“Irma, como muchos otros mexicanos trabajadores que se desempeñan con ahínco en los diferentes sectores económicos, fue víctima del clima de inseguridad y violencia que prevalece en México”.
Oronda, insensible, evidentemente molesta y con un dejo de desprecio hacia todo lo que no fluya a su parecer, la gobernadora de Veracruz, la morenista Rocío Nahle, dijo frente a la prensa en una conferencia en el estado que dirige: “es de miserables, es de miserables a una familia enlutada, llevarlo a niveles de escándalo”.
Se refiere a la información publicada en medios nacionales y en muchos locales de los Estados de la República, sobre el fatal destino de una buena ciudadana, Irma Hernández Cruz, la maestra jubilada que, para completar su quincena, como suele decirse coloquialmente, se convirtió en taxista en un pueblo de Veracruz, solo para encontrar la muerte a manos del narcotráfico.
Irma, como muchos otros mexicanos trabajadores que se desempeñan con ahínco en los diferentes sectores económicos, fue víctima del clima de inseguridad y violencia que prevalece en México, ante la impunidad de la gozan los cárteles de la droga y las células que los componen, para extorsionar a las mujeres y los hombres de bien. Para cobrarles piso cuando ven que están generando ingresos. Así sea el propietario de una tortillería en el Estado de México, agricultores de Michoacán, Sinaloa o Nayarit, yonqueros, pescadores, restauranteros de Baja California. Si el sector genera dinero, el narcotráfico llega a amenazar para quedarse con una tajada.
Pero este clima amenazante es minimizado por las autoridades, en Baja California, por ejemplo, la fiscal María Elena Andrade, amiga de confianza de la gobernadora morenista Marina Ávila Olmeda, ha declarado públicamente: “No existe el cobro de piso como tal, porque no hay denuncias, sí recibimos algunas llamadas, sin embargo, no hemos dado seguimiento, es obligatorio ir a poner la denuncia ante la Fiscalía para que pueda proceder como tal”, entonces si no lo ve, no existe.
¿Cómo van a denunciar las víctimas si tienen su vida amenazada? Pero en el caso de Irma Hernández Cruz, sí hubo una denuncia, no presentada ante la fiscalía, pero sí ante la ciudadanía. Y no a manera para ejercer presión sobre la autoridad procuradora de justicia, sino para amedrentar a otros que, como Irma, se negaron a pagar piso a los criminales.
Irma fue privada de la libertad el 18 de julio, se supone atando los cabos de la historia no contada a plenitud, cuando se negó a pagar piso a los narcotraficantes por su trabajo de taxista.
Publicidad
Una imagen que particularmente rosa al gobierno de Rocío Nahle, que es desgarradora, dolorosa, terrible, y paradigmática de lo que sucede en México, es la que se aprecia en un video tomado por los criminales que privaron de la vida a Irma. Ella hincada, maniatada, cubierta por una manta blanca, pero aun en esas circunstancias con la cabeza erguida, la frente en alto, rodeada de cobardes criminales que cubren sus rostros con pasamontañas y máscaras mientras visten de un negro que refleja la clandestinidad en la que se mueven causando terror con sus armas largas empuñadas y colocadas al pecho.
Las armas las sostienen con el cañón hacia abajo, cuando la única persona en esa mira es Irma Hernández Cruz, hincada, sometida y obligada a mandar un mensaje: “Compañeros taxistas, con la mafia veracruzana no se juega, paguen su cuota o van a terminar como yo”. La frase revela que ella se negó a pagar “su cuota”, se negó a compartir con la célula criminal el dinero producto de su trabajo como taxista, no cedió ante la amenaza del cobro de piso, de la extorsión cuya prensa es el respeto a su vida a cambio de dinero producto de su trabajo lícito, del empleo que consiguió una vez jubilada del magisterio para sobrevivir en un país sin oportunidades.
