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viernes, agosto 22, 2025
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“El desierto se ha convertido en mi nuevo paisaje”: Antonio León

“La violencia siempre es una posibilidad en mi obra, pero también en la vida. Ahora mismo puede alguien terminar con mi vida si tiene un arma y tiempo libre”, expresó a ZETA el autor de “Una cabeza rodando en el desierto”

 

El desierto de Altar, el norte de México, el calor extremo, la violencia, la muerte, las mujeres en el entorno familiar durante la niñez, los recuerdos y los fantasmas pueblerinos deambulan por “Una cabeza rodando en el desierto”, el poemario más reciente del bajacaliforniano Antonio León, recién publicado este año en la Colección Cuadernos Alternos de la Universidad de Sonora (UNISON).

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Se trata de un título que surge de una anécdota que su abuela le contó cuando era niño, cuya historia rondaba en su cabeza en las últimas décadas, hasta que en 2019 decidió entrevistar a su familiar que vivía en el desierto de Altar, Sonora, para hurgar en la memoria y en lo que reconoce como “las coordenadas familiares de la infancia” o en “una cartografía personalizada del desierto de Altar”.

Cortesía

“La anécdota que me contó mi abuela es la siguiente: durante su infancia vivió en un pueblo minero llamado Tajitos, vecino a Caborca, Sonora, en pleno desierto de Altar. Una noche, desde la negrura del horizonte se escuchó el ruido de un pick up en plena voltereta sobre la carretera. Al salir a ver de qué se trataba, notaron que una especie de piedra llegó rodando al patio; piedra que era, en realidad, una cabeza. Esa sencilla anécdota detonó todo lo demás que habita el libro: la muerte, la soledad, los sueños del desierto, la forma de hacer familia en los pueblos solos, la infraestructura del abandono, el abrazo de la abuela protectora y su personalidad entrañable”, confesó a ZETA el poeta bajacaliforniano.

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“MI FAMILIA Y MI LUGAR DE ORIGEN HAN MARCADO MIS PASOS COMO POETA”

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“Una cabeza rodando en el desierto” es de esos poemarios que el lector termina de leer sólo para querer empezarlo y volver a recorrer la memoria y los fantasmas que pueblan la fertilidad de recuerdos del mítico desierto de Altar.

— ¿Qué es lo que te interesaba saber o encontrar en las entrevistas a tu abuela que vivía en el desierto de Altar?

“Tenía tiempo con la idea de trabajar con una anécdota que mi abuela me contó acerca de su infancia; una de esas historias un poco de miedo que te cuentan cuando eres niño –me imagino que me habría querido asustar para que no le diera lata durante sus quehaceres–, y yo me llevé para siempre esa anécdota, que es el hilo conductor del libro. Al pasar casi 40 años hice las entrevistas preliminares y encontré detalles que no recordaba, así como segmentos que yo había cambiado en una historia que me apropié en el tiempo transcurrido. El resultado es una mezcla de ambas narrativas”.

— ¿Qué papel han jugado en tu vocación como poeta tu bisabuela, abuela y mamá que habitan en tu poemario?

“Mi familia y mi lugar de origen han marcado mis pasos como poeta de manera definitiva. Vengo de la zona rural de Ensenada, Baja California. De niño escuchaba las historias de los amigos de mi padre, en su carpintería, pero también escuchaba las canciones de Culture Club en estaciones de radio norteamericanas. No teníamos canales de televisión, pero llegaba el 6 de San Diego, y con él, las caricaturas de la tarde, luego de ver las películas de Pedro Infante. No se vivían los efectos inmediatos de la frontera, pero sí los efectos de tipo comercial y los embargos a la pesca. Hablo de un lugar con la inocencia de la tierra recién fertilizada y la liminalidad del efecto binacional por asociación inmediata con Tijuana. El rescoldo de mar y flores al fondo de la carretera escénica”.

Foto: Cortesía Daniel León

 

DESDE EL DESIERTO DE ALTAR

Desde la fertilidad del desierto de Altar ha emergido el poemario de Antonio León, “Una cabeza rodando en el desierto”, donde se lee: “… y es que los pies se inventaron para migrar / pero a los antiguos se les ocurrió que era posible quedarse / resistir bajo el sol intentando el descanso…”; o en alguna otra parte donde su bisabuela revela los orígenes familiares: “… yo soy de Puebla y había mole sabroso / no sé qué chingados vine a hacer al desierto…”.

— ¿Tu poemario es también como una búsqueda de tus orígenes, a través de dónde venían tu abuela y bisabuela? ¿Podrías argumentar esta búsqueda…?

“Más que una búsqueda, es regresar a las coordenadas familiares de la infancia. Por medio de la anécdota de la abuela, volver a situarme en el desierto. Tengo 11 años viviendo en Mexicali y el desierto se ha convertido en mi nuevo paisaje; he aprendido a amar su belleza y sus signos atemporales. Este libro es un retorno a las historias y a la tierra de las mujeres de mi casa”.

