Una raqueta y una pelotita de ping pong.
La madre le compró una raqueta.
Marco cumplió 10 años. Su tío le pregunta:
— ¿Qué quieres que te regale para tu cumpleaños?
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— Una raqueta y una pelotita de ping pong.
Marco cumplió 16, su primera novia le pregunta:
— ¿Qué quieres que te regale para tu cumpleaños?
— Una raqueta y una pelotita de ping pong.
Le compraron una raqueta. Marco cumplió 25, se casó. El amor de su vida le pregunta:
— ¿Qué quieres que te regale para tu cumpleaños?
— Una raqueta y una pelotita de ping pong.
Cumplió 30. Su compadre le pregunta:
— Marco, ¿qué te gustaría para tu cumpleaños?
— Una raqueta y una pelotita de ping pong.
Marco cumplió 40. Su primer hijo tenía 13. El hijo le pregunta:
— Papá, ¿qué quieres que te regale para tu cumpleaños?
— Una raqueta y una pelotita de ping pong.
Tres años después, llega su hija y le pregunta:
— Papá, ¿qué quieres que te regale para tu cumpleaños?
Una raqueta y una pelotita de ping pong.
Marco cumplió 50. Su hermana mayor le pregunta:
— ¿Qué quieres que te regale para tu cumpleaños?
— Una raqueta y una pelotita de ping pong.
A los 60 años. Sus sobrinos llegan y le preguntan:
— Tío, ¿qué te gustaría para tu cumpleaños?
— Una raqueta y una pelotita de ping pong.
Cumplió 65. Su nieto le pregunta:
— Abuelo, ¿qué quieres que te regale para tu cumpleaños?
— Una raqueta y una pelotita de ping pong.
Cumplió 70. Un viejo colega le pregunta:
— ¿Qué quieres que te regale para tu cumpleaños?
— Una raqueta y una pelotita de ping pong.
Cumplió 80. Su bisnieto llega:
— Bisabuelo, ¿qué quieres que te regale para tu cumpleaños?
— Una raqueta y una pelotita de ping pong.
Marco llegó a los 100. Estaba débil, moribundo. Todos sus seres queridos llegaron a verlo, por última vez. Y le preguntaron:
— Abuelo Marco, ¿por qué siempre pediste que te regaláramos una raqueta y una pelotita de ping pong?
— Pues, es lo primero que se me ocurrió.
Autor: Anónimo de la familia de Marco.
Mala hierba
Un conejo y un pollito están fumando hierba. El conejo arma un churro más grande y se lo da al pollito para que pruebe. Le pregunta:
— Oye, pollito, ¿sientes algo? El pollito dice:
— ¡Nada!
El conejo arma otro porro, más grande todavía, y se lo da al pollito. Le vuelve a preguntar:
— ¿Y ahora, pollito? ¿Sientes algo? Y el pollito responde:
— ¡Otra vez, nada!
— ¡A las 3:00 pm! -pensó el conejo-, voy a armar otro… Y el conejo arma, o sea, una bomba. Y se la da al pollito otra vez.
— ¡Y, pollito mío, no me digas que otra vez no sientes nada! Y el pollito dice:
— No. Nada, ni el pico, ni las patitas, ni las alitas, nada…
Autor: Un gallo.
Tanto amor
— Te amo.
— ¡Te amo!
— No, yo te amo más.
— No, ¡yo te amo más!
— Ay, qué ridículo es jugar con el eco.
— ¡Ay, qué ridículo es jugar con el eco!
Autor: El eco.
Qué botana
Enojada, la patrona le reclama a la muchacha del servicio:
— Merceditas, ¿por qué le sirvió a los invitados con un cincel y un martillo?
— ¡Usted dijo que les trajera algo para que fueran picando!
Autor: La Meche.
Puros cuentos
La esposa, al borracho:
— ¿Dónde está la cosa más linda del mundo?
— ¡Enfriándose en la nevera en un pack de 6 piezas bien heladito!
* * *
Golpean a la puerta de la casa del borracho:
— ¿Quién es?
— ¡El Amor de tu vida!
— ¡Nah! ¡Mentirosa! ¡La cerveza no habla!
* * *
Preguntar por los ladrones
Entrando a la comandancia, el borracho le dice al comandante encargado:
— Quisiera ver a los dos ladrones que están detenidos aquí, por haberse metido a robar a mi casa la otra noche.
— ¿Para qué quiere verlos?, pregunta el oficial de la ley.
— ¡Es que quiero saber cómo entraron sin despertar a mi mujer!
* * *
Sentados a la barra del bar, los dos borrachos conversan:
— ¡Por fin, descubrí en donde pasa las noches mi esposa, compadre!
— ¡Híjole! ¿Dónde compadre?
— En la casa, ¡anoche dormí allá!
* * *
El taxista detiene un poco el andar de su taxi y le pregunta al borracho que va dando tumbos de lado a lado:
— Señor, ¿una carrerita?
El borracho contesta:
No, ¡usted me gana!
* * *
Están bebiendo los dos borrachos en el bar, uno exclama en medio de su borrachera:
— ¡Compadre! ¡Veo doble!
El otro saca un billete de 100 pesos y le dice:
— ¡Tome, le pago los 200 pesos que le debo!
Autor: Un sobrio.