Después del video ya no se supo más de Irma. Hubo una búsqueda ciudadana sobre su persona, se emitieron fichas para indagar sobre su paradero, pero ocho días después de la privación de su libertad, la encontraron muerta. Era de esperarse, su fatídico final había sido anticipado no solo por la privación de la libertad de que fue objeto por un grupo armado, sino por el mensaje que ella transmitió: “paguen su cuota o van a terminar como yo”. No hacía falta decir que muertos, se escuchaba en el amenazante mensaje, y su caso los criminales lo hicieron público precisamente para causar terror en la población y obligarlos a “pagar la cuota”.
Lo que siguió después fue de una indignación social que no ha parado, dado la leña que el gobierno de la República y el del Estado de Veracruz le han metido al fuego social. Un día después de descubrirse el cuerpo de Irma Hernández Cruz, en su conferencia matutina, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, aun cuando como de cajón, dijo que no habría impunidad y que se colaboraba con el gobierno de Veracruz para dar con los responsables, en dos ocasiones obvio el nombre de la víctima.
Primero justificó el “trabajo” de las autoridades para localizar a la maestra jubilada autoempleada como taxista, diciendo: “Desde que a esta persona se denunció su desaparición desde ese momento hubo colaboración con el gabinete de Seguridad y en este momento se está colaborando con la Fiscalía del estado de Veracruz, y obviamente con la gobernadora, para llegar al fondo de estos hechos y que no haya impunidad”:
“Esta persona” es una forma hasta despectiva de referirse a una víctima como Rima Hernández Cruz, quien ciertamente ha entrado a la fría y masiva estadística de la inseguridad y la violencia en México, convirtiéndose en un número más de los asesinados por los cárteles de la droga, pero ni aun así le valió ser recordada por la primera mujer que encabeza el gobierno de la República.
La titular del Ejecutivo Federal, quien en su discurso inaugural dijo que no llegaba sola, que llegaban todas, en referencia a las mujeres, en un segundo momento volvió a minimizar a la víctima, categorizándola como “esta mujer”, cuando dijo: “Entonces, primero que se clarifique cómo fue la muerte de esta mujer, también que de acuerdo a la información que se tiene cuál es el contexto de esta situación. Eso en primer lugar, siempre hay que tener la información completa”. Por supuesto que se refería entonces a la versión que ha defendido la gobernadora Rocío Nahle, que Irma murió de un infarto. Como si eso acabara con los altos índices de violencia en su estado y en el país.
Rocío Nahle ha hecho lo suyo. Justificó que los cobros de piso han incrementado en todo el País, como si eso la eximiera de la responsabilidad de crear un entorno de seguridad y tranquilidad para sus gobernados, acusó de utilizar el caso de Irma para “maximizar la violencia en Veracruz”, justificó que “es de miserables, a una familia enlutada, llevarlo a niveles de escándalo”, en un intento por minimizar el hecho, algo que en los gobiernos de Morena se ha vuelto una costumbre: minimizar para restar importancia, para salir airosos de una situación a la que han contribuido, la de la inseguridad y la violencia, la de la impunidad a las células criminales.
La gobernadora de Veracruz casi a gritos reiteró que Irma Hernández Cruz, murió de un infarto, aunque se contradijera palabras adelante, presumiendo la aprehensión de cuatro personas “por este asesinato”.
A Irma la privaron de la libertad, la torturaron, la violentaron psicológicamente apuntándole con armas para que transmitiera un mensaje en el que anticipaba su propia muerte como muestra de lo que les sucederá a los taxistas que, como ella, se nieguen a pagar una cuota. El terror que causan las células del narcotráfico, la violencia que ejercen contra los ciudadanos, son efectivamente letales, de infarto en todo caso, de dolor, y para acabar revictimizando ahora a Irma por el dolo de gobiernos que juramentaron protegerla a ella y a todos los mexicanos, pero claramente sus prioridades son otras.
Excelente análisis, pero deben leer el artículo antes de publicarlo ya que tiene errores en su redacción, le cambiaron el nombre a la víctima a Rima y otros errores.