— El desierto Altar, Caborca, el “calor extremo” y hasta las víboras de cuernitos pululan en tu poemario “Una cabeza rodando en el desierto”. ¿Por qué en este poemario es importante para ti el evidente paisaje del desierto de Sonora?

“En un libro anterior (‘El impala rojo’) gran parte de la acción se lleva a cabo sobre la carretera Tijuana-Ensenada, también conocida como carretera escénica. Siempre me ha interesado el paisaje y, más que el paisaje, la infraestructura: las carreteras, los edificios, las ruinas modernas, etcétera. Es paisaje, pero en su vertiente menos bucólica, me parece. Aquí el paisaje se traza con base en la actividad humana, en la incidencia de la naturaleza y en los sueños de futuro. Si algo no nos cansamos de fabricar en esta región es la visión de un futuro para tanta belleza; y lo vemos siempre: fraccionamientos abandonados, hoteles en obra negra, vigas y torres a medias”.

 

“LA VIOLENCIA SIEMPRE ES UNA POSIBILIDAD EN MI OBRA”

Antonio León (Ensenada, 1977) es uno de los poetas más importantes de su generación o de la década de los 70; se erige como un referente de la poesía contemporánea que se escribe en el norte de México desde Baja California.

Es autor de los poemarios “Caricia del velocímetro” (Cavalinho ediciones, 2006), “Busque caballos negros en otra parte” (Pinos Alados Ediciones, 2015), “: ríos” (Cetys Universidad, 2017), “El impala rojo” (Premio Estatal de Literatura en la categoría de Poesía 2016; ICBC, 2017), “Consomé de piraña” (Carruaje de pájaros, Instituto Sinaloense de Cultura, 2020), “Drowner” (Secretaría de Cultura de Baja California, 2021), “Cuaderno de Courtney Love” (Pinos Alados Ediciones, 2023) y “Una cabeza rodando en el desierto” (UNISON, 2025).

— En comparación o a diferencia de tus poemarios anteriores, ¿cómo fue el proceso de escritura de “Una cabeza rodando en el desierto”?

“En mis libros anteriores el sujeto lírico nunca soy yo o, por lo menos, no directamente. En esta entrega soy yo quien habla: ya sea como niño, como adolescente, como testigo o como buscador de referentes para una cartografía personalizada del desierto de Altar. Soy quien voltea hacia el cine en blanco y negro, quien introduce los dedos en ladrillos invisibles de casas fantasma del pueblo de la bisabuela, quien hace las preguntas acerca de la muerte. Mi proceso de escritura para este proyecto, incluyó una pequeña investigación acerca del desierto de Altar, que le dio al libro un par de referentes del cine, por ejemplo, que agregan elementos al loop narrativo de la primera parte”.

Foto: Germán Muñoz

— Tu libro tiene muchas imágenes, metáforas, ritmo, historias, etcétera. ¿Qué es lo más importante para ti que tiene que tener un poema?

“Un poema debe ser una historia contada de una forma libre, una historia dentro de otras historias, un torrente de lenguaje llevado hasta una consecuencia de continuo desbordamiento, una forma de renacer discreta y bellísima justo al otro lado del lenguaje”.

Por “Una cabeza rodando en el desierto” evidentemente se asoma la violencia: “Todos hemos sido huérfanos en la noche / al pensar en lo que pasaría si un sicario se confunde de casa / mientras soñamos con la arena / del desierto de Altar”.

— Finalmente, ¿qué tanto o cómo consideras que ha permeado la violencia de México en tu obra poética?

“La violencia siempre es una posibilidad en mi obra, pero también en la vida. Ahora mismo puede alguien terminar con mi vida si tiene un arma y tiempo libre”.

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Autor(a)

Enrique Mendoza
Enrique Mendoza
Enrique Mendoza Hernández estudió Comunicación en la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) Campus Tijuana. Premio Estatal de Literatura 2022-2023 en la categoría de Periodismo Cultural, otorgado por la Secretaría de Cultura de Baja California; Premio Nacional de Periodismo Cultural FILEY 2025, otorgado por la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), a través de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán, y Manos Libres Periodistas. Ha sido incluido en diversas antologías, entre otras, en “Relatos de frontera y otras costumbres. Crónica joven de Tijuana”, editado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) y el Centro Cultural Tijuana (CECUT) en 2013. Autor del libro “Poetas de frontera. Anécdotas y otros diálogos con poetas tijuanenses nacidos en las décadas de 1940 y 1950”, publicado por la Secretaría de Cultura de Baja California en 2024. Es periodista cultural en Semanario ZETA, en Tijuana
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