Guadalajara, Jalisco. Situada en una isla, Gloria Zamora, madre trabajadora, pondrá a todo un pueblo bajo sus pies. En otro lugar, Rocío Aldama, actriz, tiene el sueño de triunfar. Dos historias que juegan entre la realidad y lo imaginario, y una dinámica que ha llevado al director de “Sobre las olas”, Horacio Alcalá, a jugar también con el espectador, pues “una historia es real y la otra imaginaria”.
Inspirada en un sueño del realizador mexicano que lo llevó a unificar un largometraje filmado en Jalisco, su estado natal, y España, su residencia actual, en una coproducción entre México, España y Francia, pero con la idea clara de una película que rinde homenaje a los planos naturales de Jalisco, la película es también una oda a la Época de Oro Mexicana, y una exposición de la fragilidad humana:

“Creo que una vez que empiezas el proceso creativo y a escribir, solamente te puedes perder si pides opinión de cómo hacer las cosas. Pero mientras tú te mantengas en lo que quieres hacer y se siga un diálogo, no hay manera de perderse”, explicó Alcalá al Semanario sobre cómo aterrizar un largometraje que mezcla costumbrismo, surrealismo y realismo mágico, durante el 40° Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG), donde compitió por el Premio Maguey y la sección “Hecho en Jalisco”.
Partiendo del guion de Ángeles Cruz, el cineasta exploró inquietudes surgidas del plano onírico, como explicó previo al estreno mundial de “Sobre las olas”: “Sueño como si fuera una serie, como que los sueños continúan, entonces soñé la última parte muy estructurada, y lo que hicimos fue construir todo para llegar a esto”, ante lo cual, en retrospectiva, “en nuestra película, creo que sí estamos muy perdidos, porque está muy loca”.
Si bien el largometraje de hora y media puede resultar denso a ratos, considerado incluso por el mismo Horacio como una película de nicho, precisamente por desdibujar lo real y la ficción, “Sobre las olas” invita a apreciar y perderse entre los distintos elementos narrativos y ambientales, con el protagónico de Ángeles Cruz, acompañada por Roko, Nacho Guerreros, Diego Landaluce, Constanza Andrade y el bailarín Joaquín de Luz; paisajes 90 por ciento de Los Altos y el Lago de Chapala, tintes de comedia y una mezcla entre dos culturas (mexicana y española).
“También hay que perderse para encontrarse, entonces está rico perderse”, sumó Andrade, quien interpreta a Carmen, y elogió la “libertad hambre de exploración y de encontrar la historia” que Horacio les confirió a los actores para impregnar su esencia en los personajes; “me encantó esa forma, porque te permite jugar, arriesgar, encontrar la magia en el momento. A mí es el cine que me gusta ver, el que está vivo; entonces creo que es una película que está muy viva y tiene mucho corazón y mucha entraña también”.
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Orgullosamente tapatío, Alcalá volvió al FICG 25 años después de su primera colaboración, y reflexionando sobre la industria nacional: “No dejar que se pierda el apoyo al cine en general en México. Hay que seguir peleando, alzando la voz, y haciendo equipo. A lo mejor si hacemos menos películas de narcos y más películas de otras historias, estaremos ayudando a cambiar un poquito las cosas